Crítica VERTELE

El Paisano de TVE: un país para comerse al “cuqui”

Pablo Chiapella en "El paisano"

Lorenzo Ayuso

La profesión de actor arrastra un pesado bagaje. A su espalda, la mochila se carga de las piedras que va recogiendo del camino. Con el trabajo, al pulirlas, esas piedras pueden descubrirse como preciosas y sostener con su luz y valor la travesía durante largas temporadas, pero como contrapartida acaban pesando como losas: cuando dejen de refulgir, quizás sea difícil desprenderse de ellas. El camino se hace entonces duro, y del arrojo y suerte del caminante dependerá que pueda desembarazarse de ella y recoger otras nuevas, o que esa piedra acabe sepultándole.

Cuando parece casi imposible ya desunir a Amador Rivas de Pablo Chiapella, el intérprete albaceteño decide tomar la anterior metáfora de forma literal, cargarse el petate a hombros y echar a andar por la tierra, casi vagando en busca de su identidad a la par que rastrea en busca de historias populares y genuinas.

El Paisano, adaptación de El foraster de TV3 (que a su vez recreaba el original danés Comedy on the Edge) puede interpretarse como un regreso a las raíces en un sentido absoluto. Del mismo modo que su mecánica consiste en adentrarse en los puntos casi invisibles de la geografía nacional, Chiapella aprovecha para alejarse a millas de distancia de un personaje tan avasallante como el que lleva más de diez años incorporando en La que se avecina.

En la localidad navarra de Burgui, primer destino del viaje que ha emprendido con billete expedido por Brutal Media y TVE, el artista aprovecha la oportunidad de liderar el programa con modestia. En su papel de reportero, deja que sean los pueblerinos con los que se topa los que definan la conversación, sin tratar de exasperarlos con gracietas inoportunas, sin aspavientos ni exageraciones.

En la primera entrega, hay que decir, se le nota aún algo rígido al ahondar en las historias que esconde este primer pueblo. La búsqueda del momento emotivo puede pecar de forzada en ocasiones. Como ocurre en cualquier vehículo recién estrenado, es cuestión de rodaje. Se encuentra mucho más cómodo cuando improvisa la comedia, como en su encuentro con el escultor que trabaja con motosierras, o cuando se topa con el ocioso vecino que se desplaza al monte para alimentar a los buitres de la zona, donde cuesta no esbozar una sonrisa ante los intercambios de presentador y entrevistado.

El servicio público entendido como espacio público

Los aciertos y errores que se enumeran del primer episodio han de achacárselos, pues, a la confianza. La confianza para hablar, para entablar conversación, para integrarse allá donde vaya y empaparse de la identidad de dichos lugares. Esta es la clave de un formato que entiende el servicio público como espacio público. El formato se construye como un punto de encuentro, como una reunión distendida. Su ritmo relajado y su tono liviano y familiar, con hueco para todos los tramos de edad, así lo atestiguan.

El Paisano es un programa inofensivo, algo que agradecer en estos tiempos de discordia, y Chiapella se entrega a la causa mostrándose más que dispuesto a sacudirse las esquirlas resultantes de sus 10 temporadas (camino de once ya) en La que se avecina. Superados los tics y la vociferación tan característica de Amador, el actor demuestra capacidad de adaptación y un registro ideal para tomarlo por compañero de trayecto en las entregas de este formato: simpático, cercano, incluso corriente, como el resto de las gentes que pueblan por sus imágenes. Buenas gentes que poco tienen que ver con la caricatura que le ha hecho famoso.

A fuerza de andar, de patearse la geografía peninsular, Chiapella bien puede demostrar al público que hay mucho más allá de Mirador de Montepinar. Películas independientes como Otro verano ya habían probado su versatilidad a pequeña escala, pero El paisano podrá proyectarse a otro nivel. El buen recibimiento del que ha gozado con su primera aventura, capaz de encaramarse como líder en la noche del viernes televisivo denota que ha encontrado un buen lugar desde el que hacerlo.

Nada mejor para él, pues, que agarrar esa mochila y a equilibrar su bagaje con esta nueva experiencia. Lo necesitaba para seguir disfrutando de su periplo como actor.

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