Crítica Vertele

'La otra mirada' mantiene la vista en los derechos de “todas” de forma magistral y con lección para los hombres

Imagen de la segunda temporada de 'La otra mirada'

Laura García Higueras

Se anticiparon por desgracia, al juicio de La Manada. Hablaron sobre consentimiento, libertad y derechos de las mujeres. Abordaron la necesidad del cambio, la búsqueda de la voz propia, la homosexualidad y la sororidad. La primera temporada de 'La otra mirada' consiguió, como su propio título indica, mostrar una forma diferente de ver el mundo, la sociedad y a nosotros mismos. Hombres y mujeres.

Tras la aplaudida confirmación de la segunda tanda de capítulos, que ahora contarán con una duración de 60 minutos, la ficción de RTVE producida junto a Boomerang TV regresa manteniendo su espíritu combativo y con nuevos temas sobre los que poner el foco en la España de los años 20.

La última entrega fue un adiós que supo a hasta pronto. Miedo al otro, primer episodio del retorno de la serie, arranca con Teresa (de nuevo sobresaliente Patricia López Arnáiz) recién salida de la cárcel. Finalmente, se ha destapado la verdad y la madre de Roberta, verdadera asesina del crimen por el que había sido detenida, en prisión.

El estandarte de libertad y energía de la Academia de Señoritas está ahora destrozada, llena de moratones, frágil y sin fuerza para volver a ponerse al frente de sus alumnas. Se muestra a la profesora vulnerable, humana, con miedo y dudas, porque como la directora Doña Manuela explica a las jóvenes varias escenas, “el miedo siempre va a estar ahí; a lo desconocido, a lo nuevo y a lo inesperado”. Y precisamente este pavor es el que marca una de las nuevas y punto fuerte de las tramas de la renovada ficción, la llegada de una alumna negra.

Negra y mujer, racismo y rechazo a lo diferente

La incorporación de Inés (Dariam Coco) hará que el ambiente se revolucione, tanto para los inversores, el equipo docente y las estudiantes. La adolescente es rescatada de las calles, apenas tiene estudios y vive con un escudo de desconfianza y rechazo a lo desconocido. Igual que sus nuevas compañeras, para las que tener a una “morena” en clase es todo un escándalo. El racismo cala así en el primer episodio, acompañado de la espontaneidad de las pizpiretas alumnas, que comparten con inocencia sus dudas, responden con prejuicios y acatan una lección muy acertada de Inés.

“He servido en todas vuestras casas”, espeta. Antes de explicarles que para ellas habría sido siempre invisible. “Si queréis verme, solo tendréis que hacer sonar la campanita”, incide. Pero una de las amigas, Macarena (Paula de la Nieta) le invita a que no se deje llevar tampoco por sus propios recelos. Aunque todas visten el mismo uniforme, “cada una tiene su historia”. La joven resalta que por encima de sus pasados tan distintos, lo importante es que quieran conseguir “lo mismo”. Ahí es donde nace su unión.

Y así, de nuevo, La otra mirada apuesta por mostrar la unión entre las mujeres. La importancia de la sororidad. De luchar por los derechos de “todas” y no solo de “algunas”, que es lo que propone el feminismo. Las tres guionistas de la ficción Irene Rodríguez, Ana Muñiz da Cunha y Tatiana Rodríguez, coordinadas por Alba Lucio, se han encargado de continuar imprimiendo en sus líneas enseñanzas sobre igualdad.

Los referentes que faltaban en los libros de texto

Si en la primera temporada se incluyeron figuras y obras de referencia como María de Maeztu o la crítica a las normas matrimoniales del siglo XIX en Casa de muñecas de Henrik Ibsen, nada más comenzar la segunda se repiten las menciones y lecciones sobre mujeres que son aquí descritas con la relevancia que merecen.

El nuevo laboratorio del centro sirve como pretexto para mencionar a Marie Curie y la esperanza de formar a la nueva Nobel de Física (1903) y de Química (1911). Aunque en quien más se incide es en Elena Maseras, la primera mujer matriculada en la universidad en España. Manuela explica a las alumnas cómo consiguió en 1872, después de que una autorización de Amadeo I. La directora cuenta cómo al principio sus compañeros la miraron con recelo, y cómo este rechazo inicial era fruto también del miedo. Como consecuencia de la educación que mayoritariamente recibimos, lo desconocido suele despertar antes la sospecha que un brazo tendido.

Las mejores enseñanzas de las profesoras

Con ella, las profesoras de la Academia de Señoritas ofrecen referentes mujeres a sus alumnas. Dado que los libros de texto están plagados de hombres, aquí se da espacio a conocer a figuras femeninas que no gozaron del protagonismo que requerían, pero cuya trascendencia es igual de elogiable. Conocer sus historias les empuja además a darse cuenta de la necesidad de ocupar los puestos de poder, para que conseguir cambios efectivos. “Habrá que ser ministra”, comenta una de las jóvenes en clase.

Los hombres al lado, ni delante ni detrás

Las reinas de La otra mirada son las mujeres. Son ellas y sus conflictos las que atesoran mayor atención dentro de la producción. Sin embargo, los personajes masculinos son también reivindicables por las actitudes que muestran, por la forma en la que algunos saben que sus parejas o amigas no necesitan que nadie les proteja, cuide o tome sus decisiones. Pero que igualmente se equivocan.

No solo las protagonistas están viviendo y protagonizando un cambio, quienes las acompañan o pretenden hacerlo, también. Y han de adaptarse a los nuevos tiempos, al nuevo lugar que les pertenece, ahora que las mujeres ya no quieren quedarse en casa. Aspiran a tener sus propios puestos de trabajo, a depender de ellas mismas y no necesitar maridos para los que cocinar y dar hijos. Quieren vivir sus propias vidas, viajar solas y liderar.

Pero la aportación de los hombres no se queda ahí. A través de la incorporación del personaje interpretado por César Vicente, el último “chico Almodóvar” en la película del manchego Dolor y gloria, ahondarán en las enfermedades mentales. Retratar cómo eran concebidas entonces y, de paso, reflexionar sobre cómo las aceptamos ahora.

El inicio de lo nuevo de La otra mirada demuestra que el apodo “necesaria” sigue siendo apropiado. Llega envuelto de la música de uno de los compositores más laureados de nuestro país, Fernando Velázquez. Ganó el Goya en 2017 a la Mejor música original de Un monstruo viene a verme (Juan Antonio Bayona) y es el responsable de las partituras de otros títulos como El orfanato, El guardián invisible, La cumbre escarlata u Ocho apellidos vascos.

Suya es la envoltura de esta ficción que custodia su identidad con un elenco empastado y con nuevas tramas con las que seguir reflejando una sociedad en la que la voz de las mujeres, su opinión, su deseo y su ambición importan. Porque pudiendo pensar a lo grande, no merece la pena conformarse con hacerlo a lo pequeño.

Da igual lo aprehendido que lo tengamos o la generación a la que pertenezcamos. Nunca es tarde ni demasiado pronto. Como decía María de Maetzu en 1938, y como todavía podemos pronunciar en presente: “Hoy más que nunca se le pide a la educación que realice el milagro de convertir lo imposible en posible”.

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