'Girls' 4x04 Review: Hannah toma decisiones, ¿y ahora qué?

Por Marta AiloutiMarta Ailouti

Si algo me ha gustado siempre de 'Girls' es la manera que tiene de medir los tiempos y de crear elipsis. Fuera de la pantalla, las vidas de sus personajes continúan sin detenerse cuando la cámara deja de enfocar. Especialmente me gustan sus finales, como interrumpidos, que ocurren cuando todas las preguntas estallan, y la única respuesta que obtenemos es su maravillosa banda sonora.

Pero antes de llegar a los créditos, vamos con este capítulo que ha recibido el título de “Casilleros” y que nos llega después de un breve parón de una semana. Un episodio tan necesario como previsible, en el que Hannah finalmente parece tomar algunas decisiones. Lo que no podemos saber, es lo que tienen estas cosas, es si se arrepentirá o no después de haberlo hecho.

(¡Cuidado SPOILERS!)

Todos necesitamos que nos digan que nos quisieron

Es “Casilleros” un capítulo que tiene que ver más con las rupturas que con cualquier otra cosa, y empieza, como tiene que empezar si es este el caso, con un rechazo. Shoshanna no está teniendo mucha suerte en lo que supone su séptima entrevista de trabajo en dos semanas. Deberían advertirnos de lo difícil que es el mundo real. Afirma ella dentro de la ficción. Y ni si quiera creo que sepa de lo que está hablando. Lo bueno de este personaje, que a veces presenta altas dosis de falta de empatía con los demás, es que no puede evitar ser despiadadamente sincero.

También lo es cuando se acerca a Ray, cuya ira ha explotado en todas las direcciones en una de esas insólitas y cómicas situaciones que nos suele dejar 'Girls', como resultado de los bocinazos de los coches por el mal funcionamiento de un semáforo que acaban de instalar al lado de su casa. Y frente a esa masa de ruido insoportable y agudo, le llegan las palabras suaves y dulces de Shoshanna, que le confiesa, en un arranque de generosidad, algo que ella también necesita escucharse decir. Como por ejemplo, que nunca estuvo preparada, que siempre le quiso y que ella fue la única razón de que su relación fracasara. Porque el miedo es esa cosa que, a veces, lo supera absolutamente todo, incluido el amor.

Clementine ya no es un problema

Miedo es también lo que tiene Marnie. Primero con su música de la que no se siente del todo segura. Una inseguridad que se ve reforzada por el poco entusiasmo de Jessa y su prima al escucharla por primera vez. Curiosamente esta misma semana oí a Lenna Dunham comentar que la canción que ella y Desi tocaron en aquella actuación desastrosa en el local de jazz y brunch del principio temporada, era algo así como una mezcla entre genial, pegadiza y repulsiva. Quizás por ahí vayan los tiros, cosa que Shoshanna no tarda tampoco en hacérselo notar.

Pero donde de verdad se muestra Marnie insegura es en el terreno del amor. Desi, ese hombre, ha roto al fin con Clementine y se presenta en su casa por la noche a moco tendido para terminar confesando, veladamente, que en realidad no ha sido él el que lo ha dejado. Pero a Marnie, a la que se le ven de lejos las roturas, por la soledad o el miedo o vete a saber qué, le sirve de momento con esto, que es a decir verdad bien poco, y se limita a dejarse querer.

Desde Iowa a Nueva York

Por su parte, aunque Iowa sea ese sitio concreto que no está hecho para todos, tal y como le señala la profesora del curso de posgrado a Hannah en una conversación en la que, parece, le invita a marcharse, a mí me gusta. Disfruto y mucho, ya lo he comentado en más ocasiones, de cada uno de los malentendidos del grupo del taller de escritura con la propia Hannah, a la que sus comentarios negativos no están sentando nada bien y son la causa de, siempre según ella, su bloqueo creativo. Así, al menos, se lo hace saber a sus compañeros, con los que parece que la ruptura es definitiva y a los que no sé si volveremos a ver, a través de una carta que les ha dejado en los casilleros, -esos lugares destinados a intercambiar al parecer solo arte-, en la que procura disculparse, muy a su manera, y en la que no le bastará con repetir lo siento varias veces.

En realidad Hannah se quiere ir de Iowa desde antes incluso de haber llegado. Ya entonces podíamos intuir que no aguantaría demasiado. Y lo cierto es que su estancia allí, de la que lo único bueno es la presencia de Elijah, tampoco está dando sus frutos en materia académica, por muy bueno que sea el curso. El empujón viene del lado más inesperado, su padre, que está de visita en la ciudad. Porque tal y como le aconseja él, del que da la sensación de que se queda con las ganas de decir algo al despedirse, a veces la peor decisión que se puede tomar, es la mejor para uno mismo.

Y de repente, Mimi-Rose

Así que Hannah está de vuelta en Nueva York, donde pretende volver a recuperar su antigua vida y el control de su escritura. Aunque sinceramente siempre me dio la impresión de que no lo intentó demasiado. Sea como sea, bye bye Ioawa, ese cajón que la hacía sentir atrapada, y bienvenido el soplo aire de la gran manzana. Pero su felicidad, y evidente alivio, no le va a durar demasiado. Porque uno nunca sabe qué se puede encontrar al abrir ciertas puertas, aunque sean las de casa. Y la que aparece por allí es una tal Mimi-Rose, interpretada por Gillian Jacobs ('Community'), y detrás de ella, Adam, que le saluda rígido y frío, para justo después poner distancias entre los dos. No, ella no es solo su compañera de piso. Y de fondo empieza a sonar Patsy Cline, cantando “She's Got you” (“ella te tiene a ti”).

Y es que en un capítulo repleto de rupturas como este, no podía faltar la de nuestra pareja favorita, que llevaba semanas sin hablarse. Veremos cómo se recuperan a partir de ahora. Especialmente ella que vuelve con esa sensación turbia que dejan las cosas que hacemos a medias. Con todo, aunque casi no nos haya dado tiempo de disfrutar de los personajes por sí solos, reconozco que una parte de mí deseaba ver de nuevo a Hannah con el resto del reparto de la serie. Quizás Marnie y ella vuelvan a compartir casa. O no tarden demasiado en ofrecernos esa conversación pendiente entre ella y Adam. No las deben desde, al menos, el final de la tercer temporada. En cualquier caso un interrogante se asoma por encima de todos los demás. La pregunta es sencilla, no tanto la respuesta. ¿Y ahora qué?

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