Cinco razones para recordar Tiempos de guerra

Cinco razones para recordar Tiempos de guerra

Por Betty M. Martínez

Tiempos de guerra ha dicho adiós sin que sepamos si habrá o no segunda temporada. Sea como fuere, regrese o no, estos trece capítulos han dado mucho de sí. Ha habido tiempo para los romances, para recibir una clase de historia intensiva, para comprobar cómo eran y como son la sanidad y la sociedad, pero qué es lo que recordaremos de Tiempos de guerra.

¡¡CUIDADO SPOILERS!!

Duelo de egos

Que la productora Bambú tiene un don a la hora de hacer el casting de sus series no es ninguna novedad, pero en esta ocasión volvió a dejarlo claro al contar con José Sacristán y Alicia Borrachero para interpretar al coronel y a la duquesa. Optaron por dos grandes talentos para darle peso a dos grandes personajes.

Será difícil olvidar el duelo de egos entre la aristócrata y el militar, pero lo más interesante es que ese enfrentamiento derivó muy sutilmente hacia una fuerte alianza. Si al principio no se soportaban y cada uno hacía cuanto podía por marcar su territorio frente al otro (“yo controlo la sanidad militar frente a yo controlo el hospital”), al final ambos comprendieron que buscaban lo mismo. Ofrecer la mejor atención sanitaria posible a los soldados.

Pero ese duelo no se limitaba a esos dos personajes de fuerte carácter. Era también la lucha entre el Ejército, que sufría la guerra sobre el terreno, y la Corona, que, con las Damas Enfermeras, conseguía también una extraordinaria campaña de propaganda.

Y, en tercer lugar, también se vislumbra un tercer duelo. El del veterano militar que tiene que asumir que una mujer, por muy aristócrata que sea, esté a su misma altura en el escalafón del poder y en la toma de decisiones. Casi podría decirse que la duquesa consiguió, a su manera, romper el famoso techo de cristal.

Han sido dos de los personajes que más intensidad han aportado a la serie, no ya solo por sus enfrentamientos dialécticos (si no está de acuerdo, llame a la reina), sino también por la tensión que desprendían hasta sus silencios.

El poder de los prejuicios

Si para la duquesa fue complicado hacerse respetar, aun contando con el total respaldo de la reina, ¿qué decir de Larbi? Ha sido probablemente uno de los personajes revelación de Tiempos de guerra. En principio, era el conductor de ambulancia, el camillero, y así lo veíamos, como un personaje secundario. Sin embargo, pronto comprobamos que era algo más.

Aparte de su relación con Magdalena, con Larbi vivimos (y sufrimos) el poder que tienen los prejuicios. Era musulmán, lo que automáticamente lo hacía sospechoso de todo lo malo que sucediera en el hospital. Que han robado material, fue Larbi. Que han filtrado información a los rebeldes, fue Larbi. No importaba que siempre estuviera para echar una mano o que se esforzara al máximo por cumplir sus responsabilidades, muchos sólo lo veían como un “moro”. Desde el teniente Molina, incapaz de salirse de su mente cuadriculada, hasta la propia Susana, tan ciega socialmente que le costó ver cómo Larbi miraba a Magdalena.

Pero ha habido también prejuicios en cuanto a las Damas Enfermeras. Su llegada a Melilla tampoco fue fácil precisamente. Las dudas de Verónica sobre la capacidad de trabajo, esfuerzo y compromiso de las aristócratas es más que comprensible si recordamos el comportamiento que tuvo el prometido de Magdalena durante su corta estancia en Melilla. Sin embargo, Julia y compañía demostraron que haber nacido en cuna de oro no las inhabilitaba para ejercer una profesión.

Qué difíciles son los cambios

Si bien las Damas Enfermeras consiguieron adaptarse con relativa facilidad a su nuevo entorno, hubo otras cuestiones que tardaron demasiado en ser cambiadas. Álex García no sólo ha sido el galán principal de la serie, sino que también ha interpretado a un médico, caracterizado por su afán de superación y, sobre todo, por sus ganas de mejorar el sistema en el que tiene que trabajar. Han sido muchos los momentos en los que parecía un solitario David luchando contra el Goliat representado por los usos y costumbres del Ejército español.

Es el primero que confía en el hospital de la duquesa porque comprende que cuantos más medios haya, mejor para los heridos. Y también es el más firme defensor del hospital de campaña. Sus argumentos eran sólidos y convincentes, pero tuvo que batallar hasta el cansancio para conseguir que se llevara a la práctica porque el concepto “innovación” aún no formaba parte del vocabulario de la época.

Hay cosas que nunca cambian

Si a Fidel le costó cambiar las cosas, a la audiencia nos quedó muy claro que algunas cosas no cambian. Ha habido una cuestión que llamó bastante la atención, pese a haberse abordado muy por las ramas. Se echó en falta un mayor desarrollo de la trama corrupta.

Al principio, el análisis de los números parecía que era una tarea endosada a Andrés para que no tuviera tanta luz como Fidel, pero fue un espejismo. Su minucioso trabajo revisando las cuentas nos llevó a comprobar que en tiempos de guerra siempre hay quien intenta sacar tajada a costa de los demás.

El desajuste contable en la taberna nos importó relativamente poco en tanto que Raquel y su padre formaban parte del grupo de los villanos, por lo que entraba dentro de cierta lógica que también tuvieran un lado oscuro. Es más, a la propia Raquel no le tembló la mano en meter la mano en la caja para pagar el chantaje del padre de su hijo.

El caso del desajuste en los suministros del hospital es otra historia. Lo primero que sorprende es que nadie se diese cuenta antes. Con lo escrupulosa que era Pilar, siempre con su libreta en la mano, y lo exigente que era la duquesa a la hora de reclamar envíos desde la Península, ¿cómo es posible que se les pasara por alto que las cifras no cuadraban?

Pero el golpe de gracia, ese momento que siempre recordaremos, es cuando descubrimos que no se trata de “despistes” de “intermediarios”, sino que existe toda una trama organizada desde lo más alto del escalafón. Qué difícil ha sido para Andrés, la duquesa y el coronel ser manzanas sanas en un cesto lleno de fruta podrida porque cuando los de arriba no quieren investigar las cosas, ¿qué pueden hacer los que reciben órdenes? Menos mal que la duquesa mostró su carácter y se rebeló, a su manera, contra la situación haciendo lo que consideraba correcto con Magdalena.

Unos romances equilibrados

Y, por supuesto, en Tiempos de guerra también hemos tenido romances y, una vez más, Bambú ha demostrado su habilidad para presentar diferentes historias de amor con el equilibrio justo. Cuando un amorío cobraba protagonismo, los otros rebajaban su intensidad. Todos han tenido su espacio y su tiempo y todos nos han conquistado.

Los grandes protagonistas eran Julia y Fidel. La suya ha sido una relación un tanto extraña. Primero, porque tardó bastante en concretarse. Es cierto que desde el principio se dio por sentado que pasaría, pero fueron necesarios bastantes capítulos para que fuese tomando forma. Segundo, porque si se analiza en profundidad es complicado entender cómo es posible que la audiencia simpatizara con “los otros” antes que con “los oficiales”.

Eso sí, con los terceros en discordia hay que hacer matices. Andrés se ha portado como un caballero de principio a fin. El personaje de Álex Gadea tuvo su momento de ofuscación, algo completamente lógico, pero después asumió su derrota con una gran deportividad. En cuanto a Susana, las cosas son distintas. Si bien todos la comprendimos cuando reprochó su comportamiento a Julia. Es más, tenía toda la razón en estar furiosa. Sin embargo, su actitud en el último capítulo le hizo perder toda la simpatía popular. Menos mal que el destino se encargó de poner las cosas en su sitio.

En cuanto a Pilar y Luis han sido, sin duda, la pareja más intensa. Su romance ha sido un continuo ir y venir y, además, Cristóbal Suárez debió haber cobrado un plus porque se ha llevado el récord de bofetadas de la serie. Quizá aquí el único reproche que podría hacerse es que Raquel ha pasado de tercera en discordia a villana con demasiada rapidez. La gran montaña que separaba al médico y la enfermera se transformó muy pronto en una colina. Eso sí, hay que reconocer que a Nuria Herrero le ha tocado ser una de las pocas villanas de la serie y ha cumplido con creces. Ha habido momentos en que ha sido absolutamente insoportable. De esta historia, también recordaremos el gran trabajo de Verónica Sánchez. No era necesario que Pilar hablase. Cada gesto, cada mirada, cada movimiento lo dejaba todo dicho.

La de Larbi y Magdalena probablemente haya sido la gran pareja de la serie. Primero, porque a priori era la historia más complicada de las tres, la más imposible, la que tenía más obstáculos; pero, curiosamente, ha sido la que antes se ha resuelto. Segundo, por el maravilloso trabajo de Daniel Lundh y Anna Moliner. No solo han conseguido conectar entre ellos, sino que lo han hecho con la audiencia.

Es más, Magdalena se ha convertido en el personaje revelación de la serie. Era la más “bien” de todas las señoritas bien que desembarcaron en Melilla, pero poco a poco se ha convertido en la más integrada y en la más abnegada enfermera. Pero, aparte de su relación con Larbi y su trabajo, Magdalena ha dado una clase magistral de lo que significa ser una buena amiga. Apoyó a Pilar cuando se reencontró con Luis, pero, sobre todo, supo lidiar con mucha mano izquierda su doble amistad con Julia y Susana. Y estar en medio de dos amigas que aspiran al mismo hombre y no perder el equilibrio no es fácil y Magdalena supo darle su lugar a ambas.

El único pero que se le podría hacer a esta pareja es que nos hemos quedado en las rosas. Nos faltan las espinas. Hemos visto cómo subían juntos a las nubes, pero hubiera sido interesante ver cómo aterrizan en la realidad que les toca vivir. Nos insinuaron algo con las miradas a la presencia de Larbi en la Purísima, pero en esta historia aún habría mucho más que contar.

Como también aún mucho que contar en el triángulo que han formado Guillermo, Verónica y Gloria. Al gallego le ha sobrado corazón durante toda la serie, pero le ha faltado suerte. El leal escudero de los caballeros doctores se ha ganado a pulso tener también un final feliz, pero, como diría el personaje de Federico Pérez Rey, “éche o que hai”.

Y, llegados al final, podría decirse que se ha cerrado un círculo. El hospital recupera la normalidad tras el desastre y las parejas protagonistas encaran sus vidas con ilusión y optimismo, pero también hay ventanas abiertas que podrían conducir a una segunda temporada. Vertele ya analizó los pros y los contras para una posible renovación.

Mientras, a los espectadores solo nos queda esperar para comprobar si seremos testigos del destino de Julia y Fidel, si veremos a Magdalena y Larbi superar los prejuicios, si sabremos qué pasó con los medicamentos, etc. O si, por el contrario, nos quedaremos con esta sensación de que al final todo ha salido como tenía que salir.

Sea como sea, lo que está claro es que tenemos muchos motivos para recordar las semanas que vivimos Tiempos de guerra.

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