Especial

El desplome en audiencias de Ellen Degeneres, la otrora “cara amable” a la que el público da ahora la espalda

Ellen Degeneres en una foto de archivo

Lorenzo Ayuso

Había especial expectación a comienzos de la temporada televisiva por ver cómo arrancaba The Ellen Degeneres Show tras las vacaciones del verano. No solo porque supusiese la vuelta de Ellen Degeneres a su plató después de la pandemia del coronavirus, que motivó la paralización de la producción habitual en todos los talk shows en Estados Unidos (de forma análoga a España y al resto del mundo). Aunque un retorno a la normalidad (aunque sea a la nueva normalidad) siempre tiene un cariz positivo, había poco que celebrar y de lo que reír en esta ocasión por parte de la popular presentadora.

La filtración, por parte de Buzzfeed, de numerosas denuncias de antiguos empleados del programa, que acusaban al equipo que lidera la famosa de racismo sistemático, toxicidad en las relaciones laborales y de una política del miedo imperante en la producción de un magacín que se preciaba de provocar solo sonrisas enturbió la imagen pública de Degeneres. Bien es cierto que los productores la eximieron de culpa, recayendo estas en Ed Glavin (productor ejecutivo), Kevin Leman (coordinador de guiones) y Jonathan Norman (coproductor ejecutivo), todos ellos despedidos tras las investigaciones de WarnerMedia. Sin embargo, la disculpa que emitió en forma de carta, a finales de julio, no fue precisamente bien recibida.

“Soy la misma persona que veis en televisión”, resaltó a mitad de septiembre, cuando The Ellen Degeneres Show regresó a NBC con su decimoctava temporada. “He sido consciente de que las cosas que han sucedido aquí no deberían haber pasado. Me lo tomo muy en serio y quiero decir a las personas afectadas que lo siento mucho. Sé que estoy en una posición de privilegio y de poder, y me doy cuenta de que conlleva una responsabilidad. Asumo esa responsabilidad por lo que pasa en mi programa”, dijo, proclamando esa emisión como la primera de un “nuevo capítulo” para ella. Un nuevo capítulo donde ha perdido un importante seguimiento de un público hasta ahora fiel a una cara “amable” que a la luz de las recientes informaciones no lo era tanto de puertas para adentro.

Una caída de audiencia cifrada en el 42% a finales de octubre

Los datos comenzaron a decaer de forma llamativa durante julio, mientras el programa emitía reposiciones, tras salir las acusaciones del maltrato a los trabajadores. Durante la tercera semana del mes (del 13 al 19 de julio), la de la publicación por parte de Buzzfeed de su reportaje, el show experimentó una caída del 27% en comparación con el mismo periodo del año previo; en la siguiente semana, ese porcentaje se colocó en el 29%, indicaba The Wrap. Entonces, estrellas como Katy Perry o Kevin Hart salieron en su defensa. No obstante, la tendencia no hizo sino agravarse.

En su primera semana del presente curso, Ellen promedió un 1.2 en ratings según los datos de Nielsen, lo que suponía un bajón del 29% con respecto a la semana inicial de la decimoséptima tanda, en septiembre de 2019. Si observamos el número total de espectadores, casi 1,7 millones de media, este deterioro de los números se cifraba en un 37%: un año antes, el formato se situaba en 2,67 millones.

Durante su cuarta semana de la temporada (12 al 18 de octubre), el descenso se calculaba en un 42% en comparación con las audiencias del año pasado, siendo esta la mayor caída anual de cualquier talk show estadounidense. Con un 1.1 en ratings durante ese periodo, Ellen se situaba en mínimos históricos.

Rumores que se acrecentaron durante la pandemia

La drástica pérdida de popularidad de Degeneres ha sido patente después de la publicación de un reportaje donde se exponían las malas prácticas de su empresa, con datos y ejemplos concretos. Sin embargo, durante años habían circulado rumores, a través de las redes sociales y de portales dedicados al cotilleo dentro de la industria estadounidense del entretenimiento como Crazy Days & Nights. No obstante, esos chismes parecían no llegar al público mayoritario, donde Ellen seguía representando un símbolo de positividad. No solo era una de las presentadoras más premiadas, sino que además representaba un símbolo para el colectivo LGTBI desde que a mediados de los noventa hiciera pública su homosexualidad en su propia sitcom.

Algo empezó a cambiar durante las primeras semanas del coronavirus, coincidiendo con la reconversión de su talk show en formato casero, para adecuarse a las restricciones que imponía el confinamiento. A mediados de abril, trascendió el enfado generalizado de la plantilla base del programa en plató, más de 30 trabajadores, ante el cambio de rumbo del programa durante la pandemia. En primer lugar, tal y como recogió Variety, no se les comunicó convenientemente que se había construido un set provisional en la mansión de la presentadora desde donde se grabaría el espacio; de ello se enteraron a través de las publicaciones de su jefa en redes sociales. Durante las dos semanas siguientes, los cámaras, regidores y demás técnicos no recibieron información alguna sobre su continuidad ni sobre sus salarios durante esta etapa. Mientras tanto, la producción remota de Ellen se subsidiaba a una empresa audiovisual ajena.

A esta incertidumbre, se unía la nula preocupación que ni ella ni otros directivos habrían mostrado por el grueso de una plantilla que, en buena medida, ha permanecido fiel a la estrella desde la primera temporada del show. Nada que ver con lo que ocurría en otros formatos similares: Jimmy Kimmel pagó de su bolsillo a los trabajadores de su Jimmy Kimmel Live! durante las semanas iniciales de la crisis, en las que el programa estuvo suspendido, un gesto similar al de Trevor Noah, que compensó a los 25 profesionales que se quedaron temporalmente sin empleo en The Daily Show. Mientras estas y otras celebridades trataban de liderar también a sus equipos en tiempos difíciles, las acusaciones en torno a Ellen empezaban a resonar.

Tampoco ayudaron las propias declaraciones que ella realizó durante las primeras semanas de aislamiento social. En un vídeo para su canal de YouTube grabado desde su lujosa mansión, la humorista decía sentirse “encarcelada” por el confinamiento: “Llevo la misma ropa desde hace 10 días”, decía en tono de broma. Dado el evidente desahogo económico de la artista y las comodidades con las que vive, sumado al historial de compra de propiedades que ha efectuado junto a su mujer, la actriz Portia De Rossi, las quejas sonaban cuando menos desafortunadas. Al cabo de un par de días y ante las críticas recibidas, el vídeo era eliminado.

La imagen pública de Ellen comenzaba a tambalearse de verdad, comenzando a aglutinarse cuestiones pasadas que ahora se veían desde otro prisma: véase su amistad con el expresidente George W. Bush, con el que fue fotografiada en octubre de 2019, también suscitaría malestar por la política establecida por el republicano durante su doble mandato en la Casa Blanca, en un momento de gran irritación en el país durante los años de legislatura de Donald Trump: para muchos, lo que la cómica hacía no era sino “blanquear” al responsable de la Guerra de Irak, alguien que tampoco había sido, precisamente, un apoyo para los derechos de la comunidad LGTBI+.

Un premio que llega en mal momento

Así las cosas, la situación de Ellen se ha vuelto harto complicada, especialmente ahora que copa titulares no por los contenidos que idea o por sus socorridas bromas a famosos, sino por este desplome mediático. En agosto, nos preguntábamos si estábamos ante el final de Ellen Degeneres como icono televisivo, una idea que pareció desvanecerse al comienzo de temporada con su aspiración de “trabajar” en mejorar. Sin embargo, el daño acumulado parece ser demasiado profundo como para olvidarse fácilmente. “Ellen ha dañado su conexión emocional con los fans que han dejado de sintonizar el talk show, porque no quieren adorar algo que ya no sienten que sea auténtico”, argumentaba Eric Schiffer, experto en relaciones públicas a Metro sobre esto.

Así, el People's Choice Award que recogió el domingo 15 de noviembre al mejor talk show del año no podía llegar en un peor momento (la cantidad de comentarios negativos que suscitó el momento, tanto en Twitter como en YouTube). La presentadora dedicó el galardón a su “maravilloso equipo”: “Ellos son los que lo hacen posible. Están cada día dando el 100% de sí mismos el 100% del tiempo. Son 250 personas, multiplicadas por 170 programas al año, por otros 18 años... Si te llevas dos y los divides entre once... Quiero decir, los quiero a todos y les agradezco esto a todos”, dijo.

En paralelo, sin embargo, una nueva polémica flotaba en el aire: tan solo unos días antes, Ellen había hecho público los despidos de más de dos docenas de empleados de Ellen Digital Ventures, aduciendo motivos relativos a la crisis del covid_19. “Me siento devastada”, aseguraba ella, “pero esto es por el bien común, tenemos que mantenernos adelante porque tenemos un gran equipo y confío en todos ellos, y saldremos adelante como ya pudimos salir adelante en otras ocasiones”.

No obstante, Buzzfeed volvía a la carga con testimonios de un trabajador anónimo que ponía como motivo la caída en la inversión publicitaria de marcas durante esta temporada debido al escándalo: “Puede que tenga relación con el coronavirus, pero da la sensación de que son los efectos colaterales de todo lo que ocurrió en verano”, aseguraba la fuente, que añadía que no solo había perdido potenciales contratos con sponsors, sino que otras empresas estaban tratando de romper los contratos en vigor por miedo a las consecuencias negativas de su asociación con Ellen.

En su vuelta en septiembre al plató, ella se refirió a sí mismo como un “proyecto en desarrollo”, y quiso bromear sobre sus problemas de temperamento y actitud: “Estoy trabajando en ello, pero no va bien porque no está sucediendo lo suficientemente rápido”. De momento, habrá que ver cuánto tarda en enderezar su situación en el mercado televisivo. La solución, desde luego, no parece que se pueda dar tan rápido como le gustaría.

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