Crítica

'Y ahora Sonsoles' se valió en su estreno de la emoción de Sonsoles Ónega para guiar un magacín atropellado

Sonsoles Ónega al comenzar 'Y ahora Sonsoles'

Lorenzo Ayuso

Bienvenidos a casa”, proclamaba Sonsoles Ónega en el primer minuto de emisión de Y ahora Sonsoles, su debut en Antena 3 cerca de cuatro meses después de salir de forma inmediata de Telecinco. La declaración de intenciones era loable por parte de la periodista: hacer compañía a la audiencia. “Nos sobran las ganas para ustedes”, aseveraba la presentadora, emocionada ante su reaparición televisiva.

En ese sentido, el programa pretende rellenar su hora de emisión tanto como sea posible, para recalcar su presencia a quien sintoniza y se sienta frente a la pantalla. Ahora bien, durante la hora de emisión, ininterrumpida y sin anuncios, ese mismo afán por mantener la atención del público ha delatado una falta de ideas nuevas para este magacín destinado a servir de gozne entre los dos grandes sostenedores de la tarde del canal, Tierra amarga y Pasapalabra.

Un magacín clásico con parecidos inevitables

Y ahora Sonsoles ha demostrado en su debut el cuidado con el que Atresmedia ha programado su entrada en la competición. Como decíamos, desde las 18:57 a las 20:07 horas se ofrecía un espacio exento de pausas publicitarias. Exento también de pausas para asimilar el contenido, dividido en tres grandes bloques: uno de sucesos, con Carlos Quílez tomando la voz cantante; otra tertulia de actualidad, sin encontrar apenas trazas de política; y una tercera dedicada al corazón. Flash se titulaba esta sección, un nombre que evidentemente recuerda al Fresh, el bloque rosa de Ya es mediodía, el formato que Ónega condujese en Telecinco desde 2018 y hasta el pasado mes de julio.

Más allá de esa nomenclatura de casi idéntica sonoridad, la escaleta del contenidos destapaba sus deudas con otros formatos ya vistos. No es algo en sí negativo, menos aún teniendo en cuenta que Antena 3 había declarado que nos encontraríamos con un magacín de corte clásico, sin experimentos o estridencias. Más allá de Ya es mediodía, el propio concepto de la tertulia relajada podía recordar a las últimas fases de Ya son las ocho, que ya ocupó una franja parecida a última hora de la tarde; pero los perfiles más sobrios de los integrantes la emparentan más claramente con Espejo Público; la proliferación de microsecciones con sus propias cabeceras hacía pensar en el matinal Aruser@s, otro programa que acaba de embarcarse en la ardua tarea de captar público en las tardes sabatinas, con su Aruser@s Weekend.

La influencia de la fórmula de éxito de Arús viene notándose desde hace ya tiempo en los magacines de actualidad, que procuran surtirse como aquel de vídeos curiosos de internet para generar una cierta sensación de distensión. El problema está en la falta de tiempo para acostumbrar la mirada, y sobre todo, para dejar que esos vídeos den pie a dinámicas cómicas o relajadas en plató. Así, el espacio de “Si lo veo lo creo”, con el “impactólogo” Josu Larrea apenas se sintetizaba en una sucesión de vídeos de accidentes y trompazos sin demasiado orden. La sección de sucesos también la encontramos presente en el espacio despertador de laSexta, y de hecho durante un tiempo contó con Quílez a los mandos; no obstante, esta acostumbra a encajarse en la última hora del programa, habiendo dado suficiente tiempo al televidente para afrontar las crónicas de criminalidad. Empezar con ella afecta a la tensión con la que se abordan el resto de contenidos, a mantener una cierta tensión que la velocidad y la falta de orden con la que se encadenan temas no termina de disiparse.

Entre la emotividad de Ónega y la insolencia de Lago

Esa tensión será también debida al estreno en sí mismo. La propia Ónega contaba al comienzo que lo que hoy veíamos era el resultado de semanas de pruebas, de ensayo y error. Hasta qué punto este primer programa de Y ahora Sonsoles servirá como un piloto más es algo que solo los días permitirá discernir. Por el momento, sí se pueden observar puntos a favor que convendría reforzar.

En primer lugar, está el plató en sí mismo, cuya calidez y colorido supone una declaración de intenciones y, a priori, sí invita a dejarse caer. En segundo lugar, en la nómina de colaboradores destaca, en esta jornada inaugural, la presencia de Miguel Lago, encargado de dotar de cierto dinamismo y de humor al concepto. Incluso, sirviendo como apoyo a Ónega para las transiciones de temas y los tiempos muertos. No es diferente su función ni su tono con el que ya tenían sus intervenciones de Todo es mentira. Es más, que haya coincidido este lunes con otro habitual del plató de Risto, Antonio Naranjo, daba pie a esa confianza que se debería pedir al programa. La duda es cómo encajará con colaboradores tan diversos y probablemente no tan afines a un humor más procaz.

Por último, está el empeño de Sonsoles Ónega por lograr que todo funcione, por entregarse a la empresa con ímpetu y energía. Se ve ahí la responsabilidad por bautizar al programa con su nombre, con hacer que todo permanezca bien engrasado pese a todo. En su pretensión por estar cerca del público, la presentadora incluso se levantaba para bromear con una pareja de ancianos en la primera fila. En la imagen se atisbaba ahí una intención. La de apelar a la cercanía y la emotividad, una emotividad que ya le ha servido a la periodista para acercarse a los espectadores con anterioridad, y para diferenciarse de otros maestros de ceremonias televisivos.

Una baza desaprovechada y otra que no ha sido tal

La acumulación de temas puede servir tanto a evitar que el público se desconecte de la narrativa como saturar e invitarlo a marcharse, que esa emoción no se transmita convenientemente. En resumen, a que no fluya. Esos desequilibrios en las escaletas han sido palpables al tratar las bazas de contenido con los que se presentaba este lunes 24. Una entrevista con María del Monte tan solo horas después de que esta festejara su boda, parecía un buen reclamo, especialmente si se ponen en valor sus intervenciones durante el Orgullo LGTBI+ de este mismo año. No obstante, la conversación vía telefónica se despachaba demasiado rápido como para dejar suficiente huella.

La otra “bomba”, una entrevista perseguida, ni siquiera se consumaba este lunes: se presentaban solo unas primeras imágenes de una entrevista a Esther Doña sobre su separación del juez Pedraz. Más allá de apuntar a personajes mucho más sofisticados que los que acostumbran a protagonizar las historias de Telecinco, con personajes más propios de ¡Hola! y similares (como lo es también la presencia de Mar Flores como tertuliana), su presentación daba la sensación de un llamamiento de emergencia. Solo un avance de algo que se verá “próximamente”, sin fecha concreta. Tal vez para entonces Y ahora Sonsoles haya mesurado su ritmo, haya encontrado el tono para establecerse. De momento, hay una sensación de premura, de exceso de revoluciones.

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