'Expediente X' 10x02 Review: Mulder, Scully y el espectador, impasibles

Por Jesus López Reina

Tras la introducción al espectador en el primer episodio, para que se ubique en el regreso de la 'Expediente X' - aparcada durante años en el cajón de la nostalgia-, el creador Chris Carter nos ofrece ahora un episodio que se rodó en quinto lugar (de los seis que componen esta nueva temporada) y que ahora nos lo coloca en segundo lugar porque “mejora el hilo argumental de la serie”.

Por tanto este baile de episodios para su reorganización, quedaría con el episodio dos que en realidad era el quinto, mientras que el segundo capítuloahora se emitirá el cuartoy la que iba a ser la cuarta historia será la quinta, ¿me seguís?

(¡Cuidado Spoilers!)

Un nuevo caso...algo forzado

Mulder y Scully se enfrentan a un caso para mi gusto un pelín forzado, en el que el escritor James Wong no ha sabido aportar el misterio e intriga necesaria al espectador, que permanece un tanto impasible ante este episodio. No podemos perdonar que, tras varios años de reposo de la serie, no se les haya podido ocurrir un argumento mejor para desempolvar los viejos archivos de los expedientes X.

La trama en la que nos envuelve este capítulo es un tanto forzada, llevándonos al repentino suicidio de un científico motivado por una fuerza invisible, lo que llevará a Mulder a concertar una cita en un bar con un amigo del científico para encontrar alguna pista.

Un encuentro que acabará de forma inesperada para Mulder y, sobretodo, para el estupefacto televidente que será testigo de un intento de felación protagonizada por el amigo del científico al agente del FBI. Así que por favor, la próxima vez que digas “podemos hablar en privado”, baraja todas las posibilidades de lo que pueda llegar a ocurrir…

Empezamos a atar cabos

Como era de esperar Mulder no se baja la bragueta y sus investigaciones, junto a las de Scully, llevarán a los agentes a un laboratorio. En él la experimentación genética extrema ha estado sucediendo desde hace décadas y su propietario es uno de los principales mecenas del hospital en el que trabaja Scully desde que dieron carpetazo a los expedientes X.

Nos referimos a Our Lady of Sorrows, según la voz que lee los rótulos durante el capítulo, o lo que es lo mismo Nuestra Señora de los Dolores para los que viven en Albacete. Para llegar hasta aquí, viviremos un déjà vu cuando volvamos a ver como en los viejos tiempos a Mulder y Scully sentados frente a Skinner en su despacho del FBI, donde les encargará esta misión.

Este laboratorio además de traerle una sorpresa a los agentes del FBI también se la traerá al espectador, que se encontrará dirigiendo el cotarro a un científico, cuyo personaje resulta algo insípido, pero que nos lleva a reencontrarnos con Doug Savant, el actor que se hizo popular en la década de los 90 interpretando a un personaje gay en la recordada ‘Melrose Place’.

Lo más impactante del episodio

Savant encarna en este caso a Augustus Goldman, el doctor que dirige el laboratorio de los horrores en el que han permanecido encarcelados desde su nacimiento niños y niñas con terribles enfermedades y malformaciones, lo que resultará a mi parecer lo único impactante del episodio, especialmente para madres primerizas... En este punto el capítulo también hace referencia a William, el hijo de Scully y ¿Mulder? que entregaron al finales de la novena temporada a una familia ante el peligro de secuestro que corría el pequeño, al tener un ADN extraterrestre fruto de las pruebas a la que Scully fue sometida. Dana y Fox no lo olvidan.

Retomando el proyecto de Goldman, que no duda tampoco en tratar a sus propios hijos con sus extraños experimentos genéticos, éste no es otro que criar a pacientes para dotarlos de inesperados poderes, algo un tanto peligroso si estos albergan resentimientos tales como la separación de dos hermanos que terminan reencontrándose y que provoca que el ‘doctor horror’ salga muy mal parado de este episodio, que probablemente cuando termine no te hará levantar del sillón con una gran satisfacción pero tampoco con la percepción de haber perdido el tiempo.

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