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Crítica de 'Promesas de arena', una historia bien aderezada a la que le falta tijera

'Promesas de arena'

Laura Pérez

Cargada de ilusiones y de buenos propósitos, Lucía (Andrea Duro) y un grupo de jóvenes viajan a las profundidades de Libia como cooperantes de la ONG Acción Global. Allí conoce a Hayzam (Francesco Arca), con quien vivirá la historia de amor prohibido que vertebra la trama de Promesas de arena, la nueva apuesta de ficción de TVE para su prime time.

Tras lanzarse con las atrevidas Estoy vivo y Malaka, la cadena pública retoma la senda tradicional con un melodrama de amor y aventuras en el mundo árabe con el que pretende conquistar a su público de siempre. Una historia basada en la novela de Laura Garzón que, si bien no cuenta con una premisa excesivamente novedosa, sí contiene alicientes que la hacen atractiva para los espectadores que todavía buscan tener una cita semanal con la ficción televisiva.

Pero es precisamente el que siempre se ha considerado el talón de Aquiles de la ficción tradicional en abierto el principal enemigo de Promesas de arena: su excesiva duración. En un momento en el que las series españolas se han quitado ya las ataduras al formato de 70 minutos, resulta difícil de entender que una cadena que empieza su prime time a las 22:40 horas vuelva a encargar productos que superan la hora de metraje sin necesidad.

El capítulo piloto arranca prometedor, ya que se ahorra los rodeos y sitúa a todos los protagonistas rápidamente en el lugar de la acción. Logra su primer propósito sin muchas dificultades, pues acapara el interés del espectador en los primeros minutos con el reto que ello supone. Sin embargo, al conjunto final le sobra relleno y le falta un ritmo que podría tener en un formato de 50-60 minutos con un material similar.

Una historia clásica bien aderezada

Promesas de arena no es ni mucho menos un mal producto, ni tampoco una serie que vaya a pasar a la historia. Pero es que ese no es su objetivo. Su intención pasa por entretener con las herramientas básicas: una historia de amor clásica con los aderezos adecuados.

Y es que más allá del affaire entre Lucía y Hayzam, con el que busca captar al espectador de ese tipo de relatos, la producción de Atlantia Media y RTVE se asoma a una realidad mucho más interesante. Las misiones de los cooperantes en zonas de conflicto, las milicias, el tráfico de armas y la homosexualidad en un entorno musulmán son algunos de los ingredientes que complementan la trama romántica y que suponen su principal punto diferencial con otras series españolas que ya se han sumergido en el mundo árabe para narrar un romance prohibido.

El peso de la trama aventurera recae en Blanca Portillo (Julia), que se “viste” de Carrie Mathison en el personaje más prometedor de Promesas de arena. A su lado, un Daniel Grao (Andy) con el que vuelve a hacer equipo con el buen recuerdo que dejaron entre los seguidores de Acusados.

El plus definitivo lo aporta el entorno, que se corresponde en su totalidad con escenarios naturales de Túnez. Decir que los exteriores son un personaje más está ya muy manido, pero sí es cierto que el hecho de haber rodado en la zona y contar con talento local dota a esta producción de un atractivo visual y un realismo que no podría haber tenido sin esa apuesta.

Luces y sombras en el reparto

Por contra, los diálogos restan credibilidad a los personajes en más de una ocasión, y son sin duda el punto más débil de Promesas de arena. Este es uno de los motivos principales de que las interpretaciones no luzcan como se podría esperar de ellas, especialmente en el caso de una Andrea Duro que debuta en un rol protagónico con más sombras que luces.

Más cumplidor se muestra Francesco Arca, un italiano con pasado viceverso que solventa el difícil reto que tenía por delante interpretando el papel de un musulmán tan ambiguo como magnético. También son eficaces los secundarios Marcel Borrás (Jaime), Jairo Sánchez (Diego) y Thais Blume (Berta), que sirven como desahogo de las dos tramas principales.

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