Chicote llegó a su límite antes de tiempo en Pesadilla: “No he venido a que te rías en mi cara”
Alberto Chicote ha colmado su paciencia con Generación del 27, la taberna a la que se propuso ayudar el pasado miércoles en una nueva entrega de Pesadilla en la cocina. El chef de laSexta abandonaba el local dos días de servicio después ante la pasividad del dueño del establecimiento para poner orden.
El comienzo tampoco fue bueno. Chicote se negó a probar todos los platos que le sirvieron nada más llegar al restaurante. Descubrir las condiciones insalubres de la cocina seguidamente le hizo reafirmarse en que había actuado bien: “Primera vez, creo que en 60 restaurantes, en los que no puedo probar ni siquiera un plato de todos los que me han puesto”, aseguraba el chef tras salir de la taberna. “Sois los cuatro jinetes del Apocalipsis en Almería al frente de un restaurante”, aseguraba Chicote mientras investigaba la nevera: “Menos mal que no he comido”, decía al descubrir comida mohosa y maloliente.
Además, tampoco ha visto con buenos ojos los continuos enfrentamientos y faltas de respeto entre y con sí mismo que han tenido los miembros del equipo. El dueño del local era incapaz de poner orden y los clientes abandonaban las mesas, molestos por la falta de organización. Finalmente, dos días de trabajo después, Chicote reunía al equipo para anunciarles su salida: “No he venido a que te rías en mi cara de un trabajo que he hecho de puta madre. Y tú lo único que haces es reírte delante de mí”, le espetaba a Paco, el dueño: “¿Sabes el esfuerzo que cuesta todo esto? ¿El esfuerzo que lleva?”, añadía, señalando el local: “Lo mal que lo paso yo para que tú te rías en mi cara”. “¿Sabes qué te digo? que por primera vez en dos días la sonrisa me sale a mí, ¿y sabes por qué? porque no te voy a volver a ver. Hasta luego”, concluía saliendo por la puerta.
Sin embargo, el chef decidió recular y reapareció en la taberna para el servicio final tras el abandono de la cocinera, Estefanía, al enterarse de su salida. Este se completó con Chicote al mando y logró atender a todas las mesas imponiendo orden: “Eres un monstruo”, le decía el dueño del local. “No puedo decir lo mismo”, le aseguraba este.
