'The Bastard Executioner' 1x07 Review: el amor, la venganza y la culpa

Por Marta AiloutiMarta Ailouti

El problema de 'The Bastard Executioner', uno de tantos, es que se nos ha vendido como la historia de su verdugo y su venganza, y Wilkin Brattle es un protagonista plano al que le falta carisma y algo, o mucho, de carácter. El pseudo Gawain Maddox está donde está porque otros, Annora, así lo han decidido, y, aunque a veces se revuelva al hacerlo, parece solo una marioneta manejada al antojo del “bueno” del chambelán.

¡CUIDADO SPOILERS!

No sé si será un defecto de interpretación o de guión, probablemente de ambos, pero al personaje de Lee Jones le falta sangre. Lo cual no deja de sorprenderme tratándose como se trata de un verdugo. Sea como sea, ironías aparte, la trama de la venganza, aunque se avance, no nos lleva, al menos por ahora, hacia ninguna parte. A estas alturas los cadáveres de West River Riding ya están más que fríos en nuestra memoria y mucho me temo que su interés va a ser difícilmente recuperable después.

La no historia de amor

Consciente o no de la situación, lo cierto es que la serie se centra en este capítulo en ese otro sentimiento que también lo mueve todo y es el amor. El problema, y ya van dos, es que el amor, como cualquier sentimiento, ha de construirse. Y aquí, en vez de ello, el drama se ha dedicado a saltarse etapas.

Por mucha profundidad que se le haya querido dar a las escenas que la baronesa y su verdugo han compartido hasta ahora, lo cierto es que el romance no termina de funcionar. Ese amor eterno y repentino que viene de la nada y es entre adultos -por mucho que una sea una romántica empedernida-, no se sostiene por ningún lado.

No es tontería, si además tenemos en cuenta que la venganza, el amor y la culpa, son los sentimientos que presumiblemente constituyen la piedra angular de 'The Bastard Executioner'.

Pero no nos adelantemos tanto, ¿cómo se ha llegado a esta situación?

La no venganza

En su séptimo capítulo, Denley, uno de los autores de las atrocidades de West River Riding, es asesinado mientras Marshal, Wilkin, el sheriff y sus hombres son atacados cuando investigaban un campamento nómada situado al oeste del condado de Ventris que podría pertenecer a los rebeldes.

Si sintomático resulta que a estas alturas apenas conozcamos los nombres de estos tres -Leon, Denley y Locke-, más lo parece que esta tercera venganza -si contamos al propio barón de Ventris-, resulte tan insulsa y tan pasiva como para que, de hecho, sean otros los que la lleven a cabo.

Bien es cierto que el no derramamiento de sangre forma parte de ese acuerdo con Milus Corbett del que penden la vida del resto de sus compañeros y cuyas consecuencias no se harán esperar demasiado. Sin embargo, no deja de sorprenderme el hecho de que no se trame y conspire más a menudo en búsqueda de esa venganza que, según se nos dice, es tan deseada.

El pasado de Milus Corbett

Así las cosas las represalias, ya lo he dicho, no tardan demasiado en llegar. Si a menudo me gusta señalar a lady Love como una de las principales razones para ver 'The Bastard Executioner', Milus Corbett es la otra. Un personaje que me desagrada sin llegar al límite y me gusta en la parte restante.

Ya escribí en su momento que, más allá de la avaricia y la capacidad de supervivencia a cualquier precio del chambelán, le veo a veces algo de buen fondo. Una especie de cariño y respeto sincero hacia la baronesa -lo que además me parece mutuo-, cuyo único objetivo es el de proteger el condado de Ventris.

Cierto es que el lado oscuro de Corbett abarca mucho más en él. Algo que tiene que ver en parte con ese pasado de abusos en su infancia que nos revela justo antes de asesinar a Calo Caine, otro de esos personajes prescindibles para la ficción.

De esta confesión podríamos extraer una posible animadversión hacia los religiosos, en especial hacia un tal Darbone, que tal vez nos sea útil de cara a la trama del archidiácono, cada vez más cerca de Annora, en búsqueda de esas marcas heréticas que tiene a lo largo de su cuerpo y que corresponden, en realidad, al Libro del Nazareno.

La culpa

Por su parte, el tercer eslabón de la serie, la culpa, desemboca en esa confesión del falso Maddox a lady Love que se supone cambiará los acontecimientos. Wilkin es un personaje atormentado ya de por sí por su pasado como soldado, que se siente responsable del asesinato de su esposa embarazada y, desde que llegó al palacio, también de la muerte de la baronesa Trula, a la que ahora se suma un inocente dispuesto a pagar por ese crimen a cambio de garantizar el futuro de su mujer e hijos, y el propio Calo Caine.

Por supuesto, no todas las muertes son su responsabilidad, pero es el remordimiento lo que sin duda le empuja en una única dirección. La de la confesión, aunque sea solo en parte. Y de aquí volvemos al principio. Quizás ahora, con un argumento de peso como el de su verdad, la relación entre lady Love y su verdugo sí pueda crecer en profundidad hacia alguna parte que resulte auténtica.

Con todo, no será solo la noble la que conozca a partir de ahora la verdadera identidad de nuestro protagonista. También Leon Tell, el sheriff o juez del condado, durante un amago de pelea con él, escucha su auténtico nombre, de lo que se deduce que no tardará en atar cabos.

Antes de terminar, tampoco quisiera pasar por alto la “generosa” despedida de Wilkin con Jessamy, cuando este aún estaba dispuesto a desaparecer. ¿Podría ser entonces que el bebé, que el verdugo y la baronesa ven en sus visiones fuera en realidad el de la viuda de Gawain Maddox?

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