Juego de Tronos 7x07 Season Finale: El invierno (ahora sí) ha llegado

Juego de Tronos 7x07 Season Finale: El invierno (ahora sí) ha llegado

Por Alberto Rodríguez

“El final del verano llegó y tú partirás…” que decía la canción del Dúo Dinámico para poner fin a una serie mítica que también fue emitida en tiempo estival, “Verano Azul”. Y con la misma congoja y pena porque se acaba pronto lo bueno -que hasta el cielo parece haberse de acuerdo en la península para llorar por la marcha de Daenerys, Jon y los demás hasta el año que viene-, hemos asistido a un capítulo final que bien parece un largometraje, porque casi llegamos a la hora y veinte minutos de duración.

Una vez más, el inicio ha sido tranquilo en tanto que iba cogiendo fuerza para despedirnos con un buen cliffhanger que, en mi opinión, dispersa las quejas surgidas en el episodio anterior en torno a que se marcaron un deus ex machina de manual. Todo cobra un sentido especial una vez que asistimos a este poderoso final, aunque lo que sí les concedo a los escépticos es que al Rey de la Noche le están viniendo las cosas, tal vez, demasiado bien rodadas. Pero al mismo tiempo, no podíamos pedirle menos a la mente maquiavélica del villano más tenebroso que ha conocido el “Hollywood chico” en años.

Así pues, pasemos a analizar lo que ha dado de sí la última entrega de la temporada. Y guardemos buena reserva, porque nos va a tocar aguantar sin ella probablemente más de un año, de acuerdo a las informaciones surgidas en las últimas semanas que apuntan a que el rodaje de la última temporada será más tardío. ¿Quiere esto decir que la veremos en nuestros hogares en otoño, o quizás incluso diciembre de 2018? Bueno, mira, por lo menos será invierno aquí y en Poniente. Porque ver a Jon y Sansa cubiertos de pieles con el calor de agosto estaba empezando a agobiarme…

(Desvelamos los últimos spoilers de la temporada)

Los héroes del Aguasnegras

La tensión se palpaba a las afueras de Desembarco del Rey. Desde las murallas, Jaime y Bronn vigilaban las perfectas y rectas líneas de soldados inmaculados, con Gusano Gris al frente, formando guardia a la espera de alguna señal. A continuación, las hordas de dothrakis aulladores se colaron entre los pasillos con sus cabalgaduras para infectar ese orden y apostarse de manera irregular, en círculos e hileras irregulares por delante de los adoctrinados luchadores “sin verga”.

En el interior, ya de camino a Pozo Dragón, la comitiva formada por Jon Nieve, Tyrion Lannister, Lord Varys, etc., encaraba la senda hasta el lugar de la reunión con el recelo que les imprimía ser escoltados por un grupo de soldados Lannister y Bronn como guía turístico. ¿Y qué mejor forma de despejar el malestar que rompiendo el hielo con una conversación?

Así fue como Brienne -que ya había llegado- se puso al día con el Perro contándole que Arya se encontraba sana y salva en Invernalia y que ya no se trataba de la frágil fierecilla que conoció tiempo atrás. Se diría que incluso limaron asperezas, en un tono condescendiente por parte de ella que decía “hice lo que hice por salvarla”; en cuanto a él, dejó claro que nunca más se interpondría en su camino.

Por otro lado, Tyrion aprovechó para tentar a Bronn ofreciéndole el doble de lo que ofrecía Cersei si juraba lealtad a Daenerys, y también se alegró de verlo después de tantos años. Ambos habían dado muchos tumbos desde aquella interminable noche en el Aguasnegras en la que el cobarde Rey Joffrey se escondió durante el fragor de la batalla.

Pero no había tiempo para más paseos al pasado. Puntuales a la cita, la comitiva esperó en aquellas ruinas de lo que parecía un teatro romano -en otro tiempo la cárcel de los últimos dragones conocidos en Poniente- a que apareciera el séquito todo de negro de la enlutada y acérrima Reina Cersei. Sin embargo, no estaba todos. Faltaba la otra reina.

Mas no tardó en llegar, eso sí, haciendo una entrada a lo grande junto a los dos dragones que le quedaban. Un dato que no pasó desapercibido ante la calculadora Cersei, cuyo rostro no se amilanó por la presencia de esos gigantescos seres más allá de un ligero gesto de contrariedad. De hecho, lo primero que hizo fue amonestar a la Madre de Dragones por hacerles esperar a los allí presentes. No, Cersei es más chula que un ocho, y no estaba dispuesta a mostrar ningún tipo de debilidad.

La cosa cambió cuando el Perro libero el contenido de la caja que tan costosamente había cargado hasta allí. Unos segundos de tensión por no saber lo que saldría del cubículo precedieron al susto monumental que la Reina del Trono de Hierro se llevó al estar cara a cara con aquella cosa de ojos azules que se abalanzaba para sacarle los ojos. Bendita cadena. Pero, efectivamente, su rostro se descompuso. Más aún cuando Jon le explicó que la única forma de matar a los Caminantes Blancos era quemándolos o atravesándolos con vidriagón.

Que los monstruos se maten entre ellos

Ante tales pruebas a la corona no le quedó más remedio que aceptar la tregua. Siempre y cuando, claro está, el Rey en el Norte ampliara su tregua y no eligiera bando una vez acabada la Gran Guerra. Y para asegurarse de que Jon aceptara, Cersei utilizó la manida memoria de su difunto padre, Ned Stark.

Pero Jon, hasta la coronilla de que mentaran a su padre cada vez que se trataban temas de honor, declaró a los cuatro vientos su lealtad (y amor entre líneas) a Daenerys Targaryen. Obviamente este gesto frenó durante unas horas las negociaciones, y Tyrion tuvo que coger la sartén por el mango una vez más y sacar su vena diplomática para desencallar la situación. Aun a costa de su propia vida, visitando en persona a su hermana.

Ya en sus aposentos, la figura amenazadora de la Montaña, con esos ojos rojos y la piel gris, a lo Darth Vader, no aventuraba un buen presagio para la mano de Daenerys. Máxime con el órdago que se pegó el enano instándola a dar la orden a su hermana de matarle y cobrarse en él todos los agravios que le había ocasionado en vida. Pero contra todo pronóstico, Cersei no lo mató. Y después de un cruce de acusaciones que versaban sobre la destrucción de la familia Lannister y el hecho de no perdonarle que acabara con el patriarca de la casa, horas más tarde hermano y hermana acudieron de nuevo al lugar de la reunión para comunicar que, finalmente, el ejército Lannister acudiría al Norte para luchar en la Gran Guerra.

Parecía que el hecho de que Cersei se encontrara en cinta hubiera aplacado su severidad. Pero, ¿qué va? El único que se había creído sus mentiras era el pobre Jaime, el Lannister más ingenuo, según la propia Cersei. Al contrario que Jon, incapaz de hacer un juramento en vano, la retorcida reina enlutada tenía intención de dejar en la estacada a sus recién titulados socios. “Que los monstruos se peleen entre ellos”, le dijo a Jaime. Pero su hermano y amante no estaba por la labor de faltar al juramento que él también había firmado. Y desafiando su autoridad, aun a riesgo de que a Cersei se le fuera la mano, puso rumbo hacia el lugar de la acción. Donde debía estar un buen soldado. Al fin y al cabo, ya lo dijo Cersei: siempre prefirió cazar antes que escuchar lecciones de su padre.

Al contrario que ella, que ya estaba poniendo en marcha su próxima jugada: con la excusa de un cobarde Euron Greyjoy poniéndose a salvo en las islas del Hierro -los muertos no nadan-, ocultó a sus enemigos que en realidad el corsario estaba trayendo a Poniente a la Compañía Dorada, los mercenarios pagados por el Banco de Hierro que equilibrarían la balanza frente a las huestes de “Jonerys”.

Adiós a Hediondo

Antes de separarse, Theon compartió unos momentos a solas con Jon en la inmensidad del salón del trono de Rocadragón. Bajo esos altos techos, Hediondo recordó los tiempos en los que fue acogido por la casa Stark en Invernalia y alabó cómo Jon siempre, incluso de joven, eligió la intachable senda de la virtud. Jon enseguida apartó esos pensamientos de su interlocutor explicándole que él también dudaba sobre las decisiones que tomaba y que al igual que todos había cometido errores de los que se arrepentía. Aunque éstos no podían compararse a los de Theon, por muy malos que fueran los de Jon.

No obstante, el Rey en el Norte se compadeció del lastimado muchacho que le miraba en esos instantes, y le perdonó todo aquello que le correspondía a él perdonar. Y el ansiado perdón pareció conferirle energías renovadas a Hediondo, que raudo y veloz se apresuró a alcanzar a los hombres que habían jurado lealtad a Yara para pedirles que arriesgaran sus vidas por salvar a su hermana. Pero el capitán tenía otros planes: huir hacia otras islas al este para refugiarse de los muertos. Saqueando y violando. Como siempre.

Pero Theon le recordó que su hermana había prohibido para siempre tales fechorías. La tensión, otra vez, se mascaba en la playa mientras esos hombres determinaban a quién obedecer. Si al pobre diablo que no respetaban, o a su actual capitán. Como suele ocurrir en estos casos, los puños decidieron.

Lo que empezó como un espectáculo funesto para el pobre Theon, haciendo un ridículo lamentable con cada mojicón que recibía de su oponente y coreado por las risas de sus paisanos, acabó en un duelo solemne en el que las carcajadas pronto callaron al ver cómo esa piltrafa humana en que se había convertido se levantaba con la cara ensangrentada llena de arena y volvía a por más. No se rendía. A pesar de ir perdiendo. A pesar de las amenazas de muerte. Y entonces, el desconocimiento en la biografía de Theon por parte del capitán le llevó a cometer un error buscando su punto débil en la entrepierna. ¡Oh, craso error, amiguito! ¡Me toca! Y ahí fue cuando Theon embistió contra su cráneo con el suyo propio y su remontada se hizo una realidad hasta convertirse en el ganador de ese combate a muerte.

Al terminar, se limpió la cara con el agua salina del mar. Como de si de un bautismo se tratara, mitad Greyjoy, mitad Stark, Theon dijo adiós para siempre a Hediondo.

No hay justicia en este mundo a no ser que la hagamos nosotros

Meñique había llegado muy lejos. Y él lo sabía, mientras se relamía para sus adentros en un lateral del salón principal. Entre las sombras, donde le gustaba estar. Sansa había llamado a su hermana Arya para enjuiciarla. Pronto habría un Stark menos en este mundo.

Los cargos fueron leídos: asesinato y traición. A continuación, se pidió al enjuiciado que se defendiera ante tales acusaciones, pero todos los ojos se volvieron hacia él. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué había podido salir mal en su orquestada maniobra de meter ponzoña entre hermanas? ¿Cuándo habían hablado y se habían puesto de acuerdo para arremeter contra él?

No importaba. Saldría de ésta gracias a sus artes. Como siempre. Aturdido, pidió que se explicaran los cargos: asesinato contra la tía de Sansa, Lysa, arrojada por Lord Baelish por el agujero del Nido de Águilas con el objeto de quedarse con el valle. Por más que Meñique intentó persuadirla de que ese acto lo había hecho para protegerla, Sansa era la principal testigo y no podía seguir pasando por alto ese crimen contra su tía. Una mujer perturbada, que loca de amor por Lord Baelish, no sabía lo que hacía. De hecho, le acusó de enturbiar la relación entre su madre y su tía, algo similar a lo que estaba haciendo en esos momentos con Arya y con ella.

Pero todavía faltaba el segundo cargo: traición. Lord Baelish conspiró con Cersei y Joffrey para acusar de traición a Ned Stark. Él inició la disputa entre las casas Lannister y Stark acusando a Tyrion Lannister de la muerte de Lord Jon Arryn cuando en realidad fue él. Su objetivo: sembrar la discordia que más tarde llevaría consigo la trágica muerte de Ned Stark. Pero Lord Baelish no iba a tragar así como así, y pidió pruebas, seguro de que ninguno de los allí presentes podía atestiguar tales actos. Mas cuando eres el cuervo de tres ojos, cuya visión llega al pasado, presente y futuro, ay amigo mío, no tienes escapatoria alguna. Y como era obvio, Bran contó ante toda la sala cómo Meñique había puesto la daga propiedad ahora de Arya en el cuello de Ned Stark y le dijo que no debía haberse fiado de él. No hay más alegatos señoría.

Visto para sentencia.

Y fiel a la poesía cruel de las muertes de esta serie y a las prisas que acompañan a Arya, de un tajo con la misma daga que intentó matar a su hermano Brann, rebanó el cuello de tan peligroso bicho. Esa serpiente ya no emponzoñaría más a las mujeres Stark.

“Jonerys”, el incesto más controvertido del lugar

En la conversación que mantuvieron Jon y Daenerys mientras Tyrion volvía de parlamentar con su hermana se notaba en el ambiente una ligera sensación incómoda de amago de beso. Incómoda al menos para mí, porque no termino de ver a estos dos juntos. Lo siento por los fans de “Jonerys”. Pero como no soy yo quien decide, prosigamos con el relato. La cuestión es que después de que Jon confirmara en público su lealtad por su reina, a la madre de dragones “se le cayeron las bragas”. Y en cuanto el lobo solitario llamó a la puerta del camarote del dragón -en un crucero rumbo a Puertoblanco-, a la khaleesi le entraron unas ganas irrefrenables de catar varón y, tía y sobrino, se pusieron al lío.

Ellos siguen sin saberlo claro está. Pero Bran ya le ha comunicado a Sam la verdadera identidad de Jon Nieve o, mejor dicho, Jon Arena. Aunque su verdadero nombre es Aegon Targaryen, hijo de Rhaegar y Lyanna. Esto hizo recordar a Sam el pasaje que Elí le leyó en la Ciudadela y gracias a esa referencia, Bran pudo viajar al momento exacto de la boda secreta de su tía con Rhaegar en Dorne. Lo cual, significa a su vez, que la revolución iniciada por Robert estaba basada en una mentira, porque su tía ni fue secuestrada ni muchos menos violada por los Targaryen.

Y mientras tanto, Jon parece haberse propuesto probar a Daenerys que lo que le dijo la bruja que mató a su marido es mentira, y que puede engendrar hijos. Sólo necesita al varón adecuado. Y puede que, precisamente, para que la dragona se quede en cinta, necesite de la semilla de un dragón. Pero de ser así, no me quiero ni imaginar la conmoción que puede suponer que tía y sobrino engendren un bebé. Aunque viendo el palo del que van, y que en la Edad Media no estaban para un “quítate y no te menées”, lo mismo ni se inmutan cuando se enteren de la noticia. Eso sí, a Tyrion parece contrariarle estas nuevas relaciones de cama.

La caída del Muro

Y llegando al final de esta extensa review, debemos comentar lo que ocurre en Guardaoriente de Mar. Porque después de siete largos años, los Caminantes Blancos han llegado al Muro. Y pareciera que todo estuviera planeado para llegar en ese preciso momento, y no antes.

Porque de no haber alistado a Viserión en sus tropas, ¿cómo podrían haber reventado el gigantesco muro de hielo que protegía a los vivos de los muertos? Seguramente hubieran encontrado la forma, pero no tan espectacular, eso seguro. Y sí, se confirma que el dragón lanza fuego azul pero no por ello quema menos.

Después de unas cuantas pasadas, un enorme boquete se abrió en la principal y ancestral defensa de Poniente. Como el que hace un corte a una “comtesa” helada, el bloque se retiró en masa dejando un estupendo espacio abierto para que las tropas del Ejército de la Noche siguieran su camino hasta su verdadero destino. La humanidad.

La pregunta es ¿hasta dónde llegarán? ¿Alcanzarán Desembarco del Rey? ¿O lograrán entre todos frenar el avance en el Norte? Y en vista de los dos grandes conflictos que se ven el horizonte, ¿qué se dirimirá antes, la Gran Guerra o la Guerra de los Siete Reinos?

Pues me temo que tendremos que esperar un largo año para saberlo. Lo que sí está “clarinete”, con los primeros copos de nieve en años sobre Desembarco del Rey y con la fantástica panorámica que os dejó para acabar aquí, es que el invierno ya no se acerca. El invierno ya está aquí.

Sobre este blog

Etiquetas
stats