Análisis

Así ha estrenado el Telediario su nueva imagen, una apuesta por la modernidad y serenidad informativa

Ana Blanco al comienzo del Telediario 1

Lorenzo Ayuso

Tras algunas semanas de retraso con respecto al plan inicial, el Telediario ha iniciado este lunes 15 una nueva etapa a nivel gráfico, con el estreno de su renovada imagen. La expectativa era alta, no solo por ese retraso, causado por el temporal Filomena, sino por el primer acercamiento al plató que supuso el especial informativo en torno a la jornada electoral en Catalunya, aunque con algunos elementos aún por mostrarse.

Y precisamente para que todo quedara bien presentado de un rápido golpe de vista, el informativo de las 15:00 horas conducido por Ana Blanco ha arrancado con un paneo, a partir de un gran plano general, con el que observar tanto la amplitud del nuevo espacio como la longitud de las nuevas pantallas. Toda una declaración de intenciones para el noticiario, que continúa así una renovación progresiva de sus formas que se inició de forma gradual con la llegada de Carlos Franganillo a escena en otoño de 2019.

Música e infografías en busca de la calma

La ingeniería detrás de las pantallas LED es sin duda el elemento más llamativo, aunque conviene hacer hincapié en el contenido gráfico, así como en la nueva sintonía de apertura. Si por algo destacan es por un carácter más calmado, menos contundente de cara al espectador/oyente.

Primero, una melodía a base de sintetizadores que atenúa los golpes de efecto y que refuerza su función de acompañamiento sereno a la locución. Segundo, ya desde el sumario se han mostrado unos faldones más amplios de lo normal, pero con una menor opacidad, en degradado, que rompen con la tónica de las pastillas de colores sólidos. Su inclusión resulta más orgánica dentro de la imagen, aunque también cabría preguntarse si ocupan demasiado espacio en plano.

Asimismo, destaca la utilización de una tipografía con serifas, de trazo fino y redondeado, más elegante con distintos tonos según la jerarquía informativa y que rompe con las tónicas de las fuentes de palo seco y mayor grosor habituales en otros informativos.

Se puede hablar así de un afán por favorecer una lectura más serena, menos avasalladora y sin que destaquen los elementos gráficos más de lo necesario. Dejando de lado el factor sorpresa de la emisión inaugural, podemos hablar de una estética que trata de no distraer de lo importante, el trabajo informativo en sí mismo. El principal cuestionamiento, como avanzábamos, serían sus dimensiones: quizás sean de un primer golpe de vista invasivas dentro del cuadro, aunque a la vez mejora su visibilidad.

En cualquier caso, estas pastillas también destacan por su capacidad para ampliarse o condensarse sobre la marcha y en función de la necesidad (por ejemplo, cuando el subtítulo ya ha quedado desfasado dentro de la pieza).

La mesa, el punto flaco

Queda de relieve, también, la pérdida de peso de la mesa en el nuevo escenario. No solo por sus dimensiones, sino por su menor funcionalidad. Con las posibilidades que da la realidad aumentada y las llamadas virtual windows, nos habitúa a que observemos a la presentadora moviéndose, y a que la cámara realice estos paneos sobre su eje, agrandando un espacio imponente: el simbolismo de esos mismos movimientos también aporta un cariz destacable a la narrativa del Telediario: la idea de cobertura total, sin límites, de los asuntos de interés.

De forma particularmente reseñable, la distribución de la información en las pantallas hace que todo el espacio contribuya a la transmisión de información: lo podíamos ver con la representación del parlamento catalán, en la apertura, pero también en el espacio dedicado a la información meteorológica. Todo está a la vista en este nuevo plató, donde el reflejo del suelo otorga una mayor fuerza escénica a los elementos.

Así, la mesa no solo pierde la jerarquía, sino que se empequeñece, por más que se coloque sobre una plataforma ligeramente elevada respecto al resto del piso; incluso, podría decirse que demasiado: da la sensación de que Ana Blanco sobresale más de lo normal, de que la superficie se queda algo baja cuando la cámara nos ofrece el plano medio de la comunicadora. O tal vez sea porque en esta nueva configuración escénica, el mantenimiento de este elemento resulta bastante menos interesante. Incluso podría decirse que entorpece la información que se transmite a través de las pantallas. En ello, así como en las marcas de Blanco y del resto de presentadores tanto de pie como sentados, habrá que trabajar con ahínco, para que todo conjugue.

Llegados a este punto, podría considerarse una concesión al conservadurismo, a esa imagen prototípica que en esta misma edición se ha recordado de la mano de Carlos del Amor, quien ha dedicado una pieza a repasar la evolución de la puesta en escena del Telediario.

Con esta nueva encarnación, además de adecuarse a la modernización tecnológica que se exige a la corporación en el comienzo de la nueva década de los dos mil veinte, el propósito parece, por encima de otras consideraciones, acercarse más al espectador, evitar que la comprensión de este quede entorpecida por un exceso de elementos en liza. En tiempos de polarización, se reconoce un afán más que loable por aportar serenidad.

Reacciones en Twitter

El recibimiento a la nueva puesta en escena del Telediario no ha podido, en ese sentido, ser más positivo. Pese a las expectativas generadas, destaca un aplauso generalizado a las nuevas formas de presentación de la información.

Hay aún dudas con las novedades más llamativas, como por ejemplo la cabecera, que adolece de fuerza en comparación con la anterior para algunos internautas. Más allá de eso, parece haberse transmitido la idea del orden en la disposición de los elementos, aunque haya aún detalles de realización por pulir.

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