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Lara Álvarez, a 'Supervivientes 2020': “La gente pide, más que un nombre, un concursante que dé contenido”

Pedro Zárate

Con el puzzle de concursantes todavía en construcción, Lara Álvarez pone ya rumbo a Honduras para embarcarse en su sexta edición consecutiva de Supervivientes. Ella es la máxima representación del reality en la isla y también la que más de cerca vive la aventura con un grupo de robinsones a los que está deseando conocer.

“Este año estoy eufórica, tengo más ganas que nunca”, admite a Vertele horas antes de coger el avión. No es para menos, pues promete que esta “es la edición más extrema” de todas las que lleva el reality aventurero. “Nos vamos dos meses antes de lo que es habitual para nosotros y va a ser extrema sobre todo por las condiciones climatológicas. Ahora tenemos tormentas y 10 grados menos de temperatura.... van a pasar frío, habrá más humedad, y ese conflicto mental que tienen siempre va a ser más extremo en esas condiciones”.

Lara, sobre los concursantes: “La gente pide más que un nombre”

Esta circunstancia de la que habla les ha llevado a elegir, para esta edición, “el casting más joven de los últimos 5 años”. “Hemos buscado que tengan un carácter fuerte, competitivo, que quieran darlo todo. Tienen que estar preparados física y psicológicamente”, dice sobre el elenco, del que por ahora conocemos 11 nombres.

Lara Álvarez asegura que el grupo completo “va a sorprender muchísimo” y se aventura a decir que “esta edición va a ser histórica”. Y es que lejos de pensar que falta algún rostro potente al nivel del de Isabel Pantoja, considera que los de este año también conquistarán a la audiencia. “La gente conoce bien la esencia de este reality, que es la supervivencia. Lo que piden, más que un nombre, es a concursantes que se vuelquen en la aventura, que la vivan, que den contenido, que hagan las pruebas, que estén deseando descubrir lo que hay detrás del personaje y demostrar que merecen estar ahí”, apunte.

“Tener a la bomba de Pantoja el año pasado fue histórico para nosotros, y ella dio todo el juego posible: se involucró, lo vivió y se convirtió en toda una superviviente. Pero antes de Isabel hubo supervivientes, y después también habrá otros que serán igual de buenos y de intrépidos y que lograrán enganchar”, añade.

“No perdonamos la falta de honestidad o implicación”

Preguntada por los errores en los que no deben caer los nuevos robinsones, Lara lo tiene claro: “Lo que no debe hacer un concursante es venir a tomar el pelo al programa, como ya ha pasado en alguna ocasión. Nosotros nos implicamos al 300%, y en el momento que vemos a alguien que no lo hace de la misma manera... no hay espacio para él. El espectador es el primero que se da cuenta y que lo castiga”. “Supervivientes es nuestra vida durante ese tiempo y no perdonamos la falta de honestidad o de implicación de los concursantes”, añade al respecto.

Estos años al frente del programa desde Honduras le han servido para evolucionar, y también para valorar su “situación privilegiada”: “No sé si a estas alturas del partido me atrevería a ir de concursante, viendo la dureza y las condiciones. Tengo una situación privilegiada, estoy dentro del reality sin estarlo, y no me cambiaría por un concursante”, reconoce.

“Mi evolución está sobre todo en cómo vivo la experiencia. El primer año iba con respeto y mucho miedo, ahora he ganado ganas porque sé a lo que me enfrento”, comenta al respecto, y aprovecha para contar cuál ha sido su mayor aprendizaje: “Cuando empecé a trabajar en Supervivientes prejuzgaba a los concursantes y he aprendido a no hacerlo más. Hay gente que te despierta expectativas altas por el nombre, y luego allí no se lucen. Y al revés también te llevas sorpresas”.

Lo que no sorprende es el rendimiento de Supervivientes en audiencias año tras año, edición tras edición. Ella fija la clave en el desarrollo de los concursantes dentro del programa: “Cuando llegan a la Palapa son todavía el personaje, luego vamos descubriendo a la persona y luego al superviviente. Nunca hay un camino cerrado ni una trama fija”. Sí está cerrado el tradicional test de cultura general, que nunca falla: “No es una prueba para reírnos de ellos, sino para demostrar que hasta para enfrentarte a una prueba así sentado en una silla hay que tener valor”.

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