Crítica
'Lo de Évole' no es 'Salvados', es puro Jordi

Lo de Évole

Laura Pérez

“Tanto Évole al final cansa”, admite con franqueza el padre del presentador en los primeros minutos de Lo de Évole, su nuevo reto en laSexta. Pero nada más lejos de la realidad. Tras despedirse de Salvados, el formato que ha marcado su carrera durante 11 años, vuelve ahora con un proyecto mucho más suyo que promete, como mínimo, estar a la altura.

Ya avisó en una reciente entrevista con Vertele que su nuevo programa no difiere en exceso de lo que venía haciendo hasta la fecha, pero es que buscar una revolución no solo es complicado, sino también innecesario. Lo de Évole no es Salvados, es puro Jordi.

El presentador ha logrado convertir su nombre y su trabajo en una marca en sí misma. Una marca de televisión en estado puro. Y en este proyecto no solo mantiene su esencia, también la endulza con un toque personal que le permite dar un paso adelante y no hacer más de lo mismo, aunque lo mismo nos encante.

Un prólogo con un clímax final que anticipa un gran futuro

Como el mejor de los prólogos, Lo de Évole arranca con los padres del presentador preparando la mesa (y la sopa) en su domicilio familiar. Ya conocemos al presentador, así que parece buena idea empezar a conocer a la persona que se esconde detrás de él. Y ese es precisamente el objetivo que tiene el propio Jordi con los protagonistas de la primera tanda de capítulos: hombres que han pasado años de su vida entre rejas y a los que la ausencia de libertad les ha ocasionado consecuencias personales irrevocables.

Los espectadores más veteranos encontrarán rápidamente la referencia. Los que no, conocerán en boca del propio Évole que su espejo no es otro que Jesús Quintero y su Cuerda de presos, un programa de los 90 que marcó al periodista y que ahora reconstruye en una primera entrega que es un ejercicio constante de metatelevisión.

“En el 93, Quintero podía entrar en las cárceles para hacer programas. Ahora no nos dejan hacer prácticamente nada”, lamenta el presentador durante el primer programa. Esta es solo una muestra de lo que ha cambiado la televisión, la política y la vida en estos 27 años, sobre lo que reflexionamos casi sin darnos cuenta.

En sus primeros 57 minutos, los correspondientes a la entrega de estreno, Lo de Évole se agarra a la referencia de Cuerda de presos para revisitarla de una manera original: entrevistando a algunos de los protagonistas de entonces, y mostrando cómo se construye un programa así. Y es que no solo vemos a Jordi acudiendo a la 'terapia' familiar para razonar sobre cómo enfoca su nuevo proyecto, también comparte cómo se deja arropar por Gemma Nierga y muestra el camino -literal y figurado- hasta conseguir reunirse con cada entrevistado de una manera totalmente natural que encaja a la perfección en el programa, narrativamente hablando.

En lo que respecta al presentador, poco más que comentar que no sepamos ya. Como Quintero, Évole crea su propia atmósfera con cada uno de los protagonistas de las charlas. También con Oriol Junqueras, aunque el entorno es para él más complicado de lo habitual. De su entrevista al político, el plato fuerte del estreno, vemos apenas unos minutos que llegan después del gran clímax: el encuentro con su 'maestro' Jesús Quintero, al que lleva persiguiendo tres años y que se convierte casi en una necesidad también para el espectador.

Y es ahí, en el minuto 52, cuando acaba el prólogo y empieza realmente Lo de Évole. Habrá que ver cómo se adapta esta concepción al resto de entregas, que a priori ya no cuentan con esta percha y tienen que entrar en el universo de sus protagonistas desde el principio. Quizás entonces sí se parecerá más al Salvados que conocemos, pero siempre es una gran noticia que la buena televisión se multiplique.

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