Crítica Vertele

“1983”, una distopía en la que aún existe telón de acero y los hombres siguen escribiendo la historia

"1983"

Laura García Higueras

“El Estado es una máquina, no la detendrás matando a quienes pulsan los botones”. La impotencia ante la dificultad de frenar el engranaje, las injusticias y el derroche de poder de quienes lo ejercen, se siente en cada plano de 1983, la primera serie polaca producida por Netflix.1983 Creada por Joshua Long y Maciej Musiał, transcurre en un hipotético 2003 en el que la caída del telón de acero nunca se produjo.

En el mundo distópico planteado por la plataforma, Polonia sigue bajo el yugo de la Unión Soviética. Y sumido en detenciones, persecuciones, plagada de políticos y militares corruptos, jóvenes descontentos y reivindicativos; y empresarios para los que su bolsillo está por delante de una posible nueva guerra mundial. Así, la traición, el terrorismo, la venganza o los sistemas de escuchas están presentes en este país que vive engañado por los máximos dirigentes que, 20 años atrás, decidieron contar una mentira a sus ciudadanos con el único objetivo de tenerles bajo control.

La serie arranca con un atentado terrorista en 1982 que paralizó el proceso de liberación del país. Entonces los detractores del comunismo debían organizarse de forma clandestina para evitar ser detenidos y fusilados por su ideología. Así, a lo largo de los ocho capítulos que dura la producción, se suceden distintos flashbacks en los que se va desvelando qué ocurrió entonces, qué se contó, cuánto se escondió y cuáles han sido las consecuencias para la nación y los protagonistas de 1983.

La distopía viene acompañada de localizaciones y una escenografía que remiten a las de Blade Runner. En ellas imperan la oscuridad, las luces de neón, los charcos y los tonos azulados y grises que tiñen calles y establecimientos, como la comisaría de policía. El color imprime los planos de desconsuelo, desconfianza y miedo, construyendo un thriller a caballo entre el policíaco y el drama, en el que todos son víctimas de algo, empezando por sí mismos. La obra de George Orwell 1984 también se erige como referencia.

Ucronía que mantiene elementos reales

No toda la realidad descrita en la serie es nueva para el espectador. En la historia y diálogos se alude a hechos que ocurren de forma paralela y que han tenido lugar en la realidad. La Guerra Fría, por ejemplo, se mantiene, aunque en esta historia paralela no ha visto su fin. A la Brigada Ligera, el grupo de jóvenes que actúa en contra del orden establecido, la comparan los policías con IRA o ETA, por ser “igual de radicales” que éstos. En este marco de traiciones, venganza y persecución, el estudiante de derecho Kajetan y el agente de policía Anatol descubren la conspiración que ha mantenido a Polonia bajo un régimen represivo.

Sin duda, uno de los puntos fuertes de la serie es la dosificación de la información que se va revelando tanto al espectador como a los personajes a medida que van avanzando los capítulos. Quizás en los dos primeros episodios el ritmo y la presentación de demasiados individuos a la vez, sin conocer todavía sus historias, resulta liosa y hará que más de uno se plantee haberse perdido por el camino. Sin embargo, pronto las dudas se despejan y es sencillo situarse en esta red de intereses.

Además, se tratan determinados temas que no están alejados de la actualidad. En esta lista pueden insertarse la venta de armas ilegal a países en conflicto, los sistemas de escuchas y el uso de la tecnología móvil para tener localizados en tiempo real a los ciudadanos y sus conversaciones.

La historia, decidida por señoros a la mesa

“La historia la escriben los que ganan, así que seremos quienes decidamos lo que se dirá de nosotros”. Con esta prepotencia se enfrenta el jefe militar polaco a la masacradora operación que decide lanzar. Junto a él, los ministros son también hombres. Uno de los planos en los que se muestra de manera más evidente es en el que estos se sientan a la mesa a decidir el futuro del país. Quizás en este año marcado por el me too voz y que sus motivaciones no tengan que ver en su mayoría con sus sentimientos hacia los varones. Parece que al ser quienes sustentan el poder, ninguna pueda resistirse.

Es el caso de Karolina, novia de Kajetan e hija del Ministro de Economía. Su padre, a pesar de que ella estudia también derecho, antes de dejarle a ella su legado opta por aleccionar y dar oportunidades a su yerno, incluso cuando la pareja ha discutido De igual modo Ofelia, la supuesta líder de la Brigada Ligera, realmente fue reclutada por otro compañero, y utiliza sus poderes de seducción terminando enamorada de quienes pretende hacer “de los suyos”.

Más evidente es el retrato de la que ostenta un alto cargo de la policía, a la que ni si quiera el cobijo que ofrece al investigador principal son suficientes como para que sea tenida en cuenta en el desarrollo de las indagaciones. Nunca se la ve trabajar, salvo traicionando a su compañero para tratar de obtener un visado con el que salir del país, que por supuesto es una estafa. Eso sí, cuando el agente necesita echar un polvo para desahogarse sí que es ella la primera a la que llama.

El final de la serie invita a pensar que Netflix tiene prevista una segunda temporada, aunque de momento no se ha pronunciado al respecto. Tal y como enuncia uno de los personajes: “Los políticos saben meternos en las guerras, pero no sacarnos”. Y mientras haya, los protagonistas sigan teniendo motivaciones para frenarla y darle herramientas a la población para que descubran la gran mentira a la que han sido sometidos, 1983 podría seguir viva. Cada país tiene sus secretos, y ocho episodios no han bastado para revelar los de esta Polonia distópica.

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