Crítica Vertele

'¿Quién quiere ser millonario?', más TV reciclada con un Juanra Bonet en estado de gracia

'¿Quién quiere ser millonario?', más TV reciclada con un Juanra Bonet en estado de gracia

Paula Hergar

¿Quién quiere ser millonario? volvió a Antena 3 once años después de su despedida en la cadena para celebrar el 20 aniversario del formato mítico.

Un homenaje que seguro que hizo las delicias de los amantes de los concursos más icónicos de nuestra televisión, pero que en la actualidad no aporta nada más que eso: nostalgia (que, por otra parte, ahora vende mucho).

Todo ello grabado en el histórico plató polaco con la misma silla en la que se sientan más “Millonarios” de otros países, y en ella un acomodado Juanra Bonet que se luce en las preguntas, en los silencios que rápidamente rellena también con caras, con ingenio y con complicidad.

Sobre todo con “su” Erundino, el integrante de Los Lobos que tantas alegrías ha dado a Boom, ¿le suena? Seguro que sí, porque toda esta apuesta va de eso: de apelar a lo conocido.

Los aciertos: Juanra Bonet y sus “magníficos”

El regreso de '¿Quién quiere ser millonario?' tuvo tres ingredientes atractivos para el espectador: el de revivir uno de los concursos más míticos - y adictivos- de la TV, ver a Juanra Bonet como conductor del formato - y compararlo a sus antecesores- y disfrutar de la sabiduría de concursantes “magníficos” que ya brillaron en otros programas como ¡Boom!, Pasapalabra, Saber y Ganar y el mismo ¿Quién quiere ser millonario?.

El primero cumplió las expectativas ya que, al ser un homenaje del formato, se respetaron al máximo las características de este. Con una única excepción: se cambió el comodín de la llamada para sustituirlo por un acompañante (mucho más práctico al ser grabado en otro país).

El desfile de concursantes históricos también fue un acierto ya que arrastraban a sus propios seguidores y los que no lo eran podían tener el entretenimiento extra de recordar de qué les sonaba ese rostro.

Mientras que sentar a Bonet en la mítica silla también fue otro tino. Su destreza a la hora de leer las preguntas, su rapidez mental para rellenar silencios y su ingenio para tranquilizar a los participantes hicieron que la alargada sombra de los presentadores anteriores no oscureciera su momento.

No es de extrañar que sea uno de los favoritos para poner al frente de Pasapalabra.

El posible error: pensar en una posible continuidad

Se han grabado otros tres especiales que harán las delicias de los nostálgicos durante varias semanas en Antena 3, pero que a la vez no tendría sentido alargar en emisión.

Homenajes por el aniversario se entiende, otra apuesta más de Atresmedia por reciclar formatos ya demostraría una falta de ideas que se sumaría a un largo listado.

El entretenimiento televisivo de los últimos años brilla por su falta de riesgo, falta de priorizar a la imaginación, de tener paciencia cuando se innova y todo ello acumulado está creando un hastío que hace que los espectadores se debatan entre las plataformas o las playlist y 24 horas que ofrece Youtube.

Por ello, la cadena debería ser nostálgica lo justo y apostar por los atisbos de novedad que puedan sorprender. Y es que el secreto para no envejecer es que hay que vivir más de los nuevos proyectos que de los recuerdos.

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