Qué aporta televisivamente 'El caso Sancho' de HBO Max, y el clasismo que muestra la entrevista a Rodolfo Sancho

Paula Hergar

Una de las mayores sorpresas de HBO Max - además de estar vendiendo algunos de sus contenidos más famosos, y también de convertirse en Max en unas semanas- ha sido el estreno de El caso Sancho. La semana pasada la plataforma anunciaba el lanzamiento de la docuserie con tan solo un día de antelación, y coincidiendo con el inicio del juicio a Daniel Sancho.

No acababa ahí lo llamativo de la apuesta, si no que el primer capítulo de la producción contaba con Rodolfo Sancho como protagonista. La entrevista al actor había sido una de las más buscadas por los medios desde el pasado mes de agosto, cuando su hijo fue acusado del brutal asesinato de Edwin Arrieta en Tailandia.

Cabe recordar que el actor no solía dar este tipo de entrevistas e incluso había respondido de forma “prepotente” a la prensa que le esperaba a la salida de la cárcel, para más tarde disculparse tanto con los periodistas como con la familia del fallecido. Sin embargo, ahora aceptaba sentarse frente a una cámara por dinero, según confirmó y explicó su abogada.

Por todo ello, ese primer capítulo de El caso Sancho despertaba el interés de unos suscriptores que corrieron a visionarlo, encontrándose que durante unas horas no estuvo disponible por problemas técnicos. Tras solucionar esos fallos y poder ver la entrevista, hemos necesitado varios días para reposarla y reflexionar sobre lo que significa televisivamente esta apuesta.

Lo que aporta el capítulo 0 de 'El caso Sancho'

La primera entrega de El caso Sancho puede parecer vacía de contenido. Las pinceladas de contexto son escasas, como si dieran por hecho que conocemos lo ocurrido, como si se dirigieran únicamente al público que ha seguido el crimen día a día, dejando fuera a los suscriptores que nunca antes habían escuchado hablar de esta historia.

Al ser una producción que se emitirá “en tiempo real”- según la plataforma- también hay mucho secreto de sumario que no puede tratarse en ese “capítulo 0”, por lo que camina de puntillas por la superficie de un caso con muchos ingredientes en los que ahondar.

Pero si nos centramos en lo que aporta al género del true crime, la realidad es que estamos frente a un arranque pocas veces visto con anterioridad: dando voz al padre del detenido. Si la santísima trinidad criminal está compuesta por la víctima, los investigadores y el delincuente, en contadas ocasiones se escucha a este último. Y aún menos a su progenitor.

La familia suele preferir mantenerse en el anonimato, una opción que no tuvo Rodolfo Sancho dada su fama pública, por lo que ha decidido aprovechar su singular ocasión para “cubrir la necesidad económica que tiene un padre para intentar salvar la vida de su hijo”, en palabras de su abogada. Y así nos ha dejado algo con lo que hubieran soñado Holden Ford y Bill Tench, de Mindhunter: la oportunidad de entender la infancia del presunto culpable.

Algo similar ocurre con el (P)ícaro: El pequeño Nicolás, de Netflix (por el que también analizamos el rasero al centrarse en entrevistados cuestionables), donde entrevistan a la madre y su testimonio ofrece otra dimensión para los amantes del true crime: ¿Qué tipo de padres tenía Francisco Nicolás para tener estas aspiraciones desde joven? Es una pregunta que te contesta la producción al escuchar y ver a su progenitora, y permite que el espectador interesado en la reconstrucción de estos casos tenga aún más información sobre cómo pudo llegar a ocurrir aquello.

A veces, la entrevista más interesante la tienen los padres. Esa es la gran aportación del capítulo 0 de El caso Sancho.

El clasismo en televisión: del caso 'La Noria', a las docuseries de plataforma

Sin embargo, escuchar a Rodolfo Sancho en esa entrevista genera otro debate televisivo que lleva a preguntarnos si existe el clasismo también en los true crime. Si retrocedemos hasta octubre de 2011, recordaremos el caso de Marta del Castillo en el que Miguel Carcaño, Samuel Benítez y el “Cuco” acabaron con la vida de la joven.

Un crimen especialmente mediático por los numerosos cambios de versiones que hicieron los autores, que jugaron con los sentimientos de la familia y de todo un país que deseaba encontrar su cuerpo. Meses después de estar cubriendo lo ocurrido, sin encontrarla, el programa La Noria de Telecinco anunció que entrevistaría a Rosalía García, la madre del Cuco.

Aquella entrevista en plató causó tal polémica que provocó el boicot a los anunciantes, una progresiva pérdida de respaldos publicitarios y la cancelación definitiva del programa. Todo ello tras una entrevista en la que la mujer prefirió que no se hablara del dinero que había cobrado, ni se le viera la cara. Mientras, Pilar Rahola le soltó: “Me parece bien que haga la entrevista, pero no cobrando”.

Doce años después, Rodolfo Sancho sí muestra su cara en una entrevista y su abogada no ha tenido problemas en confesar que lo ha hecho “nada más que por dinero”. Y esta vez no ha habido boicot a la plataforma, ni una pérdida de suscriptores, ni cancelación alguna. ¿Por qué castigamos que aquella madre diera una entrevista cobrando pero nos parece correcto que este padre haga lo mismo?

Cuando ocurrió en Telecinco lo entendimos como un morbo amarillento del que no quisimos formar parte, y sin embargo con la factura más cuidada de HBO parece que estamos ante otro contenido. Como tampoco han provocado el cierre de Netflix las declaraciones de Rosa Peral en sus cintas, o incluso se ha aplaudido a The Jinx con las declaraciones de Robert Durst.

Nos permitimos escuchar esas versiones pagando una suscripción por un producto más “limpio”, que nos haga sentir menos sucios. Mientras que en abierto las desaprobamos. La hipocresía de la forma, pero no del contenido.

También suma que el entrevistado es un actor reconocido, al que hemos visto crecer porque pertenece a una saga famosa en nuestro país. Por lo tanto es “uno de los nuestros”, al que parece que tenemos que proteger hasta desde nuestro prime time. Pablo Motos preguntaba el pasado martes a Frank Cuesta si “estábamos haciendo bien” desde España con hacer mucho ruido o si afectaría a Daniel Sancho. Dando por hecho que apoyamos al presunto culpable.

No imagino en cuántos casos más, Motos daría por hecho que el país quiere “hacer bien” a alguien que podría haber matado y descuartizado a otra persona. Parece que hay clases y clases de detenidos, también para la televisión. Una televisión en la que hay clasismo con un abanico tan amplio que engloba desde al que te dice “que no la ve porque solo sigue series”, hasta el que solo acepta versiones “morbosas” pagando por su “limpieza”.