Reportaje
El 'Un, dos, tres' cumple 50 años: así definió Chicho la TV del presente y hasta originó 'GH'

Mayra Gómez Kemp en el 'Un, dos, tres'

Lorenzo Ayuso

Definir la televisión de nuestros días, la de este 2022 donde la guerra en Ucrania horada un paisaje donde apenas ha empezado a cicatrizar la experiencia en pandemia, puede resultar una tarea complicada. Primero, por los ritmos de emisión, cada vez más apresurados, donde cada vez menos propuestas logran asentarse en la oferta en abierto. Segundo, por la progresiva dificultad para fabricar marcas que conciten a públicos amplios a la hora marcada en la escaleta de programación, después de que el streaming haya trastocado las rutinas de consumo.

Sin ir más lejos, Supervivientes acaba de iniciar su edición anual siendo el principal bastión de entretenimiento de Telecinco; en ausencia de Tu cara me suena, El desafío tiene la difícil tarea de consolidar su asentamiento en Antena 3, a la espera de ver cómo funcionan los retornos de otras grandes apuestas. Por su lado, TVE, envuelta en un largo periodo de valle en términos de programación, cuenta con MasterChef como solitario plato para saciar su necesidad de público.

Habiendo cumplido su noveno aniversario en emisión este mismo mes de abril, el talent show culinario pasa por ser uno de los espectáculos más duraderos y reconocibles en un universo audiovisual donde la obsolescencia cada vez llega antes a sus productos. Cada vez cuesta más recordar programas que marcaran una época, incluso en fechas recientes. Por ello, que este domingo 24 de abril sea objeto de recuerdo un formato de entretenimiento iniciado hace justo 50 años, y que lleva cerca de 20 sin emitirse, parece a primera vista excepcional. Pero no lo es tanto, si tenemos en cuenta su herencia y efecto en la televisión posterior. También en la televisión que funciona en nuestros días. En efecto, hablamos del Un, dos, tres.

Un formato de entretenimiento total que “no envejece”

“Para mí era el trabajo que tenía mi padre. Uno no es consciente de lo importante que era hasta que has crecido”, nos cuenta Alejandro Ibáñez Nauta, hijo mayor de Chicho Ibáñez Serrador y actual responsable de Prointel, la productora independiente que fundó su padre y desde la que se proyectó este concurso. Para cuando nació, en 1980, el programa atesoraba 8 años en antena, en los que más que un éxito, se había convertido en un fenómeno sociológico. Adultos y pequeños se reunían cada viernes ante el televisor para observar un programa que amalgamaba géneros y conceptos en un enorme dispositivo que semanalmente se adaptaba a una temática para provocar una sensación de sorpresa y expectación mantenida en el tiempo.

Para lograrlo, el director uruguayo-español mantuvo la misma estructura de pensamiento creativo que había dado pie, algo menos de un decenio antes, a Historias para no dormir en el ámbito de la ficción. Igual que aprovechó su experiencia en el Canal 7 argentino para reaprovechar y pulir esquemas trabajados en Mañana puede ser verdad (1962) y Tras la puerta cerrada (1964-1965) en su antología española, Un, dos, tres partía de lo aprendido como realizador en Un, dos, Nescafé, combinando esos apuntes con los de otro espacio de éxito en Perú, Haga negocio con Kiko, conducido por Kiko Ledgard, a la postre primer presentador del espacio español, donde ya aparecía el concepto de la subasta; pero intercalando una fase eliminatoria con pruebas físicas que terminaba de dar unidad a una oferta completa.

Tan completa como para que no tardara en confirmarse como un éxito de programación... Y para que Chicho, que en inicio había optado por esconder su nombre a fin de no asociarse directamente con el título -se cuenta que su padre, el actor Narciso Ibáñez Menta, consideraba “un grave error” que su hijo se plegase a “rebajarse a hacer un concurso”- , acabara reconociéndose como “el culpable” en los créditos de llevar a cabo ese despliegue.

Un, dos, tres cubría todo: concursos de preguntas y respuestas, pruebas físicas, golpes y risas; todo el show business donde entran desde magos hasta cantantes; y la subasta y los premios según la suerte. Mezcla las tres patas de la mesa del entretenimiento. Y eso no envejece. Envejecen el ritmo, el humor, la estética, pero el esqueleto no”, resalta Ibáñez. Una afirmación que comparte en buena medida el guionista Carlos Muriana, que trabajó en el programa desde 1992, después de haber “sido de los niños que se habían criado con el Un, dos, tres en la pantalla”: “Sigue manteniendo esa cuestión del ritmo, de la sorpresa, de la mezcla de humor y espectáculo, que necesita cualquier programa de televisión”.

De la universalidad del show a la autoría única de Chicho

Esa universalidad del concepto explica que el concurso se alargase en el tiempo de forma discontinua, a través de distintas etapas con descansos más o menos amplios, hasta 1994. Pero también que el formato fuese tan fácil de exportar al extranjero. De nuevo, se repetía la dinámica de las anteriores creatividades de Chicho, que habían servido para poner a TVE en una posición favorecedora en el escaparate televisivo internacional.

“Ahí está el ejemplo de Endemol: John [de Mol Jr] compró el Un, dos, tres para Holanda, y gracias al éxito se formó Endemol, por el dinero que ganaron. Imagínate en lo que se ha transformado”, alude Ibáñez al origen del emporio del que más adelante será el creador de Gran Hermano, en 1985: De 1-2-3 show fue la versión neerlandesa del concurso, presentada en un primer momento por Rudi Carrell, que hizo lo propio con la algo posterior adaptación alemana, Die verflixte sieben. Antes que estas llegaron la británica -Three, Two, One- y la portuguesa -Um, dois, três, la más longeva de todas- y luego llegaría también la belga, De 1-2-3 Show. Una expansión que servía para el intercambio continuo de ideas entre versiones y sobre todo para fomentar la libertad creativa para que cada edición supiera captar con eficacia al público.

Ahora bien, en el caso de España, la potestad creativa nunca cambió de manos. Más allá del relevo en la conducción, siendo Mayra Gómez Kemp la más identificable, Chicho era quien imprimía su personalidad y marcaba el paso. Muriana, que se incorporó al equipo de guionistas durante la segunda temporada en la que el programa estuvo presentado por Jordi Estadella y Miriam Díaz Aroca, explica cómo era ese aprender de Chicho: “Se sabía el programa a ciegas. Lo había parido y desarrollado, había aprendido de los fallos y los aciertos y para cuando me incorporé tenía un bagaje enorme”.

Eso traspasaba en el trabajo de guion. La mesa de escritores se reunía un día a la semana para hacer una tormenta de ideas, que servían a Ibáñez Serrador para forma al borrador de cada entrega: “La versión última del guion la escribía él. Es quien conocía el programa, sus ritmos, donde cabía una sorpresa, cómo dosificar los premios, cuál era el que mejor funcionaba porque era o muy bueno o muy malo”. Por supuesto, cada guionista tenía sus tareas concretas para desarrollar, pero “aún así Chicho las revisaba y les daba el último toque”.

La capacidad de trabajo del creativo iba más allá: “Supervisaba los ballets, iba a las grabaciones de las músicas para ajustar las letras, estaba en la reunión de producción, sugería cosas para escenografía, estaba las reuniones de guion, en los ensayos... Chicho no dejó nunca, o lo hizo en escasísimas ocasiones, de realizar el programa. Él estaba físicamente en todo momento. Era como un hijo suyo”, recuerda Muriana. Todo eso confería una identidad muy marcada al conjunto: “Es lo que no pasa con tanta facilidad: el programa tenía un sello, y era muy difícil que nadie lo cogiera. No solo esa capacidad de trabajo, sino la firma que aportaba”.

El “error” del relanzamiento, la seguridad como lanzadera

Como jefe, el creador “no dejaba que nadie lo tocase”. Eso conllevaba un alto nivel de exigencia: “Si no dabas la talla no durabas”; recuerda el guionista, que desgrana las intensas jornadas de trabajo: “Se grababan los ballets un día y al otro el concurso, pero se intentaba grabar casi como un directo. Los cámaras tenían que estar súper concentrados de que no fallara nada, de que todo el mundo estuviera centrado en su puesto”. Todo ello, además, en una época en la que el teleprómpter o el pinganillo no estaban establecidos como herramientas de trabajo. Los ensayos eran fundamentales y ocupaban toda la mañana, siendo esenciales en la metodología de Chicho.

Que la potestad del director era intransferible también se notó en el último relanzamiento de la marca, Un, dos, tres... A leer esta vez, estrenado en 2004 y con Luis Larroderas como nuevo presentador, cerrando la línea sucesoria iniciada con Ledgard. Buena muestra de ello es que no tembló al despedir a su hijo cuando surgieron diferencias creativas con él. “Me metía demasiado con el contenido del programa”, ríe Ibáñez, que tenía 22 años en ese momento y que intentó hacer ver a su padre que era necesaria una “actualización” más radical del concepto para adecuarlo a los ritmos e intereses de las nuevas generaciones.

Aunque su hijo considera esta versión “un mal planteamiento” ocasionado por un momento complicado a nivel personal de su padre, y también afectado por un exceso de patrocinadores en los premios, niega de forma tajante la consideración de “fracaso” que en ocasiones se tiene en el recuerdo: lo prueba el 46.2% y 6.803.000 espectadores cosechados en el estreno, y la media del 23.8% y 3.334.000 espectadores en sus 18 emisiones, entre enero y junio de aquel año. En todo caso, su adiós suponía un síntoma del cambio en los intereses del consumo televisivo, con el auge de los magacines de corazón que comenzaron a tomar el prime time de las generalistas, como Dónde estás corazón, que terminó por arrebatar el liderato. “Era algo novedoso frente a un Un, dos, tres no renovado”.

Desde entonces, hace ya 18 años, el concurso no ha vuelto a televisión. Y aún así, continúa extendiéndose su influencia en el medio. El legado no está solo delante de las cámaras, con la larga lista de talentos que tuvieron su primera oportunidad en el programa en sus distintas fases, sino también en la cantera de técnicos de todos los departamentos que se desarrollaron en el alto nivel de exigencia del programa y ahora engrosan la industria: “Eran todos primera filas en sus campos”, recuerda Muriana, en cuyo currículo encontramos de una larga lista de programas en RTVE como Al filo de lo imposible o La suerte en tus manos, y series como Manos a la obra. En sus primeros tiempos cerca de Chicho, compartió mesa de guion con Joaquín Oristrell, Fernando León de Aranoa o Carlos Asorey Brey. Y eso solo citando a los escritores. “La gente de producción casi todos han sido luego jefes de producción en TVE”: Gregorio Quintana, mano derecha de Chicho como ayudante de dirección, sería luego director general de ficción de Boomerang TV y productor de títulos del calibre de Motivos personales; Antonio Robleda, que fuera regidor del programa, ha acabado dirigiendo programas como El club de la comedia o Zapeando.

Contra la nostalgia y hacia el futuro

La televisión actual se nutre del Un, dos, tres aún hoy. ¿Podría volver el Un, dos, tres a esa misma televisión? Lo cierto es que Alejandro Ibáñez lo ha intentado en conjunción con Toni Cruz y su compañía Reset TV ha trabajado por actualizaciones del formato que han presentado a Mediaset, Atresmedia y RTVE. El problema radica en las necesidades que exige su realización. “Seguirá siendo un programa caro. Me dijeron que este era un programa que o te llevaba a la gloria o a los infiernos. Es un riesgo muy grande, yo lo entiendo”, reconoce Ibáñez, que mantiene la convicción de que el programa puede replantearse a las nuevas generaciones que han dejado de consumir televisión en los modos tradicionales. Pero también para las nuevas vías de producción y distribución de los contenidos audiovisuales mismos. “Me gustaría volver con un Un, dos, tres, sea en plataforma, en canal o en Twitch, donde podamos entretener a ese público joven con un contenido blanco y entretenido”.

“Hoy en día si este programa alguien quisiera hacerlo en otra televisión, probablemente funcionaría”, opina por su lado Muriana. Escapar de la nostalgia será, pues, la vía para que la marca pueda reavivarse: “La gente guarda tan buen recuerdo de él que difícilmente conseguiríamos llenar ese recuerdo. No imposible, pero muy difícil”, reflexiona.

Hablando de recuerdos, hay previstos homenajes al concurso a través de RTVE Play, ofrecerá un maratón especial durante el día 24 con algunas entregas emblemáticas de entre las que se conservan en el Archivo de RTVE; y también en La 2, con la redifusión del documental Historias para recordar, de la serie Imprescindibles (precisamente dirigido por Muriana y Marisa Paniagua), así como con emisiones especiales durante la siguiente semana. Ahora bien, cabe preguntarse si esta hubiera sido una buena oportunidad para reconocer el legado del realizador, en un sentido amplio, aprovechando la coyuntura.

Así como desarrolla su carrera como director, habiendo debutado en el largometraje con el filme de terror Urubú, Alejandro también se esfuerza por mantener fresco el recuerdo de su padre como productor, como prueban la reformulación de las Historias para no dormir (precisamente cuando nos atiende acaba de terminarse de rodar el segundo episodio de la segunda tanda). En este sentido, también planteó poner en marcha una gala solidaria que recuperase el espíritu del Un, dos, tres a modo de tributo, pero sin que la idea calase. Si cineastas como quienes firman las nuevas entregas reconocen la influencia de Chicho, si así quedó reflejado con el Goya honorífico que se le concedió en 2019, poco antes de su fallecimiento, la televisión parece haber olvidado esa decisiva función. Por eso, se muestra crítico con el alcance de la cobertura de la cadena pública, recordando que esta “es una marca de TVE”: “No solamente es hacer una entrevista. Deberían hacer algo importante, que hable sobre lo que ha sido Un, dos, tres para Televisión Española”.

El metraje más antiguo que se conserva del Un, dos, tres en el fondo documental de RTVE data de mayo de 1972. El primer programa completo documentado, de marzo de 1973. Muriana recuerda que “los programas de entretenimiento por definición son efímeros”, que no tienen vocación de perdurar en el tiempo. Los ritmos del género han cambiado, se han acelerado. La televisión avanza a toda prisa. Por eso mismo, valora el guionista, “que estemos recordando un programa que se ideó y se puso en antena hace 50 años es un hito”.

Significativo es que aún exista un club de fans que difunde la marca aún hoy, cuando ya toda una generación ha crecido ajena a su emisión. El recuerdo del Un, dos, tres continúa media centuria después. ¿Cuántos otros programas podrán decir lo mismo?

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