Crítica Vertele

“La mejor canción jamás cantada”, una digna apuesta musical no apta para puristas

Imagen del primer programa de "La mejor canción jamás cantada"

Pedro Zárate

Antes de su estreno, y a medida que se iban sabiendo nuevos detalles, uno no podía sino pensar que TVE estaba moviéndose bien con respecto a La mejor canción jamás cantada.

¿Que el programa más visto de los viernes, que además también es musical, ha cerrado edición? Pues ahí va la cadena pública a colocar su nueva apuesta e intentar conquistar a los seguidores 'huérfanos' de Tu cara me suena. ¿Que el programa musical más exitoso de La 1 es OT? Pues pone a su presentador al frente de este formato de estreno, a la directora de la Academia como juez y a varios concursantes de sus dos últimas ediciones -algunos de ellos de indudable tirón como Alfred y Ana Guerra- como artistas invitados. ¿Que además el programa es nostálgico? Pues empieza fuerte recordando diez hits, una de las más ricas y variadas de nuestra historia musical.

Estas tres decisiones, unido a la propia mecánica del programa, invitaban a creer, de partida, que La 1 podía dar con la tecla. Y aunque a nivel de audiencias no ha sido así, teniendo que conformarse con un pobre 7.4% de cuota, en lo que a contenido se refiere la respuesta es afirmativa.

“La mejor canción”, un educativo cocktail de formatos

Pero antes de entrar en detalles, conviene explicar primero qué es exactamente La mejor canción jamás cantada. En cada entrega, este concurso repasa una década de nuestra música a través de diez de sus temas más emblemáticos. Cada uno de ellos interpretado por uno o varios artistas invitados. El jurado compuesto por Noemí Galera, Tony Aguilar y un tercer juez rotatorio -Ágatha Ruiz de la Prada ha sido la primera- escogerán tres de esos temas, de los que el público deberá votar uno. El elegido irá automáticamente a la gala final -la número ocho-, donde competirá con las ganadoras del resto de décadas por convertirse en La mejor canción jamás cantada.

Una mecánica sencilla para un formato que en realidad son varios en uno solo. Porque La mejor canción jamás cantada tiene un poco de Ochéntame otra vez, de Tu cara me suena -también a nivel visual- y hasta de Viaje al centro de la tele. Una cocktail que deja clara su intención: recordar, gracias al archivo de TVE, lo mejor de nuestra música poniéndola en su correspondiente contexto histórico. Y mientras los artistas invitados se encargan de lo primero, lo segundo corre a cargo de los numerosísimos actores, músicos, presentadores y demás caras conocidas que, entre actuación y actuación, valoran con pequeñas píldoras cada una de las canciones que suenan en la gala.

Por supuesto, también Galera, Aguilar y Ruiz de la Prada en plató, pero si hay que destacar un nombre, ese es el de Jaime Altozano. Con más de 1 millón de suscriptores en Youtube, este divulgador musical ofrece unas breves -demasiado, incluso- pero muy valiosas claves para entender la música de cada época. Para hablar de los 80, como es el caso que nos trae hoy, ha puesto el foco en el uso de los sintetizadores. Y como ya sabrán sus seguidores, se aprende mucho con sus explicaciones. Al igual que con las del resto.

Pero si Altozano ha sido una de las caras, la cruz ha resultado ser David Amor, el otro colaborador principal del programa, que ha intentado sin acierto alguno aportar una dosis de humor a la gala. Por si fuera poco, sus intervenciones han roto por completo el ritmo de emisión, especialmente lastrado a partir de su segunda hora, donde la falta de engranaje se ha hecho patente.

Versiones alternativas no aptas para puristas musicales

Pero colaboradores aparte, el eje central del nuevo formato de TVE y Gestmusic son sus actuaciones. Y aquí hay que decir que La mejor canción jamás cantada arriesga. Y mucho. Porque podía haber ido a lo fácil y limitarse a hacer simples imitaciones. Pero en vez de eso, los artistas invitados se llevan cada tema a su terreno, dando como resultado versiones muy diferentes y sorprendentes. Todas ellas, además, interpretadas en riguroso directo. Así, en el estreno hemos visto a El Kanka cantando, ukele en mano, el Enamorado de la moda juvenil de Radio Futura, a Falete Un velero llamado libertad de Perales y a Bebe el Bailando de Alaska y los Pegamoides, entre otras rarezas.

Interpretaciones de lo más atípicas que habrán llamado la atención a algunos y escandalizado a otros, los más puristas en el terreno musical, que difícilmente repetirán experiencia la próxima semana. Pese a ello, y más en tiempos en los que todo parece estar inventado, se agradecen riesgos de este tipo. Al fin y al cabo, las canciones originales siempre van a estar ahí, dispuestas a ser escuchadas una vez más.

La duda, en cualquier caso, no es saber cómo afectarán este tipo de versiones a la audiencia, sino cómo los espectadores reaccionarán a décadas, y sobre todo artistas, menos atractivos sobre el papel. Hasta que ésta se resuelva, TVE tiene cada viernes un programa de canciones y con canciones. Porque no solo es importante escuchar música, sino también hablar y aprender de ella. Y más en una televisión pública.

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