Especial VERTELE (I)

Fraguando el éxito de 'Forjado a fuego', un programa “insólito” que ha hecho mella en TV

Forjado a fuego (Forged in fire)

Lorenzo Ayuso

Programar es como fraguar metal. El arte de amalgamar contenidos diferentes pero complementarios, duraderos y suficientemente sólidos como para aguantar los envites que la escaleta de la competencia le provoca tal vez no exija al responsable de una alta resistencia al calor como la del herrero al introducir la aleación en la forja, o la destreza con la que amolar sin lastimarse la punta de las falanges, pero requiere de una visión de conjunto y paciencia equivalentes. La buena escaleta, como el acero bien soldado, demuestra su desempeño tanto en su primer impacto como en el aguante a la tensión.

Forjado a fuego se estrenó en abierto en España un domingo de julio de 2016, apenas un año después de la apertura de MEGA. Precedido por el éxito obtenido en History Channel, donde debutó un año antes, la presentación de este talent show hacía de él un arma ideal para un canal como el inaugurado un verano antes por Atresmedia. Un producto tan viril como atípico, cuya mecánica se antojaba anticlimática para estos tiempos de montajes picados: un formato donde cuatro profesionales de la herrería se baten en duelo para confeccionar las mejores piezas que puedan fabricar bajo presión. “Solo os quedan dos horas”, exhorta Wil Willis, presentador del invento, a unos sofocados concursantes que no pueden apresurarse más de lo que les permite el reposado proceso de fundición.

A priori, la inevitable parsimonia del proceso no invitaría a consumir este programa con frenesí. Desde entonces, ha estado martilleando sin pausa, hasta adquirir el grosor y chaflán suficiente para marcar la diferencia. Durante los últimos asaltos de 2018, ese medidor de pasiones y fobias que son las redes sociales mostraban la incidencia que el programa ha hendido en la cultura popular reciente. “¿Es Forjado a fuego”, planteaba, no sin motivos, un internauta. No cuesta mucho encontrar respuestas atemporales a su pregunta: “No creo que sea exagerado afirmar que es el mejor programa de la televisión ahora mismo”, pontificaba otro internauta. “Ojalá un canal que lo emita las 24 horas”, deseaba otro.

Las mellas del éxito

Lo cierto es que ese último deseo está cerca de conseguirse. Soldadura de las ideas paralelas de Tim Healy (vicepresidente de History Channel), que quiso replicar la mecánica de los concursos de cocina aderezándolos al gusto de los espectadores de su canal; y Jodi Flynn (Outpost Entertainment), quien había ideado Gunsmiths, una suerte de Project Runway donde los únicos maniquíes existentes serían los de balística; Forjado a fuego ha muescado la escaleta semanal de MEGA, especialmente a partir del lanzamiento en abierto de su quinta temporada el pasado otoño (redifundida en estos primeros meses de 2019). A saber: ocupa dos prime times completos, los del lunes y el del jueves, además de pasar lista en el access prime time del resto de días laborables (de 20:30 a 22:15 horas), y un pase extra en la sobremesa de los domingos.

Y todo ello, sin contar su emisión en el universo de pago: Canal Historia, su canal matriz, estrenó recientemente las entregas correspondientes a la sexta temporada en la noche de los miércoles (22:55 horas), así como su spin-off, Cuchillo o muerte, con el exluchador Bill Goldberg como hercúleo maestro de ceremonias y una mecánica que obliga a los concursantes no solo a forjar, sino a manejar sus elaboraciones en un extenuante circuito. Uno de los defectos de que adolecen los canales temáticos está en quemar sus productos más eficaces a fuerza de maratonianas sesiones hasta acabar reblandeciéndolos. Sin embargo, tal vez agradeciendo ese trabajo de fondo en los últimos dos años y medio, el formato está más afilado que nunca.

Así, de golpe y sablazo, ha dejado una marca bien llamativa en la cultura popular actual, tanto como para acabar colándose en una de las chirigotas del Carnaval de Cádiz 2019. ¿Cómo puede explicarse su éxito? “El programa atrae y engancha porque su premisa, tanto temática como estética, es muy sorprendente e insólita”, declara Luis León Luri, responsable de programación de canales temáticos de Atresmedia Televisión, a VERTELE. “El programa muestra un trabajo poco común (construir en este caso armas blancas) pero protagonizado por personas que perfectamente podrían ser profesionales de otro gremio. Y eso lo hace cercano y creíble. Esa mezcla funciona muy bien; lo insólito, lo cotidiano y lo creíble”, desgrana el ejecutivo.

“Somos conscientes de que ha generado mucha interacción y comentarios en general y es algo que demuestra la potencia del programa y de nuestra cadena en general”, comenta. Los datos le dan la razón: en lo que va de año, tomando solo en consideración la emisión diaria, la de última hora de la tarde, el espacio cuenta con un público promedio de 273.000 espectadores, lo que supone un 1,7% de cuota media de pantalla, datos ligeramente por encima de los que anota la cadena temática del grupo.

Un buen balance para una larga durabilidad

La idiosincrasia televisiva nacional ha malacostumbrado a la audiencia a formatos de larga duración, que exigen de un esfuerzo extra del espectador, casi análogo al de los participantes, para mantenerse despierto. Pensemos en cualquiera de las ediciones nacionales de talent shows emitidas en los últimos años: no son extrañas las quejas por las altas horas a las que el ganador de turno de MasterChef abandona las cocinas o a las que los triunfitos cruzan definitivamente la pasarela que los mantiene en la pugna una semana más. Tras las audiciones a ciegas, La Voz se ha visto en la necesidad de ampliar su duración hasta la 1:00 horas en los asaltos. El desafío a las manillas del reloj es casi una prueba más dentro de cada título.

Esta dilatación temporal contrasta con la economía narrativa y el sentido del ritmo de Forjado a fuego, con 50 minutos de duración por episodio. Algo, bien es cierto, que se ajusta a las convenciones anglosajonas, pero que en este caso concreto no solo permite desbrozar lo innecesario o reiterativo de cada una de las fases, sino que apura la intensidad del concurso.

Cada capítulo funciona de manera autoconclusiva, manteniendo la dinámica: cuatro expertos armeros y tres etapas eliminatorias marcadas por el desarrollo del hierro: diseño y creación de una hoja; elaboración del mango para hacerlos operativos; y una prueba final en la que los dos contrincantes han de reproducir un arma histórica. Los tests a los que son sometidas cada una de las piezas tampoco varía, siendo la resistencia, el filo y la letalidad las claves que determinan que el herrero abandone o no la forja.

Estando ante un oficio artesanal como el que practican los protagonistas, la repetición de conceptos y de situaciones juega a favor de obra. Después del extrañamiento inicial, el televidente se ajusta a los procesos a fuerza de repetición: términos como templado, extrusión, amolado o decapado acaban imprimándose en la memoria por el repiqueteo continuado, permitiendo empatizar con los armeros cada vez más. El programa elabora así su propio nicho inoxidable, haciendo del espectador su particular acero de damasco. Capa a capa, episodio a episodio.

Por ello, estas emisiones en cadena a las que acostumbran MEGA e Historia a su audiencia acaban generando tal enganche. “En estos últimos meses, al tener un mayor número de temporadas y capítulos, hemos aumentado sus horas de emisión y quizás eso haya generado un escaparate a nivel de exposición”, pondera Luri al respecto.

Decapando el cinismo

“En esencia, Forjado a fuego es un gran concurso con pruebas muy bien diseñadas y muy estéticas”, agrega el directivo de Atresmedia. Y tan importante como el examen al que someten a las piezas -piezas que, por cierto, no pueden abandonar las instalaciones donde se graba; al fin y al cabo son armas blancas- son los tipos encargados de la evaluación.

Tener como moderador de la competición a un rocoso ex Ranger del ejército y pararrescatista de élite entallado en camisas caqui como Willis permite una primera impresión contundente, que se aprestan en corroborar los jueces. Doug Marcaida, exmilitar y autoridad del Kali filipino (arte marcial cuya enseñanza se ha extendido con fines de defensa personal contra cuchillos) es el más reconocible de todos -podemos conocerle en profundidad en esta entrevista- por su diestro manejo de las armas; pero no hay que olvidar a David Lain Baker, reconocido forjador y armero para Hollywood (ha elaborado props para filmes como Beowulf o Jonah Hex), con su cuidado estilismo al estilo del Coronel Sanders; el taciturno J. Neilson, “maestro herrero” de la American Bladesmith Society; y su recambio habitual, el hirsuto Jason Knight, también reconocido con la misma distinción.

El plantel conforma todo un elogio a la masculinidad, pero sus formas distan de la rudeza que se les podría presuponer, y que se puede esperar de un concurso de habilidades contemporáneo. En este programa hipermusculado, construido sobre la base del esfuerzo, no transpira ni una gota de cinismo.

Por más que Neilson puede funcionar como el “poli malo” de la mesa, al ser el más circunspecto de todos, sus formas siempre son, como mínimo, educadas y sus correcciones, constructivas. Y así, el resto. Más allá de los lances que pueda deparar cada prueba, independientemente del resultado, el reconocimiento a la valía y al esfuerzo siempre prima en el análisis de cada cuchillo. Del mismo modo, el grueso de participantes apuestan por la hermanación y compañerismo antes que por la competencia férrea. Dado que el principal destino laboral de este gremio se centra inexorablemente en la cubertería, la oportunidad de probarse replicando armas históricas constituye una experiencia positiva y una suerte de reivindicación mediática de una profesión en retroceso.

Mátalos (no tan) suavemente

De forma análoga a los jueces, hemos hablado de la durabilidad y del acabado de esta orfebrería televisiva. Pero queda una tercera arista por mencionar. Quizás, la definitoria: su poder mortífero.

Hablábamos de Marcaida como el más reconocible de los jueces. No en vano, es el autor de una de, sin duda, la coletilla más popular de las que ha originado Forjado a fuego: “Este cuchillo corta”, y su variación, aún más rotunda, “Este cuchillo mata”. Para atestiguar que es así, el show se vale de unos hiperrealistas maniquíes de balísticas listos para una aséptica pero espectacular evisceración.

El brío en los movimientos del especialista en combate cuerpo a cuerpo (su juego de manos haría palidecer al de Steven Seagal en la época en que este aún se exigía un mínimo esfuerzo ante las cámaras), unido al frenesí bermellón que emana de estos desarmados muñequitos, ofrece imágenes espectaculares, a menudo reforzadas por un apropiado uso del slow motion. Por más que estemos ante seres inanimados, cada tajo abre una vía para la catarsis del espectador que se aposenta en su cojín favorito del sofá tras una larga jornada laboral.

Mientras la sexta temporada aguarda aún en la funda -“Nuestra política de emisiones es ir pegados todo lo que podamos a la emisión de su país de origen siempre que las ventanas de distribución nos lo permitan”, explica Luri-, el acero de Forjado a fuego está muy candente. La franquicia de History Channel ha sabido acorazarse, como para mantenerse en el campo de batalla catódico durante largo tiempo en la cruenta batalla por hacerse con la atención del público. La programación ha encontrado un guerrero de garantías.

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