Opinión

Eurovisión, un fenómeno entre la pasión de los eurofans y el evento puntual

Eurovisión 2022

Marcos Méndez

Parece obvio que desde que TVE apostó por un nuevo equipo para encargarse de Eurovisión, con Eva Mora al frente como jefa de la Delegación Española, la cadena pública le ha dado mayor importancia al festival. El éxito del Benidorm Fest fue buena prueba de ello, y la carrera hacia Turín de Chanel situándose entre las favoritas a la victoria y triunfando en distintas PreParty de Europa así lo atestiguan.

Ese cambio en la concepción del formato también se verá en pantalla: las dos semifinales de Eurovisión, que se celebran el martes 10 y el jueves 12 de mayo, serán retransmitidas por La 1, y no por La 2. Es decir, las tres grandes citas del festival -por supuesto junto a la final del sábado 14- serán retransmitidas por la cadena principal de TVE.

Y la Corporación pública, después de que su presidente dijese en noviembre que “no convendría todavía que ganásemos, hay que hacerlo lentamente”, también ha cambiado su discurso al despedirse de su representante: “Estamos preparados para todo”. Al menos públicamente, TVE da muestras de querer ganar (y sobre todo organizar) Eurovisión.

Todo ello es una buena noticia especialmente para los fans de Eurovisión, pero también para los no tan fans. Y es que este año, más que nunca, se está poniendo de relieve los dos tipos de fenómenos que despierta el festival: el de los eurofans con seguimiento continuo durante todo el año, y el del evento puntual que es para la gran mayoría de los espectadores.

Eurovisión para los eurofans, o como un evento

Eurovisión no sería lo que es sin los eurofans. Es así de simple. No sería un festival tan grande, ni tan importante, ni habría alcanzado el altísimo nivel técnico que año tras año demuestra en su escenario. El festival de la canción europea no tendría ese estatus y reconocimiento si no fuera por los miles de eurofans que en todos los países, y año tras año, sienten como algo suyo Eurovisión y lo defienden a capa y espada marcando una línea de exigencia. Y sí, a veces lo hacen con un nivel de “intensidad” que a los no-fans les puede resultar hasta ridículo, seguramente porque no piensan en cómo ellos defienden a su equipo de fútbol, a su twitchero o influencer favorito, y hasta al partido político al que votan.

En cualquier caso, para los eurofans Eurovisión no empieza este mes de mayo en el que se celebra el festival. En realidad, nunca termina. Eurovisión se alarga todo el año, con el seguimiento a sus candidatos, con las distintas preselecciones, con las noticias (hasta sociopolíticas) que pueden influir en sus delegaciones... Los eurofans realizan un seguimiento continuo, un apoyo que se extiende durante todo el año, porque para ellos Eurovisión no es simplemente el festival que se celebra en una semana. Eso es sólo el broche de oro, el clímax de lo que llevan todo el año preparando.

Por si hay dudas, los eurofans son una inmensa minoría dentro del público que acaba viendo Eurovisión. Es la realidad. Son muy pocos los que tienen voluntad de realizar ese seguimiento continuo, y los que piensan que el festival no es más que el colofón a su pasión anual. La gran mayoría del público de Eurovisión ve el festival como un evento, como una noche de música en televisión en la que disfrutar de un gran concierto en directo con muchos artistas a los que seguramente ni conozcan, que además tiene la adrenalina de la competición final. Y esto no es malo, simplemente es otro tipo de fenómeno.

Una prueba de ello es que mientras la final del festival siempre tiene audiencias millonarias y arrasa liderando en La 1, en España sus semifinales hasta ahora se emitían en La 2 y reunían apenas a 500.000-600.000 espectadores, con cuotas cercanas al 5% como demostró en el 2021. En esos datos seguro que están los eurofans, pero es evidente que no el gran público al que acaba interesando en su final. A buen seguro que este año, entre el impulso del Benidorm Fest, que las semifinales se emitan en La 1, y el fenómeno que ha generado Chanel con su favoritismo, sus audiencias crecerán. Pero igualmente quedarán muy lejos de las de la final.

El movimiento de TVE responde más a una nueva muestra de apoyo a Eurovisión, un esfuerzo por hacer que llegue antes y potenciar el festival más allá de la final para el público general. En otras circunstancias, podría profetizarse que será negativo para sus audiencias de prime time. Pero teniendo en cuenta la crisis por la que atraviesa La 1, quizás apenas pierdan espectadores, e incluso puedan mantener su habitual línea. En cualquier caso, será una pérdida asumible y puntual en dos noches concretas, que compensa con el reconocimiento a un “formato” que combina música, arte, espectáculo y televisión; y que por tanto se puede incluir en su labor de servicio público y divulgación.

En definitiva, los eurofans pueden y deben estar agradecidos al resto del público que se suma para ver la final ya que gracias a ellos la UER y sus cadenas públicas invierten y apuestan fuerte por Eurovisión sabiendo que será un éxito. Y al mismo tiempo, esa mayoría de los espectadores que se acercan al festival sólo como evento pueden y deben estar agradecidos a los eurofans porque su seguimiento y nivel de exigencia es el que hace que muchos artistas lo sigan viendo como un trampolín para sus carreras, siendo Maneskin el último ejemplo de una larguísima lista.

Sea como fenómeno social-cultural por el seguimiento continuo de los eurofans, o sea como fenómeno televisivo-musical por el evento que supone su final para la mayoría de su público, Eurovisión es un fenómeno de distintos tipos. Y este mes de mayo vuelve a demostrarlo.

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