Crítica Vertele

'Atrapa a un ladrón': la joya prestada de Hitchcock que ha sabido pulir Olivares

'Atrapa a un ladrón': la joya prestada de Hitchcock que ha sabido pulir Olivares

Paula Hergar

Atrapa un ladrón se estrenó el pasado 7 de noviembre en Paramount Network convirtiéndose en la primera serie española de la cadena que, además, llegaba con el incentivo de ser una adaptación del clásico cinematográfico homónimo que en 1955 dirigió Alfred Hitchcock.

Un encargo directo que hizo el canal a Javier Olivares, tras ver lo que había sido capaz de hacer con El Ministerio del tiempo. Una decisión acertada, ya que pocos aceptarían el reto de actualizar un clásico y menos siendo de uno de los maestros del séptimo arte. Pero tampoco creía nadie que una serie española sobre viajes en el tiempo pudiera triunfar hasta que llegaron los hermanos Olivares.

Con esto no quiero decir que Atrapa a un ladrón (la serie) esté al nivel de El Ministerio del Tiempo, porque no lo está. Aquella – que ya está rodando su cuarta temporada- sí que se ha convertido en un clásico televisivo, mientras que la nueva ficción con Alexandra Jiménez y Pablo Echerri se queda en un ligero entretenimiento.

Aunque eso sí, más divertido que el film original y con dos diamantes: el sello de Hitchcock y el de Olivares (casi más adictivos que la historia en sí).

Los paralelismos con la película

La historia que cuenta la serie es similar, no igual, a la que contaba Cary Grant y Grace Kelly en aquellos años 50.

La producción de Paramount también nos presenta a un ladrón retirado que vuelve a su lugar de partida para seguir los pasos de un imitador en activo. También encontramos a una mujer engañada por el malo reconvertido. Unos camaradas de éste que siempre permanecen en la delgada línea del bien y del mal. A una policía que va por detrás del protagonista constantemente. Unos paisajes idílicos. Y hasta un gato negro que nunca aparece en balde.

Todos esos ingredientes básicos de la película se mantienen en la ficción seriada y, de hecho, son casi de lo más flojo de la propuesta. Ya que cuesta sentir pasión por esa historia.

El acierto de modernizar a los clásicos

Sin embargo, lo que sí se agradece es que se haya modernizado el cuento:

Cary Grant encarnaba al perfecto caballero de Hitchcock, sobre los 60 años, con gusto para vestir, siempre atento a todas las mujeres que caían rendidas a sus pies, un peinado intacto incluso cuando el aire aprieta y con comentarios - que en la actualidad muchos definirían como - machistas serviles.

Echerri, en cambio, es el caballero actual: un embaucador profesional, amante del arte, capaz de seducir a cualquier mujer adaptándose a los gustos de ella, rondando la cuarentena y con un toque de despistado atento.

En cuanto a los personajes femeninos, el de Grace Kelly estaba encantado de saberse adorado por su físico. Poco más necesitaba para ser deseada. Protegida por una madre millonaria, no dudaba en usar su dinero como último recurso para acabar de engatusar a los hombres.

Alexandra Jiménez, en cambio, personifica a la mujer de hoy: independiente económicamente, admirada en su profesión, acotumbrada a luchar el doble para que reconozcan su talento y capaz de arrasar con todo, tanto que casi le roba el protagonismo al protagonista.

Una actualización de los personajes que facilita empatizar con ellos (si vemos ahora la película es muy difícil poder hacerlo con los anteriores), algo que demuestra que a veces, sí se puede modificar a los clásicos.

Los diamantes de Hitchcock y Olivares

Podríamos decir que la serie es uno de esos diamantes que el protagonista no robaría porque aún le falta pulir bastantes aspectos.

Sin embargo, se aprecian algunos destellos de ese brillo que puede llegar a tener gracias a los sellos del showrunner español y del creador original.

Porque si eres un amante de Hitchcock captas en la serie algo de su esencia. Además de todo lo citado anteriormente, también se mantiene el tono que tanto caracterizaba al cineasta cuando mezclaba su adictivo suspense con guiños cómicos para hacer cómplice al espectador de su propio entretenimiento.

Y si eres uno de los seguidores de las producciones de Olivares, también detectarás su trazo: se le reconoce en la fuerza de los personajes femeninos, en la elección de Barcelona como paisaje envolvente y, sobre todo, en la emotividad de algunas escenas que, después del cupo de humor, siempre suele regalar para humanizar a los personajes y que el espectador logre empatizar con ellos.

Hitchcock sabía lo que el público de los 50 iban buscando en su cine y Olivares conoce lo que a los espectadores actuales les engancha en su televisión. Ambos saben atrapar a ladrones.

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