Crítica Vertele (sin spoilers)

La Sabrina de Netflix huye de su predecesora para hechizarte con estilo

Sabrina

Pedro Zárate

A ojos de un sector de Hollywood, cualquier tiempo pasado fue mejor. Y así lo está demostrando. La industria norteamericana lleva años bañada en una nostalgia que está salpicando directamente a sus producciones. Los remakes, los reboots y las 'resurrecciones' de exitosos títulos pretéritos están invadiendo los televisores y las salas de cine de Estados Unidos. Y por ende, de todo el mundo.

Una estrategia que no atisba final en el horizonte y que resulta comprensible dadas sus ventajas. Al fin y al cabo, es más fácil construir un producto nuevo sobre una idea ya creada que lanzarse a la aventura y empezar de cero. También menos arriesgado, pues se parte de un concepto ya testado de manera triunfal. Aunque eso no evita que se caiga en el error de calcar la idea primigenia. Y es que, entre el original y la copia, uno suele decantarse por la primera casi de forma automática.

La nueva Sabrina se aleja de su predecesora

En el caso de La escalofriantes aventuras de Sabrina, dicho error no se vislumbra por ningún lado. La nueva serie de Netflix ha decidido tener su propia identidad y desmarcarse por completo de la versión protagonizada por Melissa Joan Hart. Un enfoque diametralmente opuesto para una historia que, aun con sus inevitables similitudes, también guarda algunas diferencias.

Mientras la Sabrina de los 90 descubre que es mitad bruja mitad humana en su 16 cumpleaños, la actual se acerca a tan señalada fecha sabiendo ya su realidad, aunque teniendo que decidir si quiere ser humana para siempre o únicamente bruja, para lo que tendría que renunciar a sus amigas, a su vida en el instituto y, sobre todo, a su querido Harvey Kinkle.

Este debate interno y los contrastes entre ambos mundos son los ejes centrales de una versión que, siguiendo con las diferencias, deja atrás el humor facilón de su predecesora. Porque no, la Sabrina de 2018 no hace gracia. Ni tampoco lo pretende. En su lugar prefiere abrazar un tono oscuro que, sin llegar a dar miedo, sí resulta sombrío gracias a un guion y un estilo visual que van agarrados de la mano.

De hecho, lo primero no funcionaría tan bien sin lo segundo, y viceversa. Porque si el libreto presume de solidez, la puesta en escena lo eleva a cotas sobresalientes para atraparte al instante. Y eso es gracias a una cuidada escenografía y a una fotografía que a muchos recordará a la de Riverdale. No es casualidad que ambas compartan equipo creativo -Roberto Aguirre-Sacasa y Greg Berlanti- y origen -los cómics de Archie-, aunque no es la de The CW la única producción de la que bebe la nueva Sabrina.

También se esconde en ella parte del espíritu de Harry Potter, especialmente en una protagonista que, con salvedades aparte, oposita a conquistar a aquellos que en su día se enamoraron de Hermione Granger. Sin olvidarnos, por supuesto, de un icono como Buffy, con la que comparte una fuerte y notoria convicción feminista.

Otro fenómeno de Netflix en camino

Y al igual que hicieron Emma Watson y Sarah Michelle Gellar en su día, aquí la joven Kiernan Shipka - que antes de esta serie fue la hija de Don Draper en Mad Men- también realiza un trabajo solvente, sin problemas para cargar con el peso de la historia a pesar de su juventud. Y es que ella es la absoluta protagonista de la nueva apuesta de Netflix, si bien está rodeada de un abanico de personajes repartidos con criterio a lo largo de la trama, con la malvada señorita Wardell (Michelle Gómez) o una tía Zelda (Miranda Otto) menos cálida que la de los 90 como mayores ejemplos.

Esto último, unido a todo lo anterior, hacen que la conclusión sea clara: Las escalofriantes aventuras de Sabrina reúne los ingredientes necesarios para pensar que sí, que será un nuevo fenómeno de la factoría Netflix. Y no solo entre el público adolescente al que pretende hechizar.

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