Entrevista a Paula Corroto
'El crimen mediático': cuando el asesino es el amarillismo en TV y el móvil del delito, nuestra fascinación

'El crimen mediático': cuando el asesino es el amarillismo en TV y el móvil del delito, nuestra fascinación

Paula Hergar

“La historia de un país se puede contar a través de sus crímenes” afirma Paula Corroto en su libro El crimen mediático. Por qué nos fascinan las noticias de sucesos, y la realidad es que la mayoría de esos sucesos los seguimos por televisión. Solo que no siempre se cuentan como deberían.

La periodista, colaboradora de eldiario.es, ha investigado sobre cómo los medios han tenido enganchada a la audiencia, analizando desde el caso de Marta del Castillo - que es el primero en el que entran en juego las redes sociales- pasando por los niños asesinados por José Bretón, el caso de Diana Quer o el del pequeño Gabriel Cruz.

Unos crímenes que acaban siendo “como series de televisión”, según ella, y que por eso cada vez proliferan más en las plataformas. Sobre esta fascinación que provocan entre el público, el amarillismo con el que los suelen tratar y la líneas que no deberían cruzarse hablamos con la escritora:

Llevas años como periodista de cultura, ¿por qué has escrito un libro sobre sucesos?

Siempre me habían llamado mucho la atención los sucesos y había leído sobre ellos. Cuando desapareció Diana Quer, durante esos dos primeros meses que se habló tanto, me llamó mucho la atención y al aparecer el asesino confeso estuve enganchada tanto al caso como al tratamiento que daban los medios. Llegué a contabilizar hasta 60 noticias en las principales webs.

Después, con el caso de Gabriel Cruz también hubo una vorágine de minutos televisivos, páginas webs dedicadas a ello… y yo pegada a la pantalla para saber más. Pensé que si yo estaba así, medio país estaría igual, por lo que llegué a la conclusión de que algo pasaba en este tipo de periodismo.

Sin embargo, tu libro arranca con el caso de Marta del Castillo...

Sí, cuando me puse escribir quise hacer un arco desde 2009, una época en la que aún no habían tantas redes sociales, ni prensa en Internet para llegar a la actualidad y ver cómo ha cambiado respecto al último, con Gabriel en 2018.

Así he visto que con Marta se dieron muchos menos datos de su vida privada, aunque también fueron demasiados y hasta se cruzaron límites.

¿Qué cadenas de televisión suelen cruzar esos límites?

Como han dicho los informes del Consejo Audiovisual Andaluz, los que más emiten esta información plagada de sensacionalismo y amarillismo son Telecinco y Antena 3. Sobre todo en El programa de Ana Rosa y Espejo Público. También la autonómica Canal Sur cuando son casos andaluces.

¿Dónde está la línea que no debería cruzarse para tratar los sucesos?

Deberían quitar el foco de lugares que no aportan nada más que morbo: esto lo empezamos a ver con el caso Alcásser por primera vez, hablando con las familias y hasta con el pueblo entero en plató, el mismo día que descubrieron los cadáveres. No interesan a nadie los testimonios de vecinos enfadados con el sospechoso, o las lágrimas de las amigas, incluso de los padres... Ahora con las redes sociales tampoco deberían sacar toda la intimidad de la víctima. Eso antes era más difícil pero ahora está al alcance de cualquier programa.

¿Cuál es el caso que más líneas ha sobrepasado en TV?

Diría que el de Diana Quer. Con el caso Breton ni los niños ni los padres tenían redes y Marta del Castillo tenía unas redes incipientes pero con Diana se expuso toda la intimidad, se especuló con su vida: que si salía, que si flirteaba con chicos, que si vestía ropa de marca, que si quería ser modelo, la familia acabó convirtiéndose en un culebrón… era una chica desaparecida y punto. Lo demás debería dar igual.

¿Cómo podrían tratarse estos casos para no llegar al sensacionalismo?

Expediente Marlasca en laSexta era un buen ejemplo y hay periodistas con mucha experiencia que suelen tratarlos con sensibilidad. Los hechos pueden narrarse sin sacar los testimonios más lacrimógenos que no aportan. Con distancia, con respeto y sin hacer especulaciones sobre la vida privada de la víctima y su alrededor. Si quitas todo eso puede seguir siendo un gran reportaje.

El seguimiento de estos crímenes suele dar grandes datos de audiencia a los programas de TV, ¿por qué fascinan tanto?

Porque nos encantan pero no es algo actual, los hemos consumido toda la vida. Desde el patio de vecinos. El suceso tiene algo que muchos otros temas no logran: nos provoca todo tipo de sentimientos. Dolor, rabia, empatía, sufrimiento, ira… en la parte emocional pero también está la parte de misterio: queremos saber quién ha sido, cómo, cuándo. Eso nos ha gustado siempre y seguirá así, pero lo puedes contar bien o chapuceramente.

En el libro dices que no todos los sucesos despiertan el interés mediático, ¿qué ingredientes deben tener para captar su atención?

Los niños siempre llaman más la atención. Provocan un impacto brutal porque son las víctimas más vulnerables. Las adolescentes, chicas jóvenes, también atraen. No pasa, en cambio, con mujeres a partir de los 30. Los americanos lo llaman “el síndrome de la mujer blanca desaparecida” para referirse a los casos que más atención suscitan: mujeres atractivas de clase media y media alta, familias estructuradas… sesgos que nos fascinan más que otros.

¿Por qué crees que en plataformas como Netflix y Movistar+ cada vez proliferan más los true crime?

Nos despierta una curiosidad que lo convierte en una serie de televisión, queremos saber qué pasa en el siguiente capítulo y quién la mató. Si te dan ya el crimen real es que no te lo tienes ni que inventar. Y la realidad siempre supera la ficción.

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