'Vikings' 4x05 Review: traiciones, conspiraciones y una promesa cumplida

Por Marta AiloutiMarta Ailouti

Es oficial. History Channel ha renovado 'Vikings' por una quinta temporada de otros 20 capítulos. Casi nada. La renovación no podía llegar en mejor momento. Después de un episodio prácticamente redondo, donde absolutamente todos sus personajes, o al menos la inmensa mayoría, nos han ofrecido la mejor versión de sí mismos. Me vais a perdonar que no reprima mi entusiasmo pero es que después de un segundo visionado, escena por escena, no encuentro ningún rincón en esta Prometida que esté de más. Y si lo hay no importa, porque prevalece todo lo demás. ¿Y a vosotros qué os parecido? A continuación, lo comentamos.

¡CUIDADO SPOILERS!

La “resurrección” del rey Ecbert

Para dejarlo claro, no es que las tramas de los reinos de Francia y de Inglaterra no me gusten, es que me parece que se repiten innecesariamente. No aporta nada, por ejemplo, que se centren por enésima vez en las relaciones extramaritales que los nobles de Inglaterra están manteniendo. Una práctica, por cierto, bastante habitual en aquella época.

Tampoco el discurso de libertad de Judith, por más que me guste su personaje, que de tanto repetirse está perdiendo su efecto. Bien es cierto que la princesa lo repite porque siempre hay alguien que necesita volver a escucharlo. Primero fue su amante, después su padre y finalmente su marido. A cambio de su insistencia ha conseguido un anillo. Ella, que tanto habla de libertad.

De fondo, los nobles de Wessex acuerdan movilizar a sus hombres para liberar Mercia y devolverle el trono a Kwenthrith. Es ella quien nos avanza algo más de ese desconocido W, al que no ponemos cara, pero cuya existencia fue fundamental en el rescate de la torre del segundo episodio. De sangre real, W de Wigstan es uno de los hombres de la guerra más poderosos en Mercia. Su motivación es más bien personal y no parece despertar demasiadas confianzas en nuestra reina maldita.

No obstante, más le valdría a Kwenthrith centrar sus desconfianzas en uno de sus aliados. El rey Ecbert ha “resucitado” como ese Jesucristo al que se dirige con los brazos en cruz para después vender su alma al diablo. No en vano, lo que a él le interesa es el reino terrenal y no el de los cielos. Maravillosa escena que nos recuerda que algo más late siempre en las profundidades del suelo inglés.

El conde Odo en peligro

Mientras tanto en París, tras la construcción de la fortaleza y de la cadena de hierro, continúan los preparativos para defender la capital francesa de los vikingos. Al contrario que Rollo, consciente de que si su hermano regresa será allí donde se decidirá todo, el conde Odo se muestra demasiado confiado respecto a sus posibilidades.

Sin embargo, a la vista de los últimos acontecimientos, alguien debería recomendarle a este personaje que se cubriera un poco más las espaldas. O al menos mejor. Curioso me resulta que Rollo piense ahora que solo un cobarde apuñalaría a un hombre por la espalda, cuando es precisamente lo que él hizo y con sus propios compañeros.

Sea como sea, no solo la princesa Gisla conspira contra la vida de Odo, también su amante Therese, y el que parece ser su incestuoso hermano, lo hacen. Los dos, al menos, han solicitado una audiencia privada con el rey Charles para revelarle la oscura ambición del conde por remplazarle y convertirse en emperador.

Al monarca francés –cuyo personaje se pasea y juega con el espacio, acercándose y alejándose, en un hermoso plano–es un gusto tenerlo de nuevo en pantalla. Muy distinto a Ecbert, su carácter es excéntrico, pusilánime y cobarde, aunque con ciertos atisbos de inteligencia que le vuelven imprevisiblemente peligroso. No en vano, pese a sus defectos, ha conseguido mantenerse en el trono todo este tiempo.

Ragnar revela su secreto

Por su parte, en Kattegat los nuevos visitantes despiertan la desconfianza del mayor de los Lothbrok. Bjorn, que acaba de descubrir por Torvi la procedencia del anillo que tiene entre las manos, sigue escalando puestos en su ascenso a papel protagonista. Y confieso que me gusta. Y mucho. Si sigue así es posible que haya vida después de Ragnar a pesar de todo. Una vida, eso sí, que no me gustaría tener que vivir por ahora.

Por el momento, el rey vikingo prefiere permanecer apartado del resto de sus hombres. Abatido, desmotivado y, según sus propias palabras, sin fuerzas, solo su hijo –cuya complicidad y mutuo cariño es más que evidente– y Yidu son capaces de acercarse a él. De la ex-esclava, hija del emperador Dezong de China, procedente de la dinastía Tang, no me fío absolutamente nada. Su cara es cuanto menos sospechosa cuando un adictivo Ragnar le pide su “medicina”.

Tampoco ayuda que conozca su más terrible secreto. Aquel que le revela en las alturas de un tejado y que tiene que ver con la muerte de los vikingos a manos del príncipe Ethelwulfo en Inglaterra. Si esto se supiera por alguien que no fuera él mismo, pongamos Aslaug por ejemplo, las cosas se podrían poner muy feas para nuestro bienquerido rey. Más de lo que ya lo están de por sí.

Harald y Halfdan, una nueva amenaza

Y es que los nuevos visitantes, como bien sospecha su hijo, no traman nada bueno. Harald y su hermano Halfdan (Jasper Pääkkönen), al que hemos conocido en este episodio con la llegada de sus veinte barcos y 600 hombres para apoyar la invasión a París, son en realidad un soplo de aire fresco para la ficción histórica.

Con un aparente descaro –no ocultan su propósito de hacer su reino más amplio aún a expensas del propio Ragnar–, su presencia amenazante es como la de un oso para Bjorn. Saca lo mejor de él. Sus interacciones con Harald, tirantes y con dobles sentidos, hacen que el nada pequeño Lothbrok se crezca aún más en pantalla.

Por el contrario, su padre, apenas presta atención a la llegada de Halfdan, al que menosprecia ignorándole. El líder vikingo no es lo que ellos hubieran imaginado. El hombre del que hablan todas las leyendas, que conquistó Inglaterra y París, que se hizo rey a sí mismo choca con la realidad que se encuentran. Una versión desfigurado de un ser apático, distanciado de su propio reino y de su reina (quien conspira en la distancia contra él), que no participa de las fiestas, sin interés aparente por volver a Francia y, por último, capaz de desterrar a Floki, el constructor de barcos, por haber matado a un cristiano.

Sin embargo, puede que se confíen demasiado después de todo. Porque Ragnar, aún desde las alturas, les está observando muy de cerca.

El “accidente” de Ivar Sin Huesos

Al que el rey de Kattegat no presta mucha atención últimamente, en parte porque Aslaug se lo impide, es a su hijo Ivar Sin Huesos. Es cierto que Lothbrok no ha sido muy buen marido nunca pero probablemente, y a su modo, sí haya sido un buen padre. Razón no le faltaba, al menos, cuando intentó que el más pequeño de sus descendientes, apartado con un trato especial por su condición, jugara con el resto de los niños como uno más.

Me temo que ahora es tarde. Ante la mirada aterrada de Helga, y hasta del mismísimo Floki, en una disputa por una especie de balón, Ivar alarga la mano hacia su hacha y le parte en dos la cabeza a otro niño. La escena es contundente como lo es siempre que hay menores de por medio en algo así. Pero ignoro qué asusta más. Si la acción del hijo o la reacción de Aslaug que trata de calmarle con frases como que todo está bien y que la culpa en realidad no es suya.

Lagertha cumple su promesa

Así las cosas, si este capítulo hubiera terminado justo aquí, habría sido igualmente un buen episodio. Pero la serie nos reservaba una última sorpresa. Os tengo dicho que los títulos en 'Vikings' nunca son mera casualidad y Prometida, no podría ser más acertado.

Han transcurrido algunos episodios, siete para ser exactos, desde que Lagertha le prometiera a Kalf, y también a nosotros, que algún día le mataría por haberle arrebatado su condado. Es precisamente esta promesa la que oscurece su mirada cuando el conde le pide matrimonio y ella acepta. No lo sabemos entonces. Que bastará un momento para clavarle una daga en el corazón.

Tampoco Kalf lo sabe, aunque lo intuye. “Donde quiera que esté –le dice– no quiero olvidar jamás como lucías el día de nuestra boda”. Una vez más 'Vikings' lo logra. Pocas series cuidan y miman tanto las muertes de sus personajes como lo hace este ficción. El conde de Hedeby, en una muestra tremenda de generosidad, le devuelve el beso a la vikinga.

No se puede ser más diosa que Lagertha al final de este capítulo. Esto es así. Recuperó su condado y cumplió su promesa. Con la sangre del que una vez le robó su título aún en su vestido de novia desfila hacia el resto de los vikingos al grito de “larga vida a la condesa Ingstad”. Que así sea.

Y por si os ha parecido poco, os dejo la promo del próximo capítulo. ¿Alguien ha dicho París?

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