Israel actúa en Eurovisión 2024: cronología de la polémica que mancha el festival y la UER no ha sabido manejar

Por más que la Unión Europea de Radiodifusión (UER) reitere que Eurovisión es un evento “apolítico”, la 68ª edición del festival de la canción europea ha quedado manchada por la discutida participación de Israel, con la masacre en Gaza que persiste desde octubre de 2023. Su representante Eden Golan pasará por el escenario del Malmö Arena de Suecia este jueves 9 de mayo, fecha de la segunda semifinal, para sellar su entrada a la final del sábado con las miradas puestas en su candidatura, ya no por la propuesta en sí sino por lo que su presencia implica para la organización del certamen.

Pese a lo enunciado por el organismo europeo, mantener al país hebreo en la competición, aun estando el conflicto abierto contra Palestina, ha supuesto una toma de partido implícita. La polémica generada ha empañado inevitablemente la edición, pero también la participación del resto de países. Entretanto, la UER ha tenido que afrontar hasta las últimas consecuencias, con el pulso por parte de Israel para intervenir en sus propios términos, contraviniendo las reglas y tensando la relación al límite.

Conviene comparar la situación con la de 2022, cuando se expulsó a Rusia y su radiotelevisión pública por la invasión a Ucrania. Ese conflicto sigue abierto, y Rusia se mantiene fuera del certamen. Nada que ver con lo que ha ocurrido con Israel, pese a las críticas que a nivel europeo y global se han reproducido, especialmente conforme aumentaba la violencia en la Franja de Gaza y mientras incluso los socios naturales de Benjamin Netanyahu, como la misma Estados Unidos, ponen en duda la ofensiva militar contra Palestina.

De la confirmación a las peticiones de expulsión

Fue en diciembre, dos meses después de comenzar la masacre, cuando Eurovisión 2024 confirmó la presencia de Israel en la lista de participantes de la edición celebrada en Suecia. Durante semanas, sectores del colectivo eurofán habían reclamado que la UER actuara ante su televisión pública (la KAN) de igual forma que ante Rusia.

Desde el primer momento, la Unión Europea de Radiodifusión insistió en su condición de festival “apolítico”, aunque se vieron en la tesitura de justificarse ante la persistencia de las críticas y de los llamamientos al boicot tanto a Israel como al festival. Estos se dieron principalmente desde países nórdicos como Islandia, Finlandia o Noruega, donde tanto movimientos ciudadanos como agrupaciones de artistas pidieron la descalificación. Por su parte, los comentarios negativos también se producían a título individual en España, por parte de Inés Hernand, entonces involucrada en el dispositivo del Benidorm Fest. RTVE se encomendó a la postura oficial de la organización, que se reiteró en los mismos términos.

“Comprendemos las preocupaciones y las profundas convicciones sobre el actual conflicto en Oriente Medio, pero estamos comprometidos a asegurar que el Festival de Eurovisión siga siendo un evento apolítico, en el que compiten artistas y cadenas de difusión, no gobiernos”, señaló en un comunicado, donde también trató de marcar distancias con el caso ruso. La UER reiteró que la televisión pública israelí, KAN, “cumple todas las normas de competición” y podía participar “como lo ha hecho en los últimos 50 años”.

De este modo, cuando la cadena israelí puso nombre y cara a su representante de este año -la joven Eden Golan, artista de 20 años elegida a través del concurso HaKokhav HaBa- a comienzos de febrero, la oposición a Israel había alcanzado instancias políticas a nivel europeo. No tardaría en cruzar el charco y saltar a América, muy poco después.

El mundo se moviliza en favor y en contra

Siguiendo el ejemplo de los países nórdicos, Podemos presentó en España una iniciativa en el Congreso dirigida al Gobierno, así como al Ministro de Exteriores y a RTVE, para pedir la expulsión de Israel de Eurovisión 2024. Días después, la petición llegaba al Parlamento Europeo: eurodiputados de varios grupos, fundamentalmente progresistas, exigieron la descalificación del país y afearon la decisión de la UER por considerar que con ello se “blanquea a un régimen que está ejecutando una limpieza étnica en Palestina”, tal y como se leía en la carta enviada a la directiva.

La respuesta a estas peticiones no llegó ni desde Europa, ni de Israel, sino desde Hollywood. Alrededor de 400 personalidades de las industrias culturales anglosajonas, entre las que se encontraban Helen Mirren, Mayim Bialik (The Big Bang Theory), Julianna Margulies (The Good Wife) y Liev Schreiber (Ray Donovan), secundaron una carta en apoyo de mantener a Israel. A juicio de estos, sancionar al país supondría “una inversión de la justicia” porque “la actual no es una guerra que Israel quisiese o empezase”, según se lee en el texto redactado por Creative Community For Peace.

Ante el cariz de la situación, la UER volvió a pronunciarse a mediados de febrero para ratificar su decisión. Explicaban que si no imitaban las acciones seguidas en 2022 con Rusia era porque “las relaciones entre KAN y el gobierno israelí son drásticamente diferentes que las que existen entre los operadores rusos y el estado”. De hecho, se hacía hincapié en que Netanyahu había “tratado de cerrar la cadena pública en los últimos años”. “Los operadores rusos habían sido suspendidos de la UER debido a las violaciones persistentes de sus obligaciones como miembros de la organización y la violación de los valores del servicio público”, argumentaban.

El pulso de Israel a la UER

Sin embargo, los problemas entre la Unión Europea de Radiodifusión y la televisión pública israelí sólo acababan de empezar. Mientras el debate se intensificaba, y conforme la UER procuraba suavizar la polémica aduciendo esos tecnicismos, desde Israel se proclamaba la pretensión de reivindicarse a través del certamen.

No tardó en trascender la intención de Israel de “contar su historia y narrativa” sobre el escenario, para lo cual decidieron buscar “una canción que refleje nuestra situación y muestre al mundo que estamos aquí para permanecer”. Las palabras pertenecían a Hanson, juez del proceso de selección televisiva, y cobraron una mayor relevancia cuando la UER recibió las propuestas musicales.

El tema definitivo de Eden Golan, Hurricane, fue el último de tres presentados y se aprobó in extremis por la UER, a escasos días de cumplirse el plazo para la presentación y aceptación de las canciones. Alrededor del 20 de febrero, se conoció que la organización había rechazado la primera composición, October Rain (Lluvia de octubre), por su contenido político. El título ya referenciaba el ataque sorpresa de Hamás del 7 de octubre en el sur de Israel, que dejó al menos 1.000 víctimas mortales y un millar de heridos, y en sí dio pie a la intensificación de la ofensiva en la Franja de Gaza.

Israel se opuso a cambiar la letra, y en su lugar optó por mandar la segunda canción de su lista, Dance Forever, que reincidía en la misma problemática para Eurovisión: se apreciaban connotaciones políticas, que desde el país se negaban a modificar. El Ministerio de Asuntos Exteriores se había llegado a implicar, a modo de mediador, en el proceso, pero la negativa a esta segunda canción hizo incrementar el “pesimismo” en la candidatura hebrea, que hasta ese momento sí había obtenido el apoyo de personalidades internacionales, con presencia de una larga lista de estrellas de Hollywood. Finalmente, el tema aprobado no es más que una variación de las anteriores, e igualmente cuestionado por su connotación política.

Tras la aprobación al tema de Golan, Israel siguió tensando la cuerda, dándole la vuelta al discurso para mostrarse como víctimas de una supuesta censura por parte de Eurovisión: “Hemos hecho todo lo posible para traer una canción neutral. Tenemos presión del público [israelí] para escribir algo que diga la verdad. Pero el mundo y la UER quieren que no hablemos”, se quejaba un miembro anónimo de la candidatura.

Malmö refuerza su seguridad y esconde a Eden Golan

Y, finalmente, llegó la semana definitiva del festival, que ha provocado un notable incremento en los dispositivos de seguridad en la ciudad sueca de Malmö. Durante los últimos días, las autoridades locales han llevado a cabo un amplio despliegue de agentes por toda la ciudad, aunque sin dar cifras, con refuerzos procedentes de otras partes de Suecia, de Dinamarca y Noruega.

Además, se han realizado medidas de control especiales en el Malmö Arena, escenario de las semifinales y la final de este sábado, y en el llamado Eurovillage, situado en el céntrico Parque del Pueblo y donde se están concentrando las actividades para los eurofans, que se espera superen las 100.000 personas. Partes del centro de la tercera ciudad sueca -con unos 360.000 habitantes y situada al sur del país, a pocos kilómetros de Dinamarca- han estado cortadas al tráfico y varios drones se han encargado de la vigilancia aérea.

Entre tanto, Eurovisión ha 'escondido' durante toda la semana a la representante de Israel, la única candidata en ausentarse en la alfombra turquesa de bienvenida del pasado domingo 5 de mayo. Desde la delegación israelí se justificaron alegando que no acudirían al evento al coincidir con la celebración del Día de la Memoria del Holocausto. Además, Golan se ha ausentado también de otros actos oficiales, aunque sí ha estado presente en los ensayos de su semifinal, la segunda. Sin embargo, el del miércoles estuvo marcado por los abucheos que le dedicó parte del público.

¿Qué puede pasar?

Llegados al momento de las galas en directo, ¿qué puede pasar? Una primera respuesta la tuvimos este martes 7 de mayo en la primera semifinal, cuando el artista invitado Eric Saade, que es de ascendencia palestina y que en las semanas previas se había manifestado duramente contra la UER por permitir un “blanqueamiento a Israel ante Europa”, aprovechó su actuación inaugural precisamente para protestar por esta decisión y reivindicar a Palestina con un pañuelo, llamado kufiya, atado a su muñeca.

La respuesta del organismo no tardó en llegar, directamente censurando el vídeo de la actuación, y sin acabar la gala mediante un comunicado difundido por la televisión sueca en el que criticaron el gesto de la estrella eurovisiva, calificándolo como “triste” y lamentando que “optara por ignorar el carácter apolítico del evento”. Cabe apuntar que previamente la UER había prohibido la entrada de banderas de Palestina al Malmö Arena, pues únicamente permite las de países participantes en el festival, pero no así otros símbolos como el mencionado pañuelo.

En paralelo, y a la conclusión de esa primera gala clasificatoria, Bambie Thug de Irlanda denunció en rueda de prensa que la Unión Europea de Radiodifusión le había obligado a retirar de su propuesta los mensajes que llevaba grabados en su rostro y cuerpo, y en los que pedía el “alto al fuego” y la “libertad para Palestina”. Sí le permitieron lucir una tercera inscripción, que únicamente rezaba Crown The Witch [Coronar a la bruja] y que hacía referencia al concepto de su propuesta artística.

Estas maniobras de la UER siguen la estela de las llevadas a cabo en 2019, cuando Islandia fue multada por Eurovisión a raíz de que en la edición celebrada en Tel Aviv la representación del país nórdico en el concurso -la banda musical Hatari- mostrara la bandera palestina durante las votaciones. En su actuación en la misma edición, también Madonna incorporó la bandera de Palestina en su número.

Este jueves 9 de mayo los ojos estarán posados sobre Eden Golan, que actuará en 14º lugar en la segunda semifinal de Eurovisión 2024. Teniendo el cuenta el mensaje de su canción Hurricane, y el componente político que está implícito en dar voz y visibilidad a Israel en este contexto, conviene preguntarse si la UER podrá seguir defendiendo el “carácter apolítico” de su festival y silenciando las reivindicaciones pro Palestina de cara a la final.

Eurovisión 2024 permite a Israel cumplir su “misión”

En este punto, el organismo se enfrenta a una situación de lo más delicada y que puede poner del todo en 'jaque' su credibilidad. Mientras las críticas continúan, se convocan protestas por la participación de Israel y se trata de promover un boicot, su representante gozará de un escaparate de audiencias millonarias para llevar a cabo “la misión” para su país. Así lo ha expresado ella misma en las semanas previas al certamen, considerando que “no había ninguna razón para descalificarnos” y asegurando que su participación en el festival le va a permitir hablar a Europa de la situación de su territorio.

En ese sentido, y pese a que la postura generalizada del público europeo es la del boicot a la propuesta israelí, lo cierto es que resulta complicado llevarla a cabo en un concurso en el que se vota en positivo. El pase a la final lo decide únicamente el televoto después de los cambios implementados en 2023 en el sistema de votación del festival, por lo que la voluntad de dejarla fuera de la pugna, lejos de ser efectiva por la división de voto entre tantas candidatas, lo que puede provocar es un efecto agitador de movimientos sionistas que se vuelquen masivamente con Eden Golan y la lleven en volandas a la final.

Una final en la que, salvo sorpresa mayúscula, habrá dos representantes de Israel tras la clasificación de Luxemburgo en la primera semifinal. Su cantante, llamada Tali, es israelí -de padre judío peruano y de madre israelí-, y su elección como representante de Luxemburgo -en su vuelta a Eurovisión 31 años después- también estuvo envuelta en polémica, tal y como recoge Eurovisión-Spain.

Por un lado, por la decisión de la RTL (Radiotelevisión Pública Luxemburguesa) de encargar la realización de su preselección a una productora israelí, lo que hizo cuestionar la victoria de la artista. Por otro, porque el hermano de Tali ha estado combatiendo en Gaza junto a las tropas de Israel. De hecho, hay quien cree que su canción, titulada Fighter (Luchador), podría estar dedicada a su hermano, una teoría que realmente no ha sido confirmada.

En definitiva, de certificarse el pase de Israel, la UER se enfrentará el próximo sábado a otra complicada situación en la que puede darse de nuevo ese movimiento del televoto pro Israel, lo que pondría en un problema a los organizadores y dejaría su credibilidad más en entredicho que nunca.