En la nueva entrega en laSexta

La única pregunta sobre su familia que no quiso contestar Arantxa Sánchez Vicario a Mamen Mendizábal

Arantxa Sánchez Vicario, en 'Palo y Astilla'

Paula Hergar

Arantxa Sánchez Vicario fue la nueva invitada de Mamen Mendizábal en Palo y astilla de laSexta. La extenista española hizo balance de cómo su vida profesional estuvo siempre ligada a la personal y la forma que tuvo de influir todo ello en su familia.

Durante la entrega, la presentadora no solo habló con la deportista de cómo se enfrentó a sus seres queridos para más tarde hacer las paces, sino que entrevistó a amigos y periodistas que vivieron en primera persona aquella relación familiar que acabó siendo una de las más tormentosas de nuestro país.

De esta forma, la más pequeña de los Sánchez Vicario recordó desde los duros momentos de su infancia a la reconciliación.

“Me escapaba del internado para hablar español con alguien”

“Cogí una raqueta con 5 años y allí empezó todo” empezó relatando Arantxa sobre su relación con el tennis: “Estuve 15 años en alta competición, con alto nivel, me hice profesional con 14 años y me retiré con 30. Eran 5 o 6 horas diarias de entreno y preparación física y mental. Para aguantar todo lo que conlleva ser una deportista de alto nivel”.

Mendizábal el preguntó si todo cambió cuando se convirtió en campeona de España y ella confirmó: “Por supuesto que sí porque hasta entonces era una niña normal que iba al colegio y a la piscina con amigos, pero tras el campeonato tenía que separarme de ellos para pegarme entrenos de tres horas. Esos momentos piensas que mereció la pena pero separarte de tus amigos era duro”.

Recordó que con 13 años se metió entre las 100 mejores del mundo y le dieron una beca para internarse y entrenar. Un regalo envenenado: “Estaban los mejores tenistas alemanes. Los primeros meses lloraba, por estar sola, lejos de mi casa. He llorado mucho en la soledad, pero también he madurado mucho”.

Sobre esos momentos confesó que se escapó varias veces del internado: “Cogía la moto y conducía hasta Marbella para hablar español con cualquier persona que podía. Necesitaba ese calor pero los castigos eran tan firmes que no me salió a cuenta”.

“Intento seguir luchando por recuperar esa unión familiar que tuvimos”

En cuanto a su familia, Arantxa recordó cómo su madre dejó su trabajo para acompañarla a competir: “Para ella también sería duro, yo era la pequeña y necesitaba a la gente que quieres a tu lado. Tuvo que cambiar su ritmo de vida, adaptarse siempre con su hija y viajar casi 10 meses al año”. Pero confesó que eso conllevó un control muy estricto por su parte: “Era un poco diferente a lo que correspondía a mi edad”.

Una vez más, en los Juegos Olímpicos de Seúl también se encontró sola: “No acreditaron a mis padres y fui, con 16 años, sin presión porque no se esperaba nada de mí. Como era la única tenista española me pusieron con el equipo de taekwondo, y allí encontré a Coral, una amiga, compañera, madre, con la que conviví algo emocionante”.

Y lo que le cambió la vida fue ganar Roland Garros: “Cuando gané me dijeron que me merecía celebrarlo como quisiera, y lo recuerdo como la mejor fiesta de mi vida. Se ha dicho que era la primera vez que salía pero no era así”.

Con el tiempo y tras las disputas con su familia, sobre la que escribió un libro e hizo una rueda de prensa criticando el control que habían ejercido sobre ella, ahora aseguró estar reconciliados: “Intento seguir luchando por recuperar esa unión familiar que tuvimos. Mis padres han sido dos personas maravillosas, muy importantes. Desafortunadamente mi padre ya no está pero mi madre sí”, dijo emocionada.

Y la única pregunta que no quiso contestar a Mendizábal fue: “¿Te has sentido el motor económico de tu familia?”. Arantxa se quedó unos segundos en silencio y respondió: “No te voy a contestar”.

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