Crítica
'La casa de papel: Parte 4', un salvavidas más emocional y surrealista con la dinamita siempre a punto

Crítica 'La casa de papel'

Laura Pérez

Tras completar con éxito el mayor atraco de la historia y alcanzar la cima de la ficción española con una conquista internacional sin precedentes, La casa de papel vuelve este viernes a Netflix con un reto mayúsculo. No solo por el altísimo listón que dejó una Parte 3 explosiva, sino también por llegar en un momento en el que el público está más hambriento de entretenimiento que nunca y con unas expectativas quizás más altas que de costumbre.

Si por algo se caracterizan Álex Pina y su equipo es por poner al espectador contra las cuerdas y atacarle por donde menos lo espera. Un código intrínseco al ADN de La casa de papel que, vistos los 5 primeros capítulos de la nueva temporada, podemos confirmar que no ha perdido.

La trama arranca exactamente en el mismo punto que se quedó: con Nairobi desangrándose tras recibir un disparo en el pecho y con El Profesor abatido tras escuchar la ejecución de Lisboa a manos de la policía. Un escenario devastador en el que la banda tendrá que tirar de épica para salir del embrollo. Porque salir, saldrá. Por muy complicadas que se pongan las cosas.

Apuesta por el maratón con el atraco en pausa

La Parte 4 lo apuesta todo al maratón con una tanda de capítulos igual de adictiva que siempre, pero que baja un par de revoluciones para detenerse en cuestiones que en la última entrega se pasaron más por alto. Al menos así ocurre en la primera mitad de la temporada, donde el Banco de España se convierte en una auténtica olla a presión en la que afloran los conflictos de los personajes, especialmente los sentimentales.

La serie pone el atraco en pausa para dar cancha a unas tramas algo telenoveleras que vienen bien para poner al límite la estabilidad de los componentes de la banda, pero que conllevan un riesgo importante: impacientar al espectador por desviarse demasiado de un objetivo que sigue siendo completar el golpe con éxito.

Además, quizás presionada por su propia trayectoria, La casa de papel pierde el control por momentos al recurrir a situaciones demasiado inverosímiles. Esta nunca ha sido una serie excesivamente realista, pero en esta Parte 4 piden más que nunca al espectador que acepte 'pulpo' en favor de la fantasía y el gozo pese a que lo que vea no se sostenga.

Aún así, la nueva temporada no pierde efectividad y prepara la munición para una explosión que llegará en la recta final y que promete tener más consecuencias que nunca.

Dos grandes sorpresas en el bando enemigo

Lo mejor de La casa de papel es su capacidad de sorpresa, y pese a las limitaciones de situar su trama en un espacio cerrado por cuarta entrega consecutiva, consigue impresionar al espectador con nuevos y viejos conocidos. Es el caso de Gandía, que tras asomar la cabeza en la Parte 3 da un salto de altura como el gran villano de la temporada.

Con él se introduce un recurso que no habían empleado hasta ahora: el de tener al enemigo dentro del banco y no solo fuera. Arturito lo intentó en el primer golpe, pero lo del personaje de José Manuel Poga es otro nivel y nos hace tener serias dudas sobre si la resistencia podrá resistir, valga la redundancia.

También rinde a otro nivel la otra antagonista, Najwa Nimri, que nos deja ver capas más profundas de una Alicia Sierra cada vez más redonda. Su debut en la tercera temporada gustó, pero se echaba en falta el hipnotismo característico de la actriz que, esta vez sí, luce en todo su esplendor.

Una estructura repetitiva que no luce como de costumbre

Quien brilla menos, y no por la siempre impecable interpretación de Pedro Alonso, es Berlín. Tras cerrar su arco de manera coherente en la segunda temporada y recuperarle para la tercera con unos inteligentes flashbacks que mostraban la gestación del nuevo golpe, la serie repite un recurso que en esta ocasión funciona como relleno y no aporta tanto como podría. Al menos en los primeros cinco capítulos, ya que tenemos que estar siempre preparados para la sorpresa.

También resulta repetitiva la estructura de la primera parte de la temporada. Si la tercera se centró en el interrogatorio a Río, la cuarta pone contra las cuerdas a Lisboa con una tortura más emocional que física. Sus cara a cara con Alicia Sierra son el escenario perfecto para que ambas destaquen, y lo hacen, pero se echa en falta que nos lleven por caminos inexplorados.

Lo mejor de siempre con su toque cañí

Más allá de esto, La casa de papel mantiene todo lo que le ha hecho convertirse en el fenómeno que es hoy: interpetaciones brillantes, fotografía sobresaliente y un ritmo que no decae gracias a los golpes de efecto que tiene reservados cada capítulo y que distribuye de forma magistral para no desengancharnos. Pero para golpe, el de Belén Cuesta. Sin entrar en spoilers, su entrada promete ser de todo menos tranquila.

También siguen vivos esos puntos de humor irreverente que aportan personajes como Denver, Palermo y Marsella, quien llama a la puerta como una de las mejores noticias de esta temporada. Además, la serie presume más que nunca de la 'marca España' con guiños cañí que sacan también una sonrisa: toros, fútbol, paellas e incluso Las Grecas. ¿Será esta su gran despedida antes de que la banda cruce el charco?

En definitiva, con esta 4ª temporada de La casa de papel queda claro que la gasolina no es ilimitada, y en sus manos está saber dosificarla para que en su larga carrera (ya está en marcha la 5ª temporada) no se quede dando vueltas al mismo circuito.

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