CRÍTICA VERTELE

Los hermanos Pastor nos cuentan una distopía conocida y reconocible en Syfy con 'Incorporated'

Sean Teale en 'Incorporated' (Syfy)

Lorenzo Ayuso

1.

Citados en el Instituto de Empresa de Madrid, el personal acreditado al estreno de 'Incorporated' (Álex Pastor, David Pastor, 2016), la nueva serie de Syfy, se adentra en la afamada WOWroom de este campus ubicado en la zona noble de la capital. El espacio está jerarquizado en torno a un muro compuesto por 48 pantallas, que se extienden en un ángulo de 200º ante las butacas. La idea de partida que sustenta esta aula virtual es la de convertirse en una gran ventana al nuevo mundo, donde formar a los gurús de los negocios que tomarán las riendas del futuro.

En la sala, dos individuos contrastados toman la palabra y conducen el evento. José Luis Cordeiro, eminente profesor fundador de la Singularity Univerity en Silicon Valley, se nos yergue cual David Byrne con un ancho traje y un flequillo rebelde; con un aspecto más urbano, el bautizado como 'Technology Evangelist' Javier Sirvent, por su parte, se acredita como el “Chicote de las oficinas”: “Me dedico a decirle a las empresas de qué y cuándo van a morir”, simplifica su labor recurriendo al ejemplo un tanto distorsionado que proporciona 'Pesadilla en la cocina'. Ambos han sido convocados para loar no ya las virtudes de la nueva producción televisiva que llega al canal de pago este lunes 10 de abril, sino a corroborar que el mundo distópico e híper tecnologizado que describe 'Incorporated' está a la vuelta de la esquina.

“Esta es la época más interesante para estar vivos porque estamos entre la última generación humana mortal y la primera generación inmortal”, avistaba Cordeiro en este foro. “No es ciencia ficción lo que estáis viendo en películas, como modificar rostros; es bastante real”, apostillaba Sirvent, en alusión directa a una secuencias del piloto de la ficción que nos ha traído aquí –al evento, a este texto- en primer lugar.

En ella, una adinerada señora visita una avanzada clínica estética junto a su querido, un postadolescente latino de clase baja que no entiende inglés y que responde según el dictado de su dueña. El chico, defiende esta, ha acudido motu proprio para transfigurar su rostro en el del marido fallecido años atrás de su mujer. Con el capital requerido para la operación y el consentimiento del afectado, no hay posibilidad para la doctora de negarse a la intervención.

Bienvenidos al futuro.

2.

'Incorporated' nos sitúa en 2074, en un futuro que ha alcanzado esa edad transhumana que defendían los ponentes, con la simbiosis total entre lo humano y lo tecnológico es un hecho. Es un futuro ordenado por grandes corporaciones que han tomado el poder tras la caída de los gobiernos, en una sublimación del sistema capitalista ya imperante. La separación de clases ha sido extremada, gracias a las crisis económicas que arrancaron a finales de la pasada década, y localizada geográficamente, en zonas verdes (las de la alta sociedad) y zonas rojas (recluidas en el tiempo más cercano al actual, en el extrarradio, al que los pudientes se acercan para satisfacer sus pulsiones más básicas y pueriles).

Descubrimos este mundo, los dos mundos, a través de Ben Larson (Sean Teale), un apuesto y emergente ejecutivo de Spiga, la multinacional de las multinacionales. Trabaja para Elizabeth Krauss (Julia Ormond), quien rige la empresa con voz maternal hacia sus súbditos y que a su vez es la madre de su esposa, Laura (Alison Miller). Pero no tardamos en descubrir que esconde algo, algo que escapa de los dominios de la zona poderosa. La idílica proyección del éxito que escenifica no es sino una tapadera para una pretensión antisistema con un objetivo claro: rescatar a su amor de juventud (Denyse Tontz), reconvertida en esclava sexual.

Innovaciones tecnológicas aparte, no hay nada particularmente novedoso en la propuesta de 'Incorporated', menos compleja de lo que aparenta. El universo narrativo planteado por los hermanos Pastor, que firman el piloto, actualiza la visión de los Estados Unidos post 11-S que el siempre combativo George A. Romero preconizó en 'La tierra de los muertos vivientes' ('Land of the Dead', 2005), donde la escisión social entre las dos clases se hacía patente mediante un rascacielos aspiracional levantado por un trasunto de Donald Rumsfeld (Dennis Hooper), y una muralla electrificada que unos zombis con conciencia de su estatus (y con monos de obrero) se encargaban de destruir. La idea del corporativismo empresarial la hallamos también en otra serie previa de Syfy, como 'Continuum' (Simon Barry, 2012-2015), y en películas recientes como la plúmbea 'In Time' (ídem, Andrew Niccol, 2011) y los irregulares remakes recientes de 'Robocop' (ídem, José Padilha, 2014), cuyo mayor acierto residía en plasmar las relaciones entre industria y política, y 'Desafío total' ('Total Recall', Len Wiseman, 2012); y la sucia estética urbana no hace sino remitir al canon de 'Blade Runner' (ídem, Ridley Scott, 2012), recientemente reciclado también en la insípida 'Ghost in the Shell. El alma de la máquina' ('Ghost In The Shell', Rupert Sanders, 2017).

El patrón seguido no deja lugar a dudas: un hombre aparentemente común que se rebela contra el alienante sistema establecido, poniendo en evidencia la cuestionable utilidad que se ha hecho del progreso tecnológico y científico. La amalgama de referencias es incuestionable, así como la estereotípica construcción de personajes, pero los hermanos Pastor aprovechan la oportunidad de emplearlas en un contexto tan propicio para la narrativa subversiva como el de la América que allanaba el camino de Trump al Capitolio (los miembros de la empresa rival de Spiga, con los que se topa nuestro protagonista en el pub de las afueras, parecen dibujados a imagen de los vástagos del 45º ocupante de la Casa Blanca).

En ese sentido, el piloto de 'Incorporated' se construye sobre una trampa narrativa ciertamente efectiva: los primeros planos del episodio nos sitúan in media res y muestran a un hombre trajeado con la cabeza tapada custodiado hasta las dependencias del jefe de seguridad de Spiga (Dennis Haysbert), dispuesto para imponerle su correctivo; por corte, nos retrotraemos a tres días antes de esos hechos, para conocer a Larson disfrutando de unos momentos cotidianos en su idílica existencia. Esta decisión de montaje y lo que sucede parece indicarnos que estamos ante una historia de “falso culpable”, cuando no conocemos aún al personaje, y de fracaso de su misión, cuando empieza a enfocarse algo de luz en sus intereses. La ejecución del giro final funciona precisamente por desmontar las expectativas creadas a partir de ese cúmulo de influencias que tanto marcan, al menos en principio, a la ficción.

Ahí radica el principal atractivo de 'Incorporated': no tanto en su originalidad como en su eficacia. Algo que, por otro lado, no le ha valido para ganarse la renovación en su país, como tampoco le ha servido el apadrinamiento del tándem de productores, Matt Damon y Ben Affleck. El espectador habrá de conformarse con los 10 episodios en que se divide la primera y ya única temporada, y con las cábalas que las tramas pendientes de resolución le permitan.

3.

“En el futuro vamos a vivir lo que estamos viendo en la ciencia ficción”, insistían los ponentes. “Vamos a dejar la escasez para pasar a un mundo de abundancia. Hay que seguir los acontecimientos científicos. Tenéis que ver 'Incorporated'”, hacía cuña Cordeiro de la serie. En sus intervenciones, el afamado ingeniero venezolano insistía en ensalzar a la serie por los elementos futuristas que incorporaba en su imaginario. Avances plausibles y posibles, incluso accesibles según pronosticaban, pero no así asequibles. La lógica corporatocrática presente en la ficción se incorporaba escurridiza en el coloquio.

La situación se tornaba irónica. Por momentos, los ilustres nombres que Syfy convocó al convite parecían hablar en los términos de Elizabeth Krauss, sin caer en la cuenta de que, quizás, estaban haciendo una lectura equivocada de lo que propone la serie. Perdido el sentido original, la charla adquirió tintes de performance, en una inmersión total para el asistente, casi cercana a la realidad virtual, a esa realidad aumentada que tomaban como propósito, con las pantallas rodeándonos de imágenes. Y a un lado, la figura de Ben Larson, el protagonista, con su ceja arqueada mirando, casualmente, a las dos autoridades. Bravo, Syfy.

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