CRÍTICA VERTELE

'Beware The Slenderman' en HBO: los monstruos que creamos para expiar nuestros pecados

'Beware The Slenderman' - Fotograma de la película

Lorenzo Ayuso

Los primeros minutos de 'Beware The Slenderman' (Irene Taylor Brodsky, 2016), la cámara se adentra en la geografía de Waukesha, el árido suburbio de Wisconsin (Estados Unidos) cuyos límites albergaron el intento de asesinato perpetrado por dos niñas de 12 años contra una amiga de ambas, en honor al personaje inscrito en el título del documental.

Con un tiro bajo, casi horadando el suelo conecta los parajes donde el crimen germinó, primero, y culminó, después: un barrio residencial tipo, del que saldrían las muchachas y el sendero arenoso y cortado al paso, donde sería hallada con vida la víctima. El travelling discurre furibundo, como una entidad sobrenatural, sajando la normalidad por la mitad a su paso, como un transmisor de maldad. Por momentos, parece invocar el espíritu de “La fuerza” que se identificaba con el punto de vista omnisciente en la 'Posesión infernal' ('Evil Dead', Sam Raimi, 1982) inaugural.

La mediación de la imagen, podríamos decir, opera en la realidad como una fuente propagadora del mal, en un perverso ejercicio de simbolismo en torno a lo que Slenderman significó para las protagonistas de la historia.

El rastro del Slenderman se desvanece

La testa desprovista de facciones del Slenderman refleja en su pálida y brillante piel la nueva interfaz para la transmisión de folclore: de la tradición oral de las leyendas urbanas irrastreables a la propagación horizontal que permite la internet, del “boca a oreja” al “copia y pega”. Las “creepypastas” actualizan las hechuras de los monstruos, les dan forma concreta a través de la imagen representada (y de las imprescindibles herramientas de edición y postproducción digital), pero no deja de basarse en las mismas reglas para moldearlos: repetición y personalización.

En el caso de esta producción de HBO, un montage introductorio condensa algunas de las más icónicas manifestaciones audiovisuales en torno al personaje: un popurrí de imágenes tan deudoras de 'El proyecto de la bruja de Blair' ('The Blair Witch Project', 1999) como del J-Horror y hasta del thriller post-'Seven' (ídem, David Fincher, 1996) de la segunda mitad de los noventa. El documental nos predispone al miedo, a la inquietud. A adentrarnos en la mansión de Slenderman en lo profundo del bosque, como las menores que alzaron el cuchillo en su honor.

Sin embargo, la espigada figura del Señor Delgado no tarda en desvanecerse a medida que el documental enfoca su mirada en Anissa Weier y Morgan Geyser. Y, sobre todo, en las familias que dan la cara por ellas.

El miedo y la inquietud tornan en pesar e incomodidad. Las recreaciones del gul dejan paso a metraje real de sus seguidoras: en su más tierna infancia, descubriendo la vida; el de sus interrogatorios, asumiendo con serenidad una idea de la muerte. La experiencia resulta invasiva y, por ello, dificultosa y agotadora. La información y los recuerdos ajenos se atoran, mientras los padres de las dos imputadas aguantan la compostura en plano.

A medida que avanza la narración las intervenciones de diferentes expertos (en cultura popular, psicología y antropología) sobre el folclore y la viralización en tiempos de internet, por más que valiosas en contenido, pierden relevancia en el conjunto y acaban por esfumarse de la escaleta. El foco de Brodsky está en el hogar y su desestabilización, en la expiación de la culpa que los seres queridos cargan sobre sus espaldas.

Del horror a la compasión

El discurso de la directora afianza progresivamente su apuesta en la visión parcial y empática de un crimen que conmocionó a un país entero, ante la decisión judicial fallada casi en paralelo al lanzamiento del filme en festivales: juzgar a Weier y Geyser no como menores, sino como adultas, una prebenda posible en Wisconsin ante casos de esta índole que aboca a ambas a una posible pena de hasta 65 años en prisión.

En última instancia, el documental pretende ser trascendente, quizás impelida por el ejemplo de 'Making a Murderer', y alterar el sino de los acontecimientos. Ante una controvertida decisión responde con una visión conflictiva, que pretendidamente elude dar voz a la víctima para pedir clemencia para las victimarias, señalando las taras del sistema judicial que no sabe cómo lidiar con la juventud.

Llegados a este punto, el documental ha optado por asentarse en una estructura y estética mucho más convencional que la que se anticipaba, y termina por adolecer de una cierta incoherencia formal. 'Beware the Slenderman' acaba siendo, pues, no el prometido análisis del poder de internet como generador de mitos y monstruos, sobre la relación unívoca de miedo y deseo que convierte a Slenderman en una figura ambivalente (una vez más, el sesgo positivo o negativo depende de la óptica del lector/emisor), y sobre la pacata moral que descarga sus culpas en los productos de la cultura popular para explicar sus tragedias sin mancharse las manos.

'Beware the Slenderman' acaba siendo una densa y dura advertencia sobre la responsabilidad parental y social sobre dos niñas impelidas por sus circunstancias sociales y mentales a buscar amparo en el asesinato, y la capacidad de preservar un reducto de inocencia en conciencias a medio formar. Si los monstruos son constructos sociales, hijos de su tiempo, el documental se erige por evitar que Weier y Geyser adquieran tal estatus a ojos de los demás. No son iconos. Son solo niñas.

La cámara, eso sí, no dejará de moverse, yuxtaponiéndose su tránsito por Waukesha entre las entrevistas de las dos jóvenes ejecutoras. El poder evocador de esos primeros planos se ha perdido, la conexión fantasmal ha desaparecido. No hay diablo escondido en las imágenes. No existe Slenderman. De hecho, esos planos aéreos, ese ojo de águila resulta demasiado grandilocuente y distante para entender lo que sucede, luego deviene en innecesario. Solo quedan así las grabaciones de las Morgan y Anissa en el interrogatorio reconociendo su crimen, perdiendo el último lazo con la infancia, creciendo de súbito.

Es en el registro de estas imágenes encontramos un símbolo: el de “la muerte haciendo su trabajo”.

*El documental estará disponible en HBO España desde el martes 24 de enero, en simultáneo con su estreno en EE.UU.

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