Fatmagül: 9 claves del fenómeno de la temporada

Fatmagül: 9 claves del fenómeno de la temporada

Por Betty M. Martínez

Llegó, se vio, venció y convenció. Así fue el paso de Fatmagül por España. Llegó con el bagaje de haber sido un éxito en todos los países en los que se había emitido y cumplió las expectativas. Pero Fatmagül no solo se vio (y mucho), sino que venció. Durante estos meses ha sido líder imbatible de las emisiones de TDT, alcanzando datos históricos de audiencia.

¿Por qué convenció Fatmagül? Haría falta una tesis doctoral para responder a esa pregunta, pero vamos a arañar la superficie de este fenómeno con algunas de sus claves más destacadas.

¡¡CUIDADO SPOILERS!!

Fatmagül, una protagonista de carne y hueso

Fatmagül es, sin duda, el eje central de esta historia y destaca porque, a diferencia de lo que ocurre con otras protagonistas, a ella nos la creemos en cada una de las fases que le toca vivir.

Entendimos su ilusión por casarse con Mustafá. Sufrimos con ella cuando fue violada (me niego a utilizar el eufemismo “incidente”). Nos indignamos cuando todos decidieron su destino sin escucharla. La comprendimos cuando irradiaba rencor hacia Kerim. La apoyamos cuando acudió a una psicóloga para superar su trauma. La aplaudimos cuando denunció a sus violadores. Nos ilusionamos cuando se acercó a su marido. Nos emocionamos cuando la vimos pasear feliz al lado de Kerim.

Beren Saat transmite cada sentimiento de un personaje muy complejo, que en algunos capítulos ha vivido más emociones que muchas otras protagonistas en toda una telenovela. Pero, sobre todo, ha hecho creíble la evolución del personaje porque la Fatmagül del último capítulo no se parece en nada a la del principio.

Fatmagül ha vivido en una lucha constante. Ha tenido que luchar contra sí misma, contra sus miedos, sus angustias, sus traumas, esas voces en su cabeza que le recordaban una y otra vez lo que había pasado. Fue, probablemente, la lucha más complicada, pero también una de las más realistas, no solo por los recursos que utilizó (ayuda profesional), sino también por el tiempo transcurrido. Hay heridas que no sanan de un día para otro.

Pero, además, de esa lucha interior, también tuvo que enfrentar un entorno hostil. El primer gran golpe se lo dio su novio con su rechazo, pero después vinieron muchos más. Desde el verse casada con uno de sus enemigos hasta la amenaza constante de los Yasaran.

Pero, aun hubo algo más: el juicio social. Fatmagül era la única inocente de toda esta historia, pero hemos visto como la que tuvo que cambiar su vida fue ella, la cuestionada fue ella, la que debió soportar las murmuraciones fue ella, la humillada fue ella, la juzgada públicamente fue ella.

Pero Fatmagül demostró que era más fuerte de lo que ella misma creía. Primero, buscó una vía de escape estudiando y trabajando. Segundo, recurrió a la justicia que se le había negado en un principio. Tercero, alzó su voz para denunciar su caso en la prensa, consiguiendo un importante respaldo. Cuarto, se dio la oportunidad de crear una familia con Kerim.

Y todo esto lo hizo paso a paso, sin prisas, sin arrebatos, sin decisiones bruscas ni precipitadas. Y ese quizá sea el gran éxito de este personaje. La hemos visto llorar, pero también reír. La hemos visto tomar buenas decisiones y también equivocarse. Fatmagül nos ha gustado porque no es una heroína de novela rosa, es un personaje de carne y hueso.

Kerim, el héroe atormentado

Y si Fatmagül ha evolucionado, ¿qué decir de Kerim? La gran pregunta con el personaje interpretado magistralmente por Engin Akyürek es ¿cómo es posible que el enemigo público número cuatro pasase a ser el príncipe azul del cuento? ¿Cómo es posible que el público empatizase con un personaje al que debería odiar por su participación (como testigo) en la violación de Fatmagül?

Pues porque a Kerim le pasa lo mismo que a Fatmagül. Que evoluciona y en ese proceso, poco a poco, nos convence y nos conquista.

Kerim empezó a sumar puntos cuando fue el primero en asumir el horror de lo que habían hecho, pero, sobre todo, cuando vimos que era el único que reconocía que Fatmagül no tenía la culpa de nada. Es cierto que se casó con ella obligado por las circunstancias, pero muy pronto vimos también que con esa boda había asumido el compromiso de proteger a Fatmagül, de evitar que volvieran a hacerle daño.

Además, Kerim, siendo el menos culpable de los culpables, arrastra siempre con él esa pesada carga. La culpa. No la violó, pero sabe que es culpable de no haberlo evitado. Y sigue sumando puntos cuando se planta en comisaría y denuncia los hechos. Es cierto que lo hace por un cierto egoísmo porque quiere demostrarle a su mujer que la quiere de verdad, pero también es un acto de generosidad. Sabe que ella no podrá ser feliz mientras no se haga justicia y Kerim da el primer paso para conseguir ese objetivo, aunque eso suponga que él mismo acabe en la cárcel.

Podría decirse casi que Kerim se autoimpuso una penitencia a su pecado. Primero, renunció a su vida casándose con Fatmagül. Segundo, se autodenunció porque era un paso necesario para que Fatmagül sanase. Tercero, se llenó de paciencia para conquistar a su mujer.

Además, a Kerim también lo hemos visto sufrir y no solo por sus propios traumas (el abandono de su padre, el suicidio de su madre…), sino que ha sufrido por y con Fatmagül. No sé cuántas veces habrá dicho “Fatmagül, no llores” y tampoco sé cuántas veces lloró él al verla llorar a ella.

Y por eso ha terminado conquistándonos. Porque reconoció su culpabilidad, asumió su responsabilidad, sufrió viendo sufrir a Fatmagül e hizo todo lo posible y lo imposible para que ella fuese feliz.

Del odio al amor no hay un paso

La relación de los protagonistas es la parte “rosa” de esta historia. El romance entre la mujer violada y uno de sus violadores es difícil de comprender, pero para darle ese aire romántico ya se incluye el matiz de que Kerim fue testigo, pero no partícipe en la violación. Digamos que es una forma de suavizar la historia.

He dicho que tanto Fatmagül como Kerim evolucionan a lo largo de toda la telenovela y, en gran parte, lo hacen a través de su relación. De ese imposible que se convierte en posible a través de mucho tiempo, muchos pequeños detalles y mucha paciencia porque el romance entre Kerim y Fatmagül no fue un camino de rosas, sino más bien de espinas.

Hicieron falta muchos capítulos para que pudieran estar juntos en la misma habitación y ya no digamos para que pudieran mantener una conversación medianamente civilizada. De ahí la emoción que todos vivimos la primera vez que él le toca un brazo y ella no da un salto de cinco metros. Lo que en otra telenovela hubiera pasado el primer día aquí tardamos casi la mitad de los capítulos. Y ya no hablemos del primer beso. Pero ese ritmo pausado hace que nos creamos la historia.

Sería increíble que Fatmagül se enamorara de la noche a la mañana de uno de sus “enemigos” y mucho menos que cayera en sus brazos a la primera de cambio como si nada hubiera pasado. No. Aquí las cosas pasan a su debido tiempo y con sus luces y sus sombras. Y el mejor ejemplo de ese tobogán de sensaciones lo vimos en la noche de bodas, una de las muchas secuencias que se quedará grabada durante mucho tiempo en nuestra mente por la inmensa carga emocional que lograron transmitir magistralmente Beren Saat y Engin Akyürek.

La traición más dolorosa

Mustafá, interpretado por un fantástico Firat Çelik, ha sido la antítesis de Kerim. Debería haber sido el héroe, pero terminó siendo uno de los villanos porque tomó la decisión equivocada en el momento inoportuno. Como le dijo Kerim en su primer enfrentamiento: “Tú la dejaste. Yo me casé con ella”. Esas dos frases fueron más contundentes que cualquier puñetazo. Mustafá, quien tendría que haber sido el primero en apoyar a Fatmagül, fue el primero en darle la espalda.

Sin embargo, no hay peor ciego que el que no quiere ver y Mustafá se pasó toda la telenovela a oscuras. Al margen de su amor obsesivo y enfermizo por Fatmagül, destaca su odio hacia Kerim, mucho más profundo y visceral que hacia los Yasaran, verdaderos responsables de todo.

Para Mustafá, Kerim es el culpable de que Fatmagül lo rechace, pero lo que pasa es que Mustafá quisiera ser Kerim. Quisiera ser el hombre con el que Fatmagül se va de la mano. Quisiera ser el hombre con el que Fatmagül se casa feliz y enamorada. Pero para ser ese hombre Mustafá tendría que haber dado un paso al frente olvidando sus celos, sus prejuicios y su ambición.

Cuando comprende que nunca será ese hombre, que él ya no está en el nuevo álbum de la vida de Fatmagül, que será Kerim quien compartirá la cama con ella, comete el mismo error del principio. Tomar la decisión más fácil. Escapar. Huir de una realidad que no es la que él quiere vivir.

La gran pregunta es si Mustafá ha sido víctima o victimario. Probablemente se convirtió en victimario como consecuencia de ser víctima de sí mismo.

El enemigo en casa

Pero si la traición de Mustafá fue dolorosa, la de Mukaddes fue cruel. Si Mustafá tendría que haber defendido a Fatmagül, su cuñada debió haberla protegido con uñas y dientes. Sin embargo, fue quien primero la vendió por un puñado de monedas. Por mucho que se lamentara una y otra vez de haber tenido que cambiar radicalmente su vida, fue ella misma quien provocó esa situación al poner precio al silencio.

Pero, además, Mukaddes no sólo vendió a su cuñada por dinero, sino que también se la entregó en bandeja de plata a uno de sus violadores porque, recordemos, cuando apoyó la boda con Kerim no sabía que él no había abusado de Fatmagül. En aquel momento era exactamente igual de culpable que los demás. Ahora sabemos que Kerim resultó ser buena persona, pero pudo no haberlo sido y convertir la vida de Fatmagül en un infierno mayor.

Pero, ¿por qué esa inquina hacia su cuñada? ¿Por qué disfrutaba atormentándola? En un principio parecía que se dejaba llevar por la avaricia, pero después aparecieron nuevos sentimientos. Celos. Envidia. ¿Recordamos cuando miraba por la cerradura del baño cuando Kerim estaba en la ducha o cuando se enrabietó durante los preparativos de la boda o su sucia maniobra para separar a la pareja?

A Mukaddes la hemos llamado absolutamente de todo menos bonita cuando salía en pantalla, pero, igual que hemos denunciado todos y cada y uno de sus defectos (imposible enumerarlos todos), también es de justicia aplaudir el grandísimo trabajo de Esra Dermancioğlu. Ha creado un personaje absolutamente inolvidable. ¿O alguien va a olvidar su divertida aportación en la noche de henna?

El poder del dinero

Los Yasaran han sido los grandes culpables de toda esta historia en tanto que fueron tanto los violadores de Fatmagül como los instigadores de toda la tela de araña posterior.

Los Yasaran provocan rechazo y repulsión no porque hagan todo lo posible para evitar ser castigados, ni porque repartan maletines a diestro y siniestro para callar voces y conciencias, ni porque mientan descaradamente para vejar aún más a su víctima, ni porque huyan como ratas para evitar la cárcel. No.

Lo que más indigna es su incapacidad para reconocer que ellos son los culpables y Fatmagül la víctima, que ella no tiene la culpa de nada. Que fueron ellos los que causaron todos sus problemas. Esa es la otra gran diferencia con Kerim. Ellos lloran por su caída en desgracia, pero Kerim llora por Fatmagül.

Habría mucho que decir de estos grandes culpables por separado, pero quedémonos con que Erdogan fue el gran instigador de toda la tragedia, que Vural fue quien peor lidió con su conciencia y que Selim se limitó a ser el escudero de su primo.

Los ángeles de la guarda

Pero en esta historia también ha habido buenas personas. La primera de la lista es Meryem, la gran matriarca. Ya había demostrado su calidad humana al hacerse cargo de Kerim cuando era un niño y convertirlo en un buen hombre, pero ese valor se vio reforzado cuando se convirtió en una verdadera madre para Fatmagül. Fue la primera que escuchó su voz en medio del desastre y un firme apoyo durante la recuperación.

Eso sí, en algún momento se excedió en ese rol maternal teniendo una actitud excesivamente sobreprotectora. Tanto quiso proteger a sus “chicos” que, a veces, olvidó que tenían que volar solos, acertar y equivocarse solos, pelearse y reconciliarse solos, es decir, crear su relación por sí mismos y sin interferencias de terceros, por muy buenas intenciones que estos tuvieran.

A su lado, Khadir y Fharetin. El abogado ha sido un remanso de paz para todos los personajes. Siempre ha sido la voz de la calma, del sentido común, de la reflexión acertada. Siempre encontró solución a los problemas que creaban el carácter impulsivo de Kerim o la incontinencia verbal de Mukaddes. Y don Fharetin pasó de padre odiado a mejor consejero, firme protector de la familia y gran detective.

Es curioso. Cuando las circunstancias se volvieron adversas, los Yasaran se fueron desintegrando poco a poco. Sin embargo, los Ilgaz, Ketenci y demás construyeron una gran familia, sólida, fuerte, unida (salvo por Mukaddes, claro).

La importancia de los detalles

Hay que reconocer que esta no ha sido una historia especialmente apasionada. No hay que hacer mucha memoria para recordar todos y cada uno de los besos que se han dado los protagonistas, porque han sido contados. Sin embargo, sí ha sido uno de los romances más intensos que se recuerdan. ¿Por qué? Porque ha sido una relación fraguada a base de detalles. A base de miradas. A base de gestos apenas imperceptibles, pero muy significativos. A base de pequeños pasos que salvaban grandes distancias. A base de ventanas a través de las cuales se fueron conociendo los personajes. A base de puertas que un día dejaron de cerrarse con llave.

A base de unas manos que muchas veces fueron más protagonistas que las palabras. Quien la ha visto sabe perfectamente a qué me refiero. Quien no, debería verlo porque es imposible describir todo lo que los primeros planos de las manos de Kerim y Fatmagül han conseguido transmitir. Y ahí no podemos más que reconocer el excelente trabajo de dirección de Hilal Saral porque supo aprovechar al máximo el incuestionable talento de Beren Saat y Engin Akyürek.

La reflexión final

Pero Fatmagül es mucho más que la primera telenovela turca emitida en España. Es mucho más que un éxito de audiencia o un fenómeno global. Es mucho más que el debate sobre si la relación entre los protagonistas es o no verosímil. La clave fundamental de Fatmagül está en el mensaje que lanza el personaje de Beren Saat en el capítulo final.

“Espero que sea el último caso. Espero que los culpables siempre reciban su castigo. Que las víctimas nunca bajen la cabeza. Que la justicia siempre esté de su lado. Ojalá esto acabase aquí. Ojalá la violencia contra las mujeres llegase a su fin y no hubiese más sufrimiento (…) Yo nunca he estado sola. Que ellas tampoco lo estén”

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