Su aventura cruza fronteras

La historia del buzo rescatado Xisco Gràcia, amigo de Calleja, llega a la BBC

Xisco Grácia

Redacción

El rescate de Xisco Gràcia tuvo un final feliz. El reputado espeleobuceador, que quedó atrapado en la cueva de Cala Romántica de Mallorca durante 60 horas, logró salir por su propio pie en compañía de varios miembros del equipo de rescate. Una vez libre, el espeleobuceador fue llevado al hospital Son Espases para someterse a una revisión médica, que finalmente determinó que su estado físico era óptimo, como recogimos.

Ahora, su peligrosa odisea ha llegado hasta la BBC. La broadcast británica ha entrevistado al buzo para conocer de primera mano cómo vivió su forzado cautiverio, producto de la ruptura del cabo guía y de los cada vez más bajos niveles de aire que contenían sus botellas. Afortunadamente, no estaba solo: entre su compañero Guillem Mascaró y él aunaban aire suficiente como para que solo uno de ellos pudiese salir con vida de allí.

Por esta razón, después de decidir que sería Gràcia quien se quedaría mientras Mascaró pedía ayuda, este se vio obligado a permanecer a oscuras -casi había agotado la batería de sus linternas-, sin comida y bajo los efectos de un aire viciado de dióxido de carbono, cuya constante inhalación le provocó alucinaciones y jaquecas, en la cueva submarina mientras aguardaba por un equipo de rescate que nunca llegaba: “Mantuve la esperanza en las primeras siete u ocho horas pero, a medida que pasaba el tiempo, empecé a perder la esperanza”, reconocía a la BBC.

“Pensé que podía morirme de la manera más temida por los buzos: sin comida ni aire”, explicaba: “Decidí nadar hacia donde había dejado mi equipo para sacar un cuchillo. Quería tenerlo como mi último recurso en caso de que fuera necesario elegir entre morir rápido o lentamente”.

Un rescate exitoso

60 horas después, Gràcia fue finalmente encontrado por la unidad de rescate entre los que se encontraba un viejo amigo, Bernat Clamor: “Salté al agua y lo abracé. Él me preguntó cómo estaba y me dijo que tenía miedo de que yo hubiese muerto”, confesaba el espeleobuceador.

“Tomó unas ocho horas más sacarme fuera de la cueva, pero fueron ocho horas felices”, añadió Gràcia tras recordar que al salir recibió aire enriquecido con oxígeno para respirar: “Sentí el impacto físico apenas salí del agua. Tenía una temperatura de 32º C. Corría riesgo de hipotermia”.

Emociones bajo control

Pasada la delicada experiencia, Xisco Gràcia ha explicado a la broadcast que es importante “poder controlar tus emociones cuando buceas”. Sin embargo, reconoció también que, un día después de su rescate, él tampoco pudo hacerlo: “Al día siguiente miré la cobertura de la operación de rescate en televisión y lloré. Estaba tan agradecido”.

Un mes fue el tiempo que este buzo permaneció sin volver a la mar. Incluso ha vuelto a visitar la cueva en la que estuvo aprisionado durante días: “No le tengo rencor a la cueva. La cueva no tuvo la culpa”, explicaba, asegurando que continuará desarrollando su actividad como de costumbre: “A mis hijos nos les gusta mucho, pero no me dicen que no lo haga”, y concluía: “He pasado 24 años explorando cuevas submarinas. Lo llevo en la sangre”.

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