'Emerald City' 1x05 Review: Ahora sí, vamos en serio

'Emerald City' 1x05 Review: Ahora sí, vamos en serio

Por Alberto Rodríguez

Para todos aquellos que necesitaban una prueba de fe en esta serie –que sé que los hay y que no terminan de hacerse aún con la historia- este capítulo ha llegado ‘como agua de mayo’ para demostrarles que en ‘Emerald City’ las cosas también pueden oscurecerse y adquirir un matiz más maduro, más adulto. Y por tanto, la confianza depositada en la ficción se verá recompensada con intereses gracias a las múltiples sorpresas que, a buen seguro, abarrotan la segunda mitad de la temporada. Por lo pronto, en esta entrega tenemos interrogatorios con tortura, el surgimiento de un nuevo romance, peleas, magia, acción y sobre todo, muchos nuevos secretos revelados. ¡Este tren ya no hay quien lo pare!

(¡Spoilers, spoilers y más spoilers!)

Eamonn tiene familia

Parece que hay más de lo que creíamos detrás del capitán de la guardia del mago, Eamonn, cuya estética ‘Prince’ nos hizo pensar que se trataba de la típica mano derecha fría, implacable y precisa en la ejecución de las órdenes de su amo. Pero, cosas de la vida, ha resultado tener un hogar acogedor y una hacendosa hija esperándole dentro de él. Y no sólo esto, sino que al parecer su hija conoce a Lucas (su verdadero nombre es Roan, pero de momento vamos a aguantar con el nombre que le puso Dorothy, que me gusta más, hasta que recupere la memoria y entonces decida por sí mismo con cuál se quiere quedar).

Eamonn y su familia, por lo visto, guardan muy buena relación con Lucas desde antaño. Por este motivo, le pide que se quede escondido en su casa en lo que él averigua de qué crímenes se le acusa. Crímenes por los que fue colgado en el madero por sus propios hermanos soldados en la aldea de Nimbo. Pero Lucas es un hombre de acción, y, aunque débilmente intentó cumplir su palabra de quedarse a cubierto, la simple petición de Sylvie – ¡quién le dice qué no con esa cara y esos mofletes bajo esos ojos desangelados!- de ir a buscar a Dorothy bastó para conmover a Lucas y hacer que éste se moviera. Marchando, que es gerundio.

En plena ciudad, con la festividad en honor de la Bestia Inmortal – un carnaval de máscaras que me recuerda horrores al festival del rey bufón del jorobado de Notre Dame de Disney – es más fácil pasar desapercibido sin que te descubran. Pero cuando eres un hombretón como Lucas es difícil esconder tu impronta personal, y estaba claro que tenían que encontrarle y hacerle una encerrona. Y aunque, como digo, se bastaba y se sobraba para despachar a todos sus asaltantes, la curiosidad –esa que mató al gato- le pudo más que cualquier otro impulso, y al interrogar al último soldado que quedaba en pie se encontró con una desagradable verdad: él asesinó a varios de sus compañeros por proteger el anonimato del contenido de un carromato que él mismo custodiaba. ¡Suena a ‘escalofriantiti’!, que diría Ned Flanders.

Y con esa cara de buenazo que le caracteriza, decide rendirse, no sin antes pedirle a Sylvie que no convierta en piedra a aquellos que se lo llevan preso, porque debe pagar por las cosas malas que ha hecho en el pasado. Eso está muy bien, ¿pero qué hacemos con mi pobre niña, sola y desamparada por esas calles de Emerald City? Suerte que Toto consigue dar con ella.

Lady Ev y su sed de venganza

Y digo yo, ¿qué sentido tiene organizar una fiesta en honor de una bestia que acude cada cierto tiempo a devastar parte de tu reino? Desde la perspectiva del Mago, ninguno. Pero el edil de Nimbo hizo un apunte muy interesante en la entrega anterior: la bestia viene a purificar la tierra y a poner en marcha un nuevo comienzo. Por tanto, al derrotar a la Bestia la vez anterior, Frank Morgan (el nombre del Mago) realmente estaba interfiriendo en el curso natural de los acontecimientos. Otro signo más del agresivo atropello humano hacia su hábitat.

Sea como fuere, entre los distinguidos invitados al convite se encuentran, como no, el Rey de Ev y su hija, la princesa Langwidere. La verdadera reina en la sombra. Y por supuesto, no podía faltar su nueva adquisición: nuestro Jack, medio hombre, medio lata, ataviado con los ropajes del reino y un peinado engominado que sería la pesadilla del mismísimo Llongeras. Y si hay algo que tienen estas cenas diplomáticas son las difíciles negociaciones. Mientras el maître de hojalata intentaba servir la bebida en las copas, la impertinente lengua de Lady Ev salía a pasear para arremeter contra las consejeras del Mago: ‘¿cuál es la tonta y cuál es la lista? ¿No sabes poner a tu gente de acuerdo, Mago?’ Y éste, aunque intentó refugiarse en la presupuesta sapiencia del Rey para llegar a un acuerdo por el que el reino de Ev le proporcionara un arsenal para combatir a la Bestia Inmortal, vio que en la perturbada cabeza del monarca no había más que ideas infantiles. Y al ir al encuentro de Lady Ev, en plan ‘¿por qué me odias tanto si no te he hecho nada?’, ésta le espetó en su cara que en el pasado dejó que la Bestia arrasara su reino. Sólo se encargó de salvar Emerald City, y a causa de esta omisión para con el resto de ciudades, su madre también falleció. Por ello, lo único que anhela en este mundo es que se haga justicia y que Emerald City se hunda al igual que su ciudad natal en el pasado. Que el Mago sufra en sus carnes el dolor de la pérdida del mismo modo que lo sufrió ella.

Muy sola debe haberse sentido toda su vida esta muchacha si mendiga de Jack su amistad como si fuera algo que se fragua en dos días. Y sobre todo muy falta de cariño, cuando se lanza a darle un beso después de que Jack le salve de los asaltantes que pretendían pasar con ella un buen rato. ¡Pues la sorpresa que se hubieran llevado si le llegan a quitar la máscara! Porque creo -¡atención, voy a lanzar un órdago!- que la muchacha podría estar deforme. Tal vez quemada, como secuela del paso de la Bestia por su reino cuando era niña. Desde luego va a dar mucho juego este rollo del antifaz hasta que se lo quite. Si Jack se decide a aceptar su oferta de ser algo más que amigos, a lo mejor le deja que se lo quite él mismo.

Entre bruja y bruja, taconazos

Ya va siendo hora de hablar de nuestra Dorothy y de la suerte que ha corrido en este episodio, torturada e interrogada por West. A cambio de la falsa promesa de rescatar de la prisión de los abyectos a la mujer del munchkin que condujo a la de Kansas al camino de baldosas amarillas al llegar a Oz, la Bruja del Oeste consiguió que este desesperado marido ataviado con pieles y la cara pintarrajeada le sirviera en bandeja de plata a la presunta asesina de su hermana East. La única persona en esa tierra que había sido capaz de quererla, a pesar de su complicada forma de ser.

Viendo que la fuerza bruta no servía de nada contra una resistente Dorothy que no soltaba prenda, a pesar de las posturas imposibles en el aire que le obligaba a mantener, los músculos retorcidos y las dislocaciones, y más aún, después del intento frustrado de matarla con la misma arma con la que se suicidó su hermana, decidió echar mano de sus malas artes y jugó la baza del disfraz: haciéndose pasar por su madre, le hizo recordar sus últimos momentos con East, y además de corroborar que fue ésta la que se mató a sí misma, descubrió que Gilda tenía un secreto con el que pretendía hacerle daño. Con una visita rápida a las chicas del Mago pudo completar esta información con la grabación captada por uno de los monos voladores mecánicos que sobrevuelan el reino –en la historia original recordemos que éstos son de verdad y son enviados precisamente por West contra Dorothy-, y se enteró de una disputa que mantuvieron East y Gilda por un motivo desconocido. ¡Otra vez su hermana mayor y sus intrigas!

Pero la furia que sintió en ese momento no fue nada en comparación con la que sintió al descubrir que su prisionera había escapado gracias a la ayuda de una de sus chicas. Y para más inri delante de Gilda, lo que le hizo quedar como una inútil por enésima vez delante de su intransigente y nunca satisfecha hermana mayor. Tip tardó mucho en decidirse a ayudar a Dorothy, la cual no salía de su asombro al comprobar que se trataba del niño que liberó de manos de Mombi, pero finalmente pudo la cordura y esa deuda pendiente que tenía con ella. ¿Pero cómo hizo Tip para engañar a West, que tiene la habilidad de mirar dentro de las almas, y echarle la culpa a otra de sus compañeras? ¿Cómo consiguió blindar su mente ante la amenaza exterior? ¿Será éste su verdadero potencial y por eso la hechicera la guardaba tan recelosamente del mundo exterior?

Pero no hay mal que por bien no venga. El burdel de West está en Emerald City, así que Dorothy estaba a tiro de piedra del Mago. Más que eso. Sin ningún tipo de problema ni restricción al paso, se infiltra en el palacio paseando tranquilamente por las almenas sin encontrarse con guardias, centinelas o algún maldito sirviente que evidencie que no es tan fácil colarse en la fortaleza. Pero no. Como los amigos de ‘la Preysler’ en el anuncio del mítico bombón, Dorothy se presentó ‘sin avisar’ en los mismísimos aposentos de Frank Morgan, fan de Pink Floyd. Un walkman reproduciendo la pista nos confirma los orígenes humanos del Mago –como en la historia original-, pero lo fuerte es cuando, cara a cara, Dorothy le pregunta por su madre, Karen Chapman, y éste la reconoce, la llama por su nombre y se regocija porque ha vuelto a Oz después de muchos años. La teoría de la paternidad sigue viva -y más con esa cara de padrazo que se le pone-, yo ahí lo dejo. Pero tampoco le vamos a pedir un test de ADN como a Pepe Navarro. De momento.

¿Qué nuevas bombas informativas nos esperan en los últimos cinco capítulos? Un apunte: nos hemos enterado por cortesía de West que la Bruja del Sur –desaparecida en combate por culpa de la Bestia Inmortal- no era su hermana, sino la madre de todas las brujas, incluida ella. Vamos poniendo en regla los parentescos. ¡Quién sabe, lo mismo Sylvie resulta ser hija ilegítima de Lucas! No, no tiene base argumental. Pero de confirmarse el parentesco entre Dorothy y Morgan se trataría, sin duda, de la mayor vuelta de tuerca que se le ha dado a esta historia en años.

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