Análisis

Un año con 'La isla de las tentaciones': todo lo que nos ha enseñado caer en ellas

Una año con 'La isla de las tentaciones'

Paula Hergar

El 9 de enero de 2020 se estrenaba La isla de las tentaciones en Telecinco y Cuatro, más por obligación que por ganas de Mediaset. El formato llevaba ocho meses esperando en un cajón para ser emitido -en principio solo en la segunda cadena- pero la poca confianza de los directivos le habían mantenido escondido, esperando su momento.

Y llegó. Fue tras la fuga de anunciantes que afectó a GH VIP 7, cuando la cadena tuvo que renunciar a la marca Gran Hermano, cancelando un GH Dúo que preparaban para ese principio de año y viéndose obligados a rellenar la parrilla de “realities puente” hasta la llegada de Supervivientes. Se sacaron de la manga El Tiempo del descuento y tiraron de cajón para desempolvar una Isla de las tentaciones que nadie creía que se iba a convertir en lo que ha sido.

Un año después de su primera edición ya son tres las que han grabado para dar la audiencia lo que pide. Durante las semanas de emisión se convierte en un fenómeno que asciende a trending topic cada noche y al día siguiente se comenta hasta en la gala de los Goya. Las redes sociales de sus protagonistas multiplican los seguidores en cada entrega, las historias que viven se analizan desde todos los ángulos (desde el más superficial hasta el más profesional) y frases como “hay más imágenes para ti” se instalan en la cultura popular.

Por todo ello, desde Vertele analizamos con perspectiva -antes del inminente estreno de su tercera edición- lo que ha supuesto en tan solo un año este nuevo reality que nos deja como enseñanza que “lo mejor para librarse de la tentación es caer en ella”. Y muchos directivos de televisión deberían estudiar el caso para detectar los aciertos (más o menos conscientes) que han llevado a su éxito.

Uno de los formatos más potentes de la TV actual

En 2020 ha habido varias apuestas acertadas de entretenimiento pero, sin duda, el formato revelación ha sido La isla de las tentaciones. Aunque llegó de tapadillo, compartiendo protagonismo “realitiero” con El Tiempo del Descuento, las Tentaciones superaron todas las cifras de audiencia esperadas. Mientras el sucedáneo con Adara marcó un récord final de un 19,5% y 2.335.000, el espacio presentado entonces por Mónica Naranjo fue subiendo semana tras semana para acabar jugando en primera división, al nivel de los grandes formatos, y emitiendo una hoguera final que llegó al 30% y reunió a 3.618.000 espectadores.

El inesperado éxito provocó que Mediaset lo renovara por dos ediciones más, grabándolas casi de forma simultánea durante el verano en República Dominicana, con la sustitución de Naranjo por Sandra Barneda, quien se había ocupado de los debates de acompañamiento. La segunda tanda llegó pocos meses más tarde demostrando que no había sido gloria de un solo día: echó el cierre con 28% y 3.465.000 espectadores, un sobresaliente que consolidaba al formato como uno de los más potentes de la televisión actual.

No estaban todos los 'realities' inventados

Pero si algo ha venido a demostrar La Isla de las Tentaciones (sobre todo, con su manera de llegar a nuestra televisión) es que no todo estaba inventado, como muchos creían. Parecía que el formato reality ya había pasado por todos los experimentos posibles, y solo Gran Hermano y Supervivientes eran capaces de mantener el interés del gran público.

Esa creencia había perpetuado la máxima que dice “si algo funciona, ¡no lo cambies!” y, en consecuencia, estábamos viendo el declive de los grandes formatos, desgastados por una mecánica repetitiva, unos concursantes infieles al objetivo del programa y un público hastiado de ver historias ya contadas.

Tuvo que llegar el escándalo por abusos sexuales en Gran Hermano para que Telecinco apostara por algo nuevo y acertó. Dicen que no hay mal que por bien no venga y, aunque echamos de menos ese gran formato, es de agradecer saber que aún hay ideas no inventadas con las que seguir experimentando en televisión.

Nuevos rostros, nuevas historias

Hablando de aire fresco, las dos ediciones de La isla de las tentaciones también han permitido la renovación de rostros del universo Mediaset. La responsabilidad de encontrar nuevos personajes, sobre todo, recaía en el Gran Hermano de anónimos, pero desde que en 2017 dejara de emitirse, los numerosos formatos VIP's solo hacían que juntar a protagonistas a los que ya habíamos visto conviviendo en multitud de espacios.

Solo Mujeres y Hombres y Viceversa y First Dates eran capaces de construir nuevas historias que seguir durante el resto de parrilla, pero no eran suficientes. Con la llegada de las distintas parejas, las distintas villas, y sus respectivos solteros y solteras, eso multiplicó los culebrones de los que hablar interesando a un abanico mucho más amplio de generaciones que podían seguirlos tanto en TV como en redes.

De esta manera, continuamos conociendo a Fani en Supervivientes, a Tom y Sandra en La casa fuerte, a Melyssa y Susana en Mtmad, a Rubén como tronista y a casi todos los demás en sus redes. Nombres que hasta ahora eran desconocidos y que de golpe se suman a las listas de los castings más cotizados.

Los estereotipos que ha roto en la sociedad

Pero la apuesta no solo ha sido una acierto televisivamente hablando, también deja reflexiones y análisis en una sociedad en la que el concepto de pareja está cada vez más en crisis. Desde la infidelidad masculina, hasta la sororidad entre mujeres y el desdén cinéfilo se han puesto en tela de juicio con este reality.

Uno de los primeros estereotipos que La isla de las tentaciones es que la infidelidad sea solo cosa de hombres, como si lo de sentirse atraído por otra persona, teniendo pareja, fuera solo cosa de ellos. La infidelidad no es cuestión de género. Puede ocurrirle a cualquiera y así lo han demostrado las dos ediciones emitidas. Como también demostraron que los chicos también lloran, que eso es ser más valiente que débil, y que se ayudan entre ellos.

En esa misma línea, los celos femeninos eran otra de las cargas de género con la que rompieron las concursantes. Las participantes de la primera temporada, al ver al grupo de solteras que conviviría con los chicos, halagaron la belleza de algunas y entendieron que sus parejas pudieran sentirse atraídas por ellas.

Para acabar, el fenómeno de La isla de las tentaciones ha roto hasta con el desdén cinéfilo. Con esa creencia de que la gente de la gran pantalla no ve la pequeña. Son innumerables las entrevistas en las que actores y directores aseguran que no tienen televisión en casa. Pero todo quedó en evidencia cuando en la gala de los Goya alguien empatizó con Christopher y gritó: “¡Estefaníaa!”. Nada más que decir, señoría.

¿Se romperá el amor de tanto usarlo?

La última lección que nos dará el formato es si, como decía Rocío Jurado, se romperá el amor de la audiencia por él de tanto usarlo o no. Porque la emisión de tres ediciones en el lapso de apenas un año podría desgastar la fórmula antes de lo debido.

La segunda temporada, aunque también fue un rotundo éxito, ya no obtuvo los datos que sí hizo la primera. Por lo que tantas tandas seguidas podrían provocar el hastío del público que muchas veces prefiere echar de menos y no de más. Exactamente, de la misma manera que sus protagonistas a sus parejas.

Por eso, el día en el que La isla de las tentaciones ya no mantenga su idilio con el público, se convierta en rutinaria, y prefiramos buscar en otras villas lo que ya no sentimos por ella, entonces podremos concluir si fue acertada o no la estrategia de multiplicar sus ediciones. Si vernos tanto es positivo o hubiera sido mejor a pequeñas dosis. Porque si algo hemos aprendido (pero eso desde hace años) es que los realities son como la vida misma.

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