CRÍTICA VERTELE

“She-Ra”, el clásico de Masters del Universo reinventado para tiempos de igualdad real

'She-Ra', un clásico reinventado para tiempos de verdadera igualdad

Francesc Miró

A finales de los setenta, la juguetera Mattel arrasaba en los centros comerciales y en los bolsillos de media norteamerica gracias a marcas como Barbie o Hot Wheels. Pero había un sector que seguía resistiendo los embates del gigante: una aldea gala conocida como 'figuras de acción masculinas'. Los Action Man y G.I. Joe de toda la vida. Un buen día, sin embargo, a un diseñador llamado Mark Taylor se le ocurrió fusionar el aspecto de un hombre de cromañón cachas con un toque de mitología nórdica.

Nacía así uno de los juguetes más vendidos de la historia, y una de las series de televisión más populares de los ochenta: He-Man y los Masters del Universo. Un muñeco convertido en una ficción televisiva de animación llena que hizo las delicias de los chavales de la era Reagan. Fenómeno que tuvo su propio derivado: She-Ra, la princesa del Poder, hermana del hombretón rubio, y ficción supuestamente dirigida al público femenino, que no hizo más que alimentar las fantasías de muchos prepúberes debido su sesgada y sexista mirada sobre la heroína.

Ahora, Netflix y Dreamworks se han propuesto rescatar del olvido a la heroína de los ochenta, adaptando su estética y su narrativa al público infantil actual en She-Ra y las Princesas del Poder. El resultado, lejos de ser otro ataque de nostalgia de una industria sin ideas, respira libertad y transmite valores absolutamente contemporáneos sobre los roles de género, la empatía, la sororidad y la necesidad urgente de educar en igualdad.

Por el poder de un Grayskull igualitario

Adora es una joven huérfana criada por la Horda, un ejército a las órdenes de un tirano que tiene sometida a toda la población del mundo de Etheria. Allí, la joven entrena con disciplina y lucha por ascender dentro del organigrama militar. Sin embargo, un día ella y su amiga Gatia se adentran en un bosque maldito y sufren un accidente. Entonces Adora descubre una misteriosa espada que al empuñarla la convierte en una mujer muy poderosa llamada She-Ra, la Princesa del Poder.

Para su suerte, Adora es capturada por dos jóvenes de Etheria que le enseñan como vive la población civil bajo el yugo del malvado Hordak. Entonces, la joven se une a una alianza rebelde que puede devolver el equilibrio a su mundo.

Hasta aquí, la sinopsis de She-Ra y las Princesas del Poder no es, precisamente, un derroche de originalidad. Su esqueleto cumple con una de las narrativas más asentadas en el fantástico, tropo repetido hasta la saciedad en la capa y espada. Sin embargo, los verdaderos significantes de la nueva serie de animación de Netflix y Dreamworks, no se encuentran en el qué sino en el cómo.

She-Ra y las Princesas del Poder se plantea, desde su mismo arranque, como una ficción con múltiples capas de lectura no excluyentes. Por una parte, se puede leer como mera aventura coming of age en la que una joven descubre sus verdaderos valores, más allá de la educación recibida, y se enfrenta a un mundo que le es hostil. Por otra, se reivindica constantemente como una sencilla alegoría sobre el poder y las virtudes de poseerlo, así como las consecuencias de usarlo indebidamente. Y bajo ambos sentidos interpretativos subyace, a medida que su desarrollo lo permite, una reflexión nada complaciente sobre la empatía, la amistad y la sororidad en tiempos que exigen compromiso.

En este sentido, She-Ra y las Princesas del Poder aborda con sensibilidad asuntos complejos en términos sencillos. Pero no mediante la infantilización de sus puntos de vista ni la simpleza de sus argumentos. Más bien explorando una senda abierta a medio camino entre la magnífica fábula sobre la empatía que es Steven Universe, y la búsqueda de identidad de La leyenda de Korra.

Todo, abordando con arrojo su juego con los roles de género y su representación, la necesidad de una educación verdaderamente igualitaria y la dificultad de aceptar y comprender los propios errores de juicio. En gran medida debido a una huella autoral que impregna el conjunto: la de la ilustradora y artista Noelle Stevenson, que ejerce de showrunner de la serie. Su discurso se puede rastrear en cómics como Nimona, y en guiones como los de Runaways o Leñadoras, serie publicada en España por Sapristi Cómics.

Una espada contra el tópico

A pesar de que Dreamworks se hizo con los derechos de He-Man y She-Ra en 2012, no fue hasta 2018 cuando se pudo ver algo del material en el que estaban trabajando. De hecho, lo primero que se descubrió del proyecto fue el rediseño del universo creativo que encabezaría la segunda.

Sin embargo, la nueva creatividad despertó la ira del fandom más tóxico de Masters del Universo, que aludía que la joven protagonista parecía un chico trasvestido, por no cumplir con los estrictos estándares de un público que tenía como referente a la hipersexualizada She-Ra de 1985.

En cambio, el diseño de personajes de She-Ra y las Princesas del Poder y el acabado formal de la serie en su conjunto, tiene una cuidadísima intención de romper con lo establecido. Masculinidades como la de Arco, que no tienen ningún miedo ni reparo en hablar de sus sentimientos y en ejercer los cuidados, o apariencia como la Destello y su alejamiento de los cánones heteronormativos, son buena prueba de ello.

Con todo, la serie de Noelle Stevenson va más allá de lo que destila su animación -que en ocasiones parece algo ortopédica-, para significarse como una necesaria reinvención de una heroína clásica. Una joven desarrollada con pericia para no resultar nada unidimensional, que se expresa en los términos más progresistas de una generación comprometida con la igualdad y la búsqueda y reivindicación de referentes femeninos en todos los campos.

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