Crítica Vertele

Mi madre cocina mejor que la tuya con ingredientes de histeria, tedio y la salvación de un acertado casting

Mi madre cocina mejor que la tuya con ingredientes de histeria, tedio y la salsa de un equilibrado casting

Paula Hergar

Telecinco ha estrenado esta noche Mi madre cocina mejor que la tuya cuatro años después de su primera oportunidad en Cuatro y apostando por el formato en prime time.

Esta vez lo ha conducido por Santi Millán y protagonizado por Alba Carrillo, Lucía Pariente, Rosa López, Paqui Cortés, Lucas González, Mari Gómez y Raquel y Noemí Salazar. Unos concursantes que fueron el acierto y la salvación de un talent con una embrollada mecánica y eternas pruebas.

El acierto de emitir un programa que aúna cocina y familia en verano, pierde fuerza al alargarlo hasta la 1:00 con pruebas calcadas que frenan el ritmo y restan el interés de ver ganar (por primera vez algo) a la modelo y su progenitora.

Ingredientes cinéfilos y televisivos para una receta contradictoria

La receta del programa presenta ingredientes cinéfilos, televisivos, de talent culinario, reality, estrés, lentitud, actores que valoran platos, chefs que callan ante el resultado... Vamos, un batiburrillo de buenas ideas que acaba dejando al espectador fatigado por la sensación de haber cocinado él mismo un plato sin sabor.

Tanto la intro, como la presentación del juez Echanove y los chefs presentan una factura tan cuidada que chirría al “levantar el telón” y situarte en un plató de concurso de los 90.

Santi Millán (con un look aún más retro, cual azafato del Un, dos, tres) da paso a una lenta presentación de los concursantes y una primera prueba aún más tediosa, que solo él era capaz de amenizar.

Pero tras ello empieza una histeria entre madres e hijas que despertaba a todos aquellos que se habían dormido anteriormente. Con el peligro de no entender nada porque durante toda esta primera parte, la mecánica consistió en: dos chefs de capitanes, ochos famosos, dos equipos, solo participan primero dos, después las otras dos, un botón rojo, el mismo chef, una receta entera, otra a medias, unas con más tiempo las otras menos y todo esto en una primera prueba que ocupó una hora del programa. Es decir, una agitación agónica que se repetía a continuación con el otro equipo.

En definitiva, un hervidero de contradicciones en la factura y mecánica que no dejaron al espectador relajarse ante lo que se supone, un programa fresco y veraniego de puro entretenimiento.

El casting, su mayor acierto

En lo que sí ha acertado Mi madre cocina mejor que la tuya es en la elección del casting: ocho concursantes que fueron la salsa de la entrega dándole ritmo, comicidad y hasta ternura.

El buen criterio de mezclar a las Salazar con Alba y Lucía hizo que mientras unas se deshacían en taconazos, gritos, sudores y desesperación, las otras susurraran la receta, se animaran y hasta abrazaran. Sí, las rubias ganaron, pero el buen rato que dieron las “gipsy kings” no tuvo desperdicio.

De igual forma atinaron al enfrentar al bromista Lucas contra la tímida Rosa López. En ese equipo tampoco faltaron lágrimas, ni carcajadas.

Por lo que, quitando las numerosos normas de sanidad que se saltaron en el programa culinario, los concursantes supieron dar forma a una receta televisiva que con menos tiempo de cocción hubiera presentado un mejor resultado. Ahora que Atresmedia se anima a recortar sus series a 50 minutos, ojalá Mediaset se apunte a compactar estos formatos que, sin duda, en bote pequeño tendrían mejor confitura.

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