Décimo aniversario del programa

Terapia grupal sobre la depresión en la cabaña de Salvados: “Es el miedo a la vida”

Salvados da calidez a los tabúes de la depresión y pone cara al suicidio, las pastillas y el "miedo a la vida"

Paula Hergar

“Vamos a hablar de un tema que se oculta tanto en la sociedad que hemos decidido hacerlo también para llamar la atención. Para que os sentéis delante de la tele el domingo sin prejuicios. Un programa diferente, arriesgado que pensamos que era necesario”.

Con este mensaje, Salvados anunciaba su regreso este domingo, pero también podía anunciar la emisión de cualquiera de sus entregas de los últimos diez años: “Un programa diferente, arriesgado que pensamos que era necesario”.

Y es que el espacio de Jordi Évole celebraba su décimo aniversario en antena con una entrega que era el paradigma de su razón de ser y su mayor declaración de intenciones: desayunamos, comemos y cenamos con el tema con el que estamos comprometidos.

Desayunando con “miedo a la vida”

Para el desayuno, Salvados nos trasladaba a una fría casa en mitad de la nieve en la que nos presentaba a Carmen, Georgina, Noelia y el cantante Iván Ferreiro, víctimas de la depresión.

Cada uno de ellos puso cara y palabras a un sufrimiento que hasta Évole confesó que le costaba verbalizar: “Me cuesta decir hasta la palabra depresión”.

Enric, el médico, describió lo que llegaba a sentir la gente que la padecía: “Es una enfermedad con un sufrimiento absolutamente devastador, intolerancia a cualquier tipo de estrés, incapacidad de sentir felicidad, cualquier dolor se hace insoportable, aunque duermas nunca descansas y te levantas peor, a nivel intelectual estás totalmente perdido”.

Y las víctimas bajaban a tierra las palabras del experto: “Es como si te chuparan todas las fuerzas y las ganas y tuvieras que seguir viviendo”, decía Georgina, “te parece que eres idiota”, añadía Iván, “es el estado más próximo a la muerte. El miedo a la vida”, sentenciaba Noelia.

Comiendo con el suicidio y las pastillas, las palabras tabú

En la comida, cuando ya todos (espectadores incluidos) nos habíamos familiarizado con aquellos protagonistas, empezaron a destapar tabúes: el suicidio y las pastillas.

El testimonio de Carmen fue uno de los que más impactó al desvelar que su madre “se murió por suicidio, por culpa de su enfermedad”. Así lo aclaraba ella, porque aseguraba que su progenitora no se había suicidado, sino que había fallecido porque su enfermedad, la depresión, le había vencido: “Como te puede vencer un cáncer”.

El resto de los presentes asentían con la cabeza, mientras ella recordó cómo no pudo entender lo que le ocurría a su madre al principio: “Le pedía que se arreglara y saliera, pero es como pedir a un minusválido que se pusiera a andar”.

Llegó el turno de las estadísticas que, en los temas tabú suelen publicar en escasas ocasiones. Así lo señalaba el propio Enric que habló de solo dos datos: “En los años 70, alrededor del 15% de pacientes con depresión se mataban y ahora un 7 y 8%”.

Por si fuera poco, si la depresión es incomprendida y el suicidio, un tema tabú, cuando “te tomas pastillas hay un estigma”, comentaban: “Si tomas pastillas por algo físico nadie te dice nada, pero como es por salud mental...”.

Cenando con la solución a la depresión

A la hora de la cena, Noelia habló de la operación a la que se sometió en manos de Enric. Se conocieron gracias a un programa de televisión en el que él habló de una solución quirúrgica a la enfermedad.

“Yo estaba encantada porque por fin después de veintipico años alguien me daba una pequeña esperanza”, explicó sonriendo.

Y aunque esto daba algo de esperanza, entre ellos aseguraron que “la depresión se cura con tratamientos diferentes. Pero no son accesibles a todas las personas que los necesitan. Por falta de diagnóstico muchas veces”.

Anochecía en Salvados y la entrega llegaba a su fin, pero lo hacía de una forma cálida: introduciendo leña en la hoguera y dando luz a una enfermedad que pocas veces la ve.

Así, una vez más, Évole nos dejaba pensando si habíamos sintonizado nosotros el programa o si él nos había sintonizado a nosotros. Sea como fuere, nos dejaba pensando... ¡felicidades!

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