Opinión

'Mask Singer' y el poder de la TV-acontecimiento: por qué Antena 3 ha dado en el clavo

Javier Ambrossi en 'Mask Singer'

Laura Pérez

¿Qué tienen en común una semifinal de la Champions League, el especial de Cantora y una gala de Mask Singer? Aparentemente, poco. Ni se emiten en la misma cadena de televisión, ni tienen una temática siquiera parecida, ni se dirigen al mismo tipo de público objetivo. Sin embargo, si te pierdes alguno de ellos estarás un par de días fuera de la conversación en el trabajo, en clase o con tu grupo de amigos.

Puedes no ser un gran forofo del fútbol, estar un poco harto de las tramas de los Pantoja o no gustarte en exceso los programas musicales, pero resulta difícil resistirse a formar parte de un acontecimiento televisivo del que habla todo el mundo en el momento, y también en las horas posteriores a su emisión.

En el éxito de Mask Singer, el nuevo fenómeno de Antena 3, han influido un gran número de factores: es un formato novedoso, original y tiene una potente maquinaria promocional detrás. Antes de estrenarse ante 3.740.000 espectadores el miércoles 4 de noviembre, hubo poca gente en España que no se enterase de que iba a llegar “el mayor éxito de la televisión mundial en la última década”. También prometieron famosos de renombre y pocas veces vistos en la pequeña pantalla, lo que invitó a muchos a asomarse al debut picados por la curiosidad. Pero una vez hechas las presentaciones, hay otro factor clave para que ese éxito no se quede en anécdota: Mask Singer es un evento que, si no lo vives en directo, pierde su gracia.

Cada gala es un evento único

En un momento en el que la televisión ya no tiene ese poder de reunión diario en prime time como antaño, cuando familias y grupos de amigos se daban cita para seguir el capítulo o el programa de rigor casi de lunes a domingo, es una gran noticia que un formato semanal recupere esa categoría de evento que nos haga cerrar la plataforma de turno para volver a someternos a los horarios y las pausas publicitarias con todo el gusto del mundo.

Programas como MasterChef, Tu cara me suena o el reality de la temporada -ya sea Supervivientes, La isla de las tentaciones o GH- son grandes éxitos con audiencias millonarias, pero ni la amenaza de desayunar con el spoiler del expulsado te impide dejarte vencer por el sueño y terminar de consumir sus galas a la carta, como demuestran sus importantes datos en diferido.

La cosa cambia en Mask Singer, donde cada gala promete la emoción que tienen las finales de los formatos arriba mencionados. El programa de Fremantle para Atresmedia ha sabido jugar sus armas para convertir sus emisiones en eventos únicos de los que conocer el resultado sí afecta a su consumo en diferido, lo que aumenta la expectación por el directo.

Situarlo al nivel de Eurovisión o de una gran final futbolera resultaría irreal por la magnitud de ambos eventos, los sentimientos que mueven y el impacto que tienen en las audiencias, pero con ellos comparte algo: la capacidad de llamar a un sector del público que no se asoma habitualmente al género. Esto es lo que tienen los grandes acontecimientos televisivos.

Una dinámica ágil y adictiva para el espectador

Además, la propia dinámica del show -ágil y adictiva- toca donde más 'duele': en la curiosidad por saber a quién pertenece esa voz que tanto te suena y que tan poco ubicas con la 'personalidad' que muestra la Gamba sobre el escenario. Descubrirlo se convierte casi en una obsesión para los espectadores como la que demuestran en pantalla los investigadores Javier Calvo, Javier Ambrossi, José Mota y Malú, entregados a la causa.

A diferencia de otros grandes programas de prime time, donde el espectador es pasivo, el de Arturo Valls invita a todos a jugar, a comentar y a implicarse con lo que ven a pesar de que no tienen ningún poder de decisión en la resolución. Así se ve cada miércoles en Twitter, donde nombres de famosos copan las tendencias por las hipótesis que los diferentes usuarios defienden a capa y espada. Y así lo vive cada uno en sus grupos de amigos y familia, donde es rato que alguno de los clásicos chats multitudinarios se escape a las teorías más irreales.

Dos emisiones se antojan suficientes para afirmar que Antena 3 ha dado en el clavo apostando por Mask Singer, un gran formato de un sector, el del entretenimiento, en el que la televisión en abierto todavía tiene hegemonía. Visto que ya no pueden confiar tanto en sus ficciones, cuyo recorrido lineal no goza del éxito de antaño, las cadenas generalistas sí pueden imponerse y mostrar su domino sobre las plataformas es en la información, en la actualidad y también en el entretenimiento, donde los streamers no han dado todavía con un gran fenómeno. Entre otras cosas, por la dificultad de generar acontecimientos sin una emisión lineal que reúna a todos sus espectadores alrededor de su estreno al mismo tiempo.

Pasadas las dos primeras galas, dos pruebas de fuego para testar la acogida de la audiencia, Mask Singer tiene ante sí el reto de mantenerse por encima de la barrera de los 3 millones de espectadores, una cifra que muy pocos alcanzan en la actualidad. Esto pasa por seguir sorprendiendo a la audiencia con nombres inesperados -las probabilidades aumentan desde hoy con la llegada de las máscaras invitadas- que dejen en el público la sensación de que si el miércoles hacen otros planes, se estarán perdiendo algo muy grande.

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