Opinión

Los estereotipos que rompe 'La isla de las tentaciones': de la infidelidad masculina, al desdén cinéfilo

'La isla de las tentaciones' en Mediaset

Paula Hergar

La isla de las tentaciones se ha alzado como la gran revelación de la temporada televisiva.

No solo porque Mediaset ha dado -casi sin querer- con un nuevo formato que le otorga el listón de los 3 millones de espectadores. Sino porque momentos como el del grito de Christofer se han convertido en un fenómeno social casi de inmediato.

Un programa que para muchos ejemplificará la mítica frase de Federico Fellini: “La televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural”, pero a la que le falta añadir que de igual forma refleja el éxito.

Esa otra parte también la tiene La isla de las tentaciones que sin darse cuenta está rompiendo con estereotipos que eran un lastre:

La infidelidad masculina

Echando un vistazo rápido a las búsquedas sobre “infidelidad” en Google, los primeros resultados que aparecen son: “Los motivos reales por los que los HOMBRES engañan a sus parejas”, “los HOMBRES infieles revelan qué es lo que buscan exactamente”, “estos son los rasgos de los HOMBRES más infieles”, “por qué la infidelidad castiga más a las mujeres y ”las 10 razones de la infidelidad masculina“.

Como si lo de sentirse atraído por otra persona, teniendo pareja, fuera solo cosa de ellos. La infidelidad no es cuestión de género. Puede ocurrirle a cualquiera. Y este es uno de los estereotipos con los que rompe La isla de las tentaciones.

De las cinco parejas que entraron y fueron separadas, cuatro de las chicas tuvieron claro desde el principio por quién se sentían atraídas y dos ya han sido infieles. Solo una tiene remordimientos (a veces).

Mientras ellos, lejos de responder al arquetipo de hombre mujeriego, piden distancia a las solteras, se lamentan por haber puesto en peligro su relación y al ver el comportamiento de ellas prefieren tener una conversación antes de tomar decisiones.

¿Quién lo hubiera dicho, verdad?

Los celos femeninos

Igual que los hombres suelen cargar con el estereotipo de la infidelidad, las mujeres lo hacemos con el de los celos y la histeria.

Se nos tilda de competir entre nosotras, igual que de montar “numeritos” si nuestra pareja tiene ojos para otras. Pero es algo que tampoco sucede en el reality.

Las participantes, al ver al grupo de solteras que conviviría con los chicos, halagaron la belleza de algunas y entendieron que sus parejas pudieran sentirse atraídas por ellas.

Al despedirse de ellos y ver que se marchaban a una cita con la escogida, muchas se saludaron cordialmente y casi se desearon suerte.

Como si aquella competencia femenina fuera cosa del pasado (quizá solo un invento cultural) y entendieran que todas somos compañeras. O quizá, simplemente, las “acompañaban” en el sentimiento... Sea como fuere, por el momento las esperadas (y cosificadas) batallas en el barro están lejos de ocurrir.

Los chicos también lloran

... y mucho. Los cinco participantes de La isla de las tentaciones no han escuchado jamás la canción de Miguel Bosé. Y bien que hacen.

Demuestran en cada entrega que sí, que los hombres también lloran si ven que su relación está en peligro, si ven que van a perder a su pareja, si ven que algo les duele.

Y no son menos hombres por ello. Al contrario, han hecho una piña y se apoyan, hablan, empatizan y dan rienda suelta a las lágrimas si así lo sienten. La nueva generación de hombres no se avergüenza de mostrar sus sentimientos.

Realities de famosos vs. anónimos

Otro de los estereotipos con los que rompe el reality de Mónica Naranjo es con el que nos dijo Manuel Villanueva -director de contenidos de Mediaset-: que los concursos con anónimos ya no interesan.

Desde que GH Revolution fracasara, Telecinco había apostado solo por realities con famosos hasta que, casi sin querer, La isla de las tentaciones ha acabado con esa creencia.

El formato iba a ser una apuesta menor a la que recurrieron a la desesperada para cubrir la ración de reality que dejaba un GH Dúo cancelado por la fuga de anunciantes. De hecho, tan poco confiaban en él que a la vez metieron a más famosos en El tiempo del descuento por si éste no funcionaba.

Pero no solo ha tenido mejor acogida de la esperada, sino que la gala del famoso grito sobrepasó los 3 millones de espectadores, acercándose al alto listón de otros formatos de telerrealidad de la cadena. Un grito protagonizado, precisamente, por un anónimo.

La gente del cine también ve la TV

Por último, La isla de las tentaciones ha acabado con uno de los estereotipos más incomprensibles y repetidos: el de que la gente del cine no ve la televisión.

Son innumerables las entrevistas en las que actores y directores de la gran pantalla (incluso de la pequeña) aseguran que no tienen televisión en casa. Hasta hace poco los que trabajaban en el séptimo arte nunca aceptaban trabajos para la “caja tonta”, y los que trabajaban en ella difícilmente podían dar el gran salto.

Hasta que el grito desesperado de Christofer equilibró todos los desniveles: traspasó las fronteras de la ficción a la realidad multiplicándose en las redes, rompió los límites entre cadenas replicándose en otros programas como OT, y hasta saltó de la pequeña a la gran pantalla escuchándose en la gala de los Goya. Porque sí, la gente del cine también ve la TV.

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