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7 barrabasadas de Ricky Gervais en los Globos de Oro que justifican el miedo de las estrellas

Ricky Gervais en una foto de archivo

Lorenzo Ayuso

La temporada de premios en la industria norteamericana del cine se viste de gala para una de sus citas más concurridas, la de los Globos de Oro. Coincidiendo con los Reyes Magos, la septuagésimo séptima edición de los galardones que entrega la Asociación de la Prensa Extranjera reparte en la noche del 6 de enero sus premios a lo más granado del cine y televisión del último año.

Creedme, The Crown, Chernobyl y Sucession son las ficciones con más papeletas en esta velada, mientras que en lo que concierne al cine, Érase una vez en Hollywood, El irlandés e Historia de un matrimonio también parten con ventaja. El público español, además, tiene un doble foco de atención, por su lado, con las aspiraciones de Antonio Banderas, candidato al galardón como mejor actor dramático de cine por Dolor y gloria, y de Ana de Armas, aspirante como actriz principal de comedia por Puñales por la espalda. Con todo, buena parte del interés de esta noche de fiesta se lo llevan no los potenciales ganadores, sino el encargado de hacerles bajar del escenario, y en algunos casos, de las nubes: Ricky Gervais.

El actor, guionista y director afronta su quinta experiencia al frente de la celebración de estos premios, una vez más desde el Hotel Beverly Hilton de Los Ángeles. Lo hace con la promesa de que será su última vez, cerrando un ciclo que inició hace 10 años, en la retransmisión de 2010, y por ello, con las expectativas bien altas sobre lo que podemos esperar por su parte. Porque si algo ha caracterizado la carrera de Gervais en la comedia, así como en particular como maestro de ceremonias, ha sido su absoluta irreverencia, en ocasiones rayando lo indecible en televisión.

Horas antes de enfrentarse a la labor, el artista (que, a todo esto, no ha pescado nominación alguna para Afterlife... ¿Habrá recadito a sus jefes?) reflexionaba para The Hollywood Reporter sobre los motivos que le han llevado a presentar durante todos estos años sus premios y, de paso, a ganarse enemigos en todas partes con chistes poco menos que controvertidos.

“Es divertido. Cuando lo hice por primera vez, pensé, '¿Satisfago los ego de los 200 privilegiados que hay en este salón, o intento entretener a una audiencia global de 200 millones de personas que están en sus casas sin ganar nada? Intento que los espectadores disfruten. Juego a ser un forastero [...], el tipo al que no deberían haber invitado”, explica el cómico, de 58 años, que, aunque no lo parezca, sí tiene algunas líneas rojas en su trabajo: nada de chistes sobre el color de piel, el género o la procedencia de las personas. Para el resto, avisa, no se pone barreras.

Para muestra, una selección de los momentos que han hecho de él una leyenda (no pocos pensarán que una leyenda negra) de la conducción de ceremonias. “No quiero que piensen que soy una especie de guerrero que lucha contra la hipocresía y destroza a vacas sagradas. Tan solo estoy haciendo monólogos de 10 minutos, sin más. Solo pretendo hacer reír a la gente”, repite, tratando de dejar claro que en el fondo, es buena gente. Falta por saber si los concurrentes esta noche opinan lo mismo.

1. 2011: el (segundo) monólogo con el que empezó todo

Verán que empezamos saltando directamente a la segunda ocasión en que Gervais asaltó los Globos de Oro. La anterior edición había resultado ciertamente divertida pero, salvo contadas excepciones (algunas chanzas a costa de Colin Farrell y estereotipos irlandeses, así como sobre Mel Gibson, que expondremos más adelante), resultó más descafeinada, más convencional. Casi podría decirse que fue una toma de contacto con la que explorar el terreno y acomodarse en su papel. En efecto, Gervais parecía en su elemento en 2011, con la naturalidad e inasequilibidad con la que encara sus espectáculos de monólogos. Casi cada frase incluía un ataque velado a algún profesional o institución en su discurso inicial.

Empezó lanzando tiros (con perdón) a uno de los protagonistas de la crónica amarilla de Tinseltown en los meses previos: “Esta será una noche de fiesta y de excesos con el alcohol. O como lo llama Charlie Sheen, un almuerzo... A ver si lo entiendo bien: lo que hizo fue quedar con una ”estrella del porno“, pagarla para cenar con él, presentársela a su exmujer -cómo no-, ir a un hotel, emborracharse, desnudarse, destrozar la habitación mientras la chica estaba encerrada en un armario... ¡Y solo era lunes! ¿Qué hará en Año Nuevo?”.

Su siguiente objetivo fue The Tourist, película de infausto recuerdo dirigida por Florian Henckel von Donnersmarck y protagonizada por Johnny Depp y Angelina Jolie. Inicialmente promocionada como un thriller dramático que, tras sus terribles críticas, se presentó a la temporada de premios como comedia para tratar de salvar los muebles. Más allá del éxito de esta estrategia, fue un material perfecto para la mala baba de Gervais: “Este ha sido un gran año para el cine en 3-D: Toy Story, Gru, mi villano favorito, Tron... Parece que todo ha sido en tres dimensiones... Salvo los personajes de The Tourist”. Tras las risas generalizadas, continuó: “Me siento mal haciendo este chiste. Os diré la verdad: me estoy sumando a la corriente porque ni siquiera la he visto. En fin, ¿quién lo ha hecho?”.

Habría espacio para chotearse de las protagonistas de Sexo en Nueva York 2 (“pensé que habría un premio para el equipo que retocó sus caras en el póster... Sabemos vuestra edad, chicas. ¡Vi a una de vosotras en un episodio de Bonanza!”); y para la Cienciología (“En Phillip Morris, te quiero vemos a dos actores heterosexuales aparentar que son gays, justo lo opuesto a lo que hacen algunas famosas estrellas cienciólogas”, alusión velada a los eternos rumores sobre Tom Cruise y John Travolta); aunque ninguna fue tan salvaje como el párrafo dedicado a Hugh Hefner.

“Este año hemos tenido series excelentes como The Walking Dead. Y hablando de muertos vivientes, felicidades a Hugh Hefner, que se ha casado, a sus 84 años con una belleza de 24 años llamada Christal Harris... Cuando le preguntaron por qué se casaba con él, ella dijo que porque le engañó con la edad: ”¡Me dijo que tenía 94!“. Vaya por dios... No te preocupes, aguanta y simplemente no le miras cuando le toques”. Se había abierto la veda del escarnio público durante algo más de dos horas...

2. “...Y el otro es Tim Allen”

Con el discurso de apertura puso el listón bien alto, pero el inglés mantuvo la velocidad de crucero durante el resto de aquella ceremonia. Cada nueva intervención que realizaba era una oportunidad para desacralizar a las principales figuras del cine y televisión con mucha mordiente y sin aparente esfuerzo (Gervais jugaba a menudo a mostrarse extenuado, cuando no directamente desinteresado por lo que acontecía en el escenario). Bruce Willis o Sylvester Stallone fueron objeto de estas chanzas, donde los fracasos personales y profesionales eran el leitmotiv: el protagonista de El color de la noche (citada por el inglés) fue presentado como “el padre de Ashton Kutcher” (aún era este el marido de Demi Moore), mientras que del italoamericano destacó su versatilidad para “interpretar a un boxeador o a Rambo”.

Pero, quizás, fueron más dolorosos los comentarios que, en este caso, no hizo sobre Tim Allen, que salió a entregar un premio con Tom Hanks. Leyendo sus octavillas, Gervais les introdujo de esta manera: “¿Qué puedo decir de nuestros dos próximos presentadores? El primero es un actor, productor, guionista y director cuyas películas han recaudado 3,5 mil millones de dólares en taquilla. Ha ganado dos Oscar de la Academia y tres Globos de Oro por sus poderosas interpretaciones en películas como Philadelphia, Forrest Gump, Náufrago, Apollo 13 y Salvar al soldado Ryan. El otro... es Tim Allen”.

Curiosamente, esta es una de las pocas bromas que el cómico se arrepiente de haber hecho, tal y como reconoció recientemente: “Creo que se lo tomó mal”, explicaba a The Hollywood Reporter. “El chiste estaba bien. Hubiera valido para cualquiera que se colocara junto a Tom Hanks, salvo que fuera Dustin Hoffman, Robert Redford o De Niro [...] No lo hice con malicia y creo que funcionaba y todo el mundo se rió, pero no quería que Tim Allen pensase que tenía algo contra él”.

3. La broma “ligeramente siniestra” sobre Robert Downey Jr.

Al contrario que la de Allen, parece haberse olvidado una broma mucho más agria dirigida hacia el armazón del mismísimo Iron Man, Robert Downey Jr. No fue un chasquido, como el de Thanos, sino un chascarrillo sobre el turbulento pasado que la superestrella enterró tras convertirse en estandarte del universo cinematográfico Marvel. “Es muy conocido por sus películas”, decía Gervais antes de darle paso, “pero muchos le conoceréis mejor por haberle visto en la Clínica Betty Ford y en la prisión del condado de Los Ángeles”, dijo ante la reacción entre divertida y aturdida del salón.

Por contexto, hay que remontarse a los años noventa, cuando el entonces prometedor intérprete acaparaba titulares por motivos extraprofesionales. Así fue desde que fuera arrestado en 1996 por posesión de cocaína y heroína, la primera de sus múltiples detenciones por similares causas que acabarían llevándole a cumplir un año entre rejas. Acabaría encauzando su vida en 2003, con su desintoxicación definitiva y una lenta pero progresiva recuperación profesional gracias a filmes como Kiss Kiss Bang Bang, Buenas noches y buena suerte o Zodiac, antes de que Jon Favreau apareciera para ofrecerle el rol de Tony Stark.

“Aparte de su tonillo cruel y de sus ligeramente siniestras alusiones, este show está quedando muy bien”, ironizó el protagonista de Kiss Kiss Bang Bang al salir, demostrando filosofía al ser blanco del chiste. Posteriormente, eso sí, no asumiría de tan buen grado que periodistas aludiesen a su “oscuro” historial con las sustancias (como ocurrió durante la promoción de Vengadores: La era de Ultron, cuando abandonó un encuentro con Krishnan Guru-Murthy de Channel 4 al ser cuestionado sobre sus adicciones pasadas).

4. 2012: Justin Bieber y Kim Kardashian, nuevas víctimas

“¿Por dónde iba?”, abría fuego Gervais al inicio de la sexagésimo novena edición de los Globos. “No estéis nerviosos”, proseguía desde el Hotel Beverly Hilton de Los Ángeles. El maestro de ceremonias sabía que había tanta expectación entre el público como temor entre la constelación de estrellas por lo que pudiera salir de su boca, con el recuerdo del año anterior.

Fue fiel a sus postulados, aunque, bien es cierto, con algo menos de mordiente en general. Decimos “algo menos” porque su monólogo de apertura dejó varias frases que aún retumbarán en la memoria de sus damnificados. Empezando por la propia institución que reparte estas estatuillas: “Para aquellos que no lo sepan aún, los Globos de Oro son como los Oscar, pero sin la consideración de aquellos. Los Globos de Oro son a los Oscar lo que Kim Kardashian a Kate Middleton: un poco más ruidosos, un poco más vulgares, un poco más borrachos, y más fáciles de comprar. Presuntamente. No se ha probado aún nada”. La Academia de Hollywood también recibió lo suyo, a cuenta de la negativa de Eddie Murphy a presentar la gala (el cómico se desdijo dos meses después de confirmar su participación, tras dimitir Brett Ratner como productor de la ceremonia): “Cuando el hombre que le dijo sí a hacer Norbit te dice a ti que no, sabes que estás en apuros”.

Luego hizo sangre sobre los divorcios firmados en la meca del cine: “Arnold [Schwarzenegger] y Maria [Schneider], J-Lo y Mark Anthony, Ashton [Kutcher] y Demi, Kim Kardashian y un tipo al que nadie recordará... El matrimonio les duró 72 días. He visto discursos de agradecimiento de James Cameron más largos”, bromeaba. También se recreó metiéndose con Justin Bieber y la prueba de paternidad a la que casi tuvo que someterse poco antes (“La única forma de que hubiera dejado embarazada a una chica es cogiendo una de esas enormes jeringas de cocina con las que Martha Stewart rellena los pavos”); hablando horrores de Helen Mirren, a la que señaló como modelo de conducta de las protagonistas de La boda de mi mejor amiga; y sacando los colores una vez más a Johnny Depp, el primer entregador en salir al escenario.

“Fue la mayor estrella de cine del planeta. El año pasado me metí con su película e hice tanto daño a su carrera que se ha visto forzado a trabajar conmigo en mi nueva serie, Life is Too Short. Por favor, den la bienvenida al hombre que se vestirá literalmente con cualquier cosa que le pida Tim Burton”. Depp se mostró divertido encajando nuevas preguntas capciosas a su entrada en escena acerca de The Tourist, que reconocería no haber visto (la realidad es menos graciosa, hemos de decir: el que fuera Eduardo Manostijeras ha manifestado en múltiples ocasiones que no ve sus propias películas).

5. El inglés de Salma Hayek y Antonio Banderas

Como comentábamos, la gala de 2012 fue menos hiriente en comparación con la del año anterior. Y aun con ello, tuvo la oportunidad de escribir algunos comentarios sangrantes a costa de alguno de los famosos que lo acompañaron en el escenario. Así, se burló del acento con el que hablan inglés dos de los grandes nombres latinos de Tinseltown, Salma Hayek y Antonio Banderas.

“Me encanta el trabajo de ambos desde hace años y he tenido la oportunidad de hablar con ellos por primera vez entre bambalinas. Son unos especímenes ridículamente preciosos, son tremendamente talentosos y probablemente muy inteligentes. No estoy seguro del todo, porque no entiendo ni una puta palabra cuando hablan”, dijo antes de recibirlos sobre el escenario.

No es la única broma relativa al idioma que ha hecho en su paso por los Globos: ya en 2011 destacó la belleza de Olivia Wilde y Robert Pattinson, los encargados de entregar el premio a la mejor película de habla no inglesa, “una categoría que a nadie en América le importa”.

6. 2016: el monólogo más cuestionado

Tras un paréntesis de tres años, en los que cedió su puesto a Tina Fey y Amy Poehler, Gervais regresó al redil en 2016, para reabrir viejas heridas. A diferencia de los anteriores, el recibimiento que tuvieron sus bromas fue menos entusiasta, tanto por entrever una cierta repetición en su escritura de gags, como por algunas de las alusiones en su monólogo inicial.

El tratamiento de Caitlyn Jenner fue el punto más criticado en los días posteriores a la emisión de la gala. “Quiero ser bueno esta noche. He cambiado. No tanto como Bruce Jenner, obviamente. Ahora Caitlyn, por supuesto”, comenzó. “¡Menudo año ha tenido! Se ha convertido en un modelo para las personas transexuales de todo el mundo, demostrando una gran valentía derrumbando barreras y estereotipos... No hizo mucho a favor de las mujeres conductoras, eso sí. Pero no puedes tenerlo todo siempre”.

Así se refería al accidente de coche en el que Jenner se vio envuelta en febrero 2015, que se saldó con la muerte de una mujer. Más allá de esta macabra alusión, se le afeó a Gervais que utilizara el nombre antiguo de la famosa, algo visto como una muestra de transfobia de la que se defendería él mismo en Humanity, el especial que estrenaría un año más tarde en Netflix. “Estaba jugando con estereotipos. Quise empezar dejando claro que ella es una mujer y así ha de considerarse. Lo que quería era jugar con los estereotipos más reaccionarios, de ahí que siendo mujer deba enfrentarse a tópicos como el de ser una mala conductora. La clave del chiste es que se trata de una famosa matando a una persona con su coche”.

Pero volvamos a los Globos de 2016. Cuando tocó hablar de uno de los largometrajes aspirantes al triunfo, Spotlight, sobre los periodistas que destaparon un escándalo de abusos sexuales a menores dentro de la Iglesia católica de Massachusetts, comentó: “Roman Polanski la calificó como la mejor película romántica de todos los tiempos”; cuando hubo de comentar las nominaciones de The Martian en categorías de comedia (un nuevo caso The Tourist), dijo: “Para ser sinceros, es mucho más divertida que Pixels. Aunque, por otro lado, también lo era La lista de Schindler”. Ante los abucheos que se hacían notar, Gervais se mostraba cínico. “Vamos, que es solo una película”.

Finalmente, hubo tiempo para hablar de la desigualdad salarial en Hollywood, a cuenta de los remakes con protagonistas femeninas que se habían producido en los meses previos, como Ocean's Eight y Cazafantasmas: “A los estudios les viene genial, porque se garantizan unos buenos resultados de taquilla, y no tienen que gastar mucho dinero en el reparto”.

7. Mel Gibson, el “muso” de Gervais

Por más que el tono sea más o menos incisivo según el año, persisten ciertos rasgos comunes, estilemas si se quiere, en cada ocasión que Gervais toma el timón de esta ceremonia. El responsable de Extras y Derek acostumbra a reiterar la intrascendencia de estos galardones y la falta de criterio de la Asociación de la Prensa Extranjera: “A nadie le importa este premio más que vosotros. No os emocionéis mucho, porque da mucha vergüenza. Sin ofender, este premio no vale nada”. Casi tan recurrentes como estas apreciaciones sobre sus patrones, son sus menciones a ciertos nombres propios: Charlie Sheen o Ben Affleck aparecen a menudo en sus ataques verbales contra Hollywood, aunque nadie ha sido tan mentado como Mel Gibson.

Esto es así desde que anunciara la llegada al atril del actor y director en la edición de 2010. “Me encanta beber una cerveza como a cualquier hombre... salvo que ese hombre sea Mel Gibson”, dijo, una pulla evidente a los problemas de alcohol del responsable de La pasión de Cristo. Una edición después, sacó a colación la diatriba con connotaciones antisemitas del australiano-estadounidense cuando fue detenido por conducir bajo los efectos del alcohol en 2006: “Nuestra primera entregadora es guapa, talentosa... y judía, parece ser. Me lo ha dicho Mel Gibson. ¡Está obsesionado!”, expuso Gervais como bienvenida a Scarlett Johansson.

En 2012, reincidió, por más que asegurara no hacerlo: “Este año no voy a difamar a nadie. Me han prohibido hablar de Mel Gibson este año. No puedo hablar ni de su vida privada, ni de su ideología política, ni de sus últimas películas. Me han prohibido especialmente que hable del ”conejo“ de Jodie Foster [n.e.: juego de palabras por la connotación sexual de ”beaver“ en inglés, título del filme dirigido por ella y protagonizado por Gibson; en España, el título se tradujo como El castor]”.

La cuadralogía de Mel Gibson (y no nos referimos a Arma letal) culminó cuando el humorista hubo de cerrar el círculo y volver a coincidir con él en 2016: “Hace un par de años, hice una broma sobre Mel Gibson, sobre estar un poco ebrio y decir cosas de mal gusto. Todos lo hemos hecho. No le estaba juzgando... Pero ahora me veo en la terrible situación de tener que introducirle una vez más. Seguro que es incómodo para los dos. Yo le echo la culpa de esta situación a NBC. Mel... ya sabemos a quién culpa Mel”, insinuó, provocando las carcajadas del público. “Me dicen que él ya ha olvidado todo lo que dije de él. Olvidar es algo que consigues con la bebida... ¡Vaya!”, insistía. “De verdad que quiero decir algo bueno sobre él... ¡Y ya lo tengo! Preferiría tomarme una copa con él esta noche en su habitación de hotel, antes que hacerlo con Bill Cosby”.

El otrora Max Rockatansky pareció abierto a seguirle el rollo: “Me gusta ver a Ricky cada tres años, porque así me acuerdo de que tengo que hacerme una colonoscopia”, dijo, antes de que Gervais reapareciera para cerrar en alto: “Mel, ¿puedo hacerte una pregunta? ¿Qué cojones significa ”sugar tits“?”. Esta fue la expresión sexista con la que Gibson se refirió a la agente de policía que lo detuvo borracho en 2006, por supuesto.

“Ah... Gracias Ricky por tu aportación”, concluyó Gibson. Pues eso, ¡gracias!

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