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Crítica: 'El contenedor' de Antena 3, un formato desubicado en el que el pudor pesa más que el materialismo

'El contenedor' de Antena 3

Laura Pérez

Antena 3 abrió este lunes El Contenedor, su reality anti-materialista basado en el internacional Life Stripped Bare que llevaba aguardando su turno dos años en un cajón. La cadena lo presentó en sociedad en el FesTVal de Vitoria de 2017 como una de sus bazas para el curso televisivo que acababa de comenzar ese septiembre, pero ha sido ahora cuando por fin ha encontrado un hueco en su parrilla para lanzarlo.

A lo largo de sus 4 entregas, los habitantes de 4 viviendas tienen que aprender a vivir y seguir con sus rutinas sin contar con ningún elemento material. Es decir, deben desenvolverse en una casa totalmente vacía, sin ningún tipo de mobiliario ni ropa. Las pertenencias de cada habitante son guardadas bajo llave en un contenedor situado a unos 700 metros de la vivienda, y pueden recuperar solo una al día.

A priori la premisa puede resultar atractiva, puesto que promete poner al ser humano al límite de una forma diferente a cómo lo hacen otros programas como por ejemplo Supervivientes. Si bien el fondo es similar -cómo afrontan las personas vivir sin sus bienes más preciados-, el contexto cambia: tienen que hacerlo dentro de su entorno habitual, que se ha transformado por completo.

El morbo por encima del objetivo

Pero lo que se presenta como un experimento sociológico interesante se convierte rápidamente en un formato morboso. ¿Es realmente necesario que las parejas y familias participantes queden desnudas ante la cámara para aprender a valorar lo que tienen? Probablemente la respuesta sea no.

La primera entrega de El Contenedor olvida el materialismo y se centra en el pudor que sienten los protagonistas al tener que quitarse la ropa interior delante de sus padres y de un grupo de técnicos y cámaras. A partir de ese momento, el formato se desprende del componente reality y se queda con el show menos natural que se podía esperar.

Los destellos iniciales que muestran a la madre de la familia de Muchamiel a punto de tirar la toalla antes de empezar por exponerse a una situación complicada se difuminan en el momento en el que guardan su ropa en una caja de cartón. El programa producido por Shine Iberia pierde con esto una oportunidad interesante de ahondar en el trastorno que supone para una pareja perder todo lo que les rodea, y elige poner el foco en cómo se las ingenia la mujer para taparse sus partes con un cajón y un recipiente para cubiertos mientras la cámara busca un descuido.

Un formato desubicado con una oportunidad por delante

Por lo visto anoche, El Contenedor es un formato que llega desubicado. Primero en su casa televisiva, puesto que desentona con el contenido de una cadena como Antena 3 que busca, según sus propias campañas, acercarse a la audiencia con la calidad como base.

Segundo, en la parrilla actual. El programa se grabó en 2016 y tres años pesan mucho en un medio en constante evolución. Probablemente, si Shine Iberia hubiese acometido ahora la producción de El Contenedor el resultado habría sido más acorde a los parámetros que vemos actualmente.

Y por último, en una época del año en la que ver abrigos y mangas largas -aunque solo sea en segundo plano- mientras caen 40 grados a la sombra, descoloca. Es cierto, no obstante, que en este caso el verano puede ser su gran aliado por tratarse de una época de consumo televisivo menos exigente.

¿Qué aporta entonces El contenedor? Por el momento, entretenimiento en una noche de verano. Pasada la fase nudista, el formato de Atresmedia tiene todavía la oportunidad de evolucionar y centrarse de verdad en cómo los participantes se acoplan a su vida habitual con muy poco.

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