Crítica

'El desorden que dejas', la serie que le faltaba a Netflix en su catálogo español

Desde que en abril de 2017 se estrenara en la producción original de series españolas con Las chicas del cable, Netflix ha lanzado hasta una docena de títulos patrios para todos los gustos: de juveniles a dramas de época, pasando por géneros como la comedia, el thriller e incluso el anime. Este viernes 11 de diciembre llega El desorden que dejas, una miniserie de suspense que, lejos del mal augurio que acompaña siempre al número 13, aterriza en el catálogo de la plataforma como un producto realmente especial.

Basada en la novela homónima de Carlos Montero (Élite, Física o Química), la decimotercera serie original de Netflix en España nos transporta hasta la localidad ficticia de Novariz, un pueblo gallego que recibe con los brazos abiertos -y un buen drama reciente- a Raquel (Inma Cuesta), la nueva profesora de literatura del instituto que llega para sustituir a Viruca (Bárbara Lennie). Su ilusión por asentarse por fin en una clase parece inquebrantable, pero pronto se ve metida en una espiral de la que resulta complicado salir con vida.

Esa es su sinopsis libre de spoilers y también la única información sobre la trama que vas a encontrar en esta crítica, pues a pesar de que son muchos los lectores que han podido conocer la historia en la novela, lo ideal es enfrentarse al visionado de El desorden que dejas con pocas pistas y muchas ganas de dejarte sorprender. Porque si algo hace esta serie es dar al espectador donde -y cuando- menos se lo espera.

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Una serie cautivadora que baila al compás de dos grandes actrices

Aquellos que se presenten vírgenes al maratón podrán pensar que al mezclar los ingredientes “instituto”, “profesoras”, “alumnos”, “crimen” y “creador de Élite” puede salir de ahí un cóctel similar al que ya han visto en otras series recientes, pero lo cierto es que no. El desorden que dejas ni es Élite ni tampoco un producto que aspire a convertirse en el nuevo fenómeno de masas de Netflix, y aunque sí bebe del agua que ha hecho grande a la serie juvenil, presenta un relato mucho más maduro, envolvente y adictivo.

En los ocho capítulos que conforman su primera y única temporada, esta miniserie se mete en las aulas y ahonda en las miserias de un grupo de adolescentes con Iago (Arón Piper) como cabecilla. Pero sobre todo penetra en las de los dos matrimonios, Viruca y Mauro (Roberto Enríquez) + Raquel y Germán (Tamar Novas), que son el eje de una historia que no solo vive del suspense.

La pérdida, la obsesión, el desamor, el deseo, la depresión y las adicciones son algunos de los temas sobre los que también gira El desorden que dejas. Todos, asuntos tan universales que se tratan con una mirada interesante para más de una generación y que aportan un valor añadido al producto final.

Y si hablamos de valor añadido, quien merece una mención especial es el reparto femenino, el cartel principal que llevará a muchos curiosos a asomarse a ver lo nuevo de Netflix. Inma Cuesta y Bárbara Lennie son dos de las mejores actrices de este país y también, las dos mujeres que mueven la batuta de una serie que les da la materia prima para lucirse.

Ambas protagonizan dos historias paralelas que mantienen en vilo al espectador durante todos los episodios y que se entrelazan con mimo hasta llegar a su clímax. Es una pena que la propia trama les haya dejado sin poder compartir escenas que serían un verdadero disfrute para todos.

También tiene mucho que decir Arón Piper, que deja atrás los dramas de Ander en Élite para entrar en un juego en el que sin duda funciona. Su Iago es un personaje que parece hecho a su medida y que tiene un arco mucho más rico que el de su debut en Netflix, por lo que se anota un buen tanto. También lo hace el siempre solvente Roberto Enríquez (Vis a Vis) y su par Tamar Novas (Fariña), el pulmón gallego de una serie que respira norte y en la que hasta a Inma Cuesta se le ha pegado el acentiño.

Una adaptación con personalidad propia

Si hay alguien que juega con desventaja en El desorden que dejas es todo aquel lector que ya se ha sumergido entre las letras de Carlos Montero, también creador, guionista y director de la versión televisiva. Lo peor que le puede pasar a alguien que se lanza a ver una serie como esta es saber todo lo que va a pasar antes de que ocurra, lo que complica en ocasiones el disfrute.

Todos aquellos que en su día devorasen las páginas de El desorden que dejas se encontrarán en la serie una adaptación bastante fiel, aunque con algún cambio de esos que siempre son polémicos para los defensores de los libros frente a sus versiones audiovisuales. Por poner algún ejemplo reciente, no se han marcado “un Valeria”, ni mucho menos. Pero tampoco “un Patria”, ya que en este caso sí han metido algo de mano al relato original. Y con todo el derecho, por supuesto, aunque haya episodios que no funcionen tan bien como en la versión escrita.

En cualquier caso, el lector puede estar convencido de que el resultado de la adaptación es una serie con personalidad propia y que cautiva tanto o más que la novela. Buen punto.

Para terminar, es importante hablar del contexto. En una parrilla original con títulos de época (Las chicas del cable, Alta Mar, Hache, Alguien tiene que morir), de comedia (El vecino), juveniles (Élite), románticos (Valeria) y policíacos (Criminal, Los favoritos de Midas), esta nueva miniserie se desmarca como un producto diferente, como un cromo que todavía no tenía y que necesitaba para seguir completando la colección. Porque sí, El desorden que dejas es la serie que le faltaba a Netflix en su catálogo español. Toca seguir rellenando el álbum con acierto.