Análisis Vertele

El bufón sinvergüenza como figura de gancho en las sitcoms americanas

El bufón sinvergüenza como figura de gancho en las sitcoms americanas

Eider Calvo

No tiene por qué ser necesariamente el protagonista, aunque en ocasiones coincide. No obstante, la mayoría de las veces el peso de la figura del “bufón” recae en un secundario, normalmente masculino, que termina por acaparar la atención y cuya inclusión suele repercutir en el índice de popularidad de la serie en la que se encuentre.

Por regla general, este personaje peca de despistado, resulta excesivamente expresivo y presume de una peligrosa tendencia al ridículo. En otras ocasiones, parece tener un alter ego que le convierte en un sinvergüenza dotado de una marcada personalidad perfilada muchas veces por una ironía no tan fina.

Todos ellos se creen, eso sí, los más graciosos, pero su humor tiende a espantar, y consideran que sus ideas son siempre las más ingeniosas por absurdas que parezcan al resto -son los demás los que se equivocan-. En más de una ocasión son vistos como el “calimero” a ojos del espectador; unos podres diablos... y en realidad lo son.

Estas figuras se relacionan con la del bufón, más propio de las sitcoms americanas, cuyo último fin es la de protagonizar buena parte de los gags. Una misma comedia puede contener por supuesto más de uno de estos personajes, y aunque no vayamos a analizar a todos en el presente artículo ya que sería imposible, repasaremos algunos de los ejemplos más emblemáticos.

“Oro parece”: de Carlton Banks a Bob Armstrong

Lo que está claro es que tienen algo. Ese “no sé qué” que “qué sé yo” que les hace especiales. Que provoca en el público una reacción de aceptación e, incluso en más ocasiones de las que sería correcto admitir, favorece que siga enganchado a la serie. En este sentido cabe recordar a Carlton Banks (Alfonso Ribeiro en The Fresh Prince of Bel-Air), el primo pijo de Will Smith.

Con su padre, el estricto juez Philip Banks (James Avery), como modelo a seguir, Carlton se personificaba como la voz de la conciencia nunca escuchada por el protagonista. Trataba de ser el arquetipo racional y correcto por excelencia -menos cuando escuchaba a Tom Jones-, motivo por el cual era el blanco continuo de las burlas de Smith.

Ser el hijo de una adinerada familia de Los Ángeles le hizo ser, por otra parte, un consentido y pedante proyecto de nada que creía que podía librarse de cualquier engorro echándole la culpa a su primo. Su ingenuidad en un buen número de aspectos alejados de la formalidad le hacía meterse en muchos problemas, cuya llegada podía adivinar el espectador fácilmente. Pese a todo, de la mano de Smith aprendió, a base de tortas, la cruda realidad más allá de su confortable vida y llegó a plantearse cuestiones como el racismo y la discriminación haciendo de él un personaje más humano capaz de empatizar con el público.

Un ejemplo muy claro de bufón lo encontramos en Friends. Concretamente en Joey Tribbiani (Matt LeBlanc), el amago de actor que contó con su propio spin-off y cuyo éxito con el sexo opuesto parecía ser directamente proporcional a su grado de estupidez. Pero también es un personaje sin maldad -hasta se ordenó sacerdote- dotado de un gran corazón y un mayor apetito.

Su forma simple de ver la vida choca con la de sus amigos, más dados a la complejidad, e irradia una inocencia poco convencional a su edad que hace nacer en el público cierto sentimiento de protección. Pese a sus despistes en ocasiones demuestra sabios signos de lucidez -aunque todo apunta a que no es muy consciente de ello-. Todo en él grita “adorable” salvo cuando se trata de abordar su afición a la promiscuidad, a la que se proclama devoto.

Por otra parte, Family Matters iba a centrarse inicialmente en la familia Winslow, capitaneada por el policía Carl (Reginald VelJohnson). Sin embargo, la aparición del peculiar Steve Urkel (Jaleel White) en el episodio The mama who came to dinner causó sensación. De hecho, lo de Urkel es para hacérselo mirar, ya que gustó tanto como para que los guionistas optaran por centrar la trama principal de la comedia en torno a él y ascenderlo de mero episódico a estrella.

Seguro recordará al molesto e insólito vecino, enfermizamente enamorado de Laura Winslow (Kellie Shanygne Williams). Aquel que sin mayores complicaciones llegó a tocarle la fibra sensible en tiempo récord. Su ausente popularidad, su físico poco sugestivo -nadie está hablando de ti, Stephan-, su peculiar andar y su gusto por la invención de artefactos más propios de películas de serie B, amén de sus constantes fracasos amorosos y sociales -aportando con ellos eso sí buena parte del toque cómico a la mítica serie-, hicieron de él un personaje de aúpa que animaba al espectador a seguirle capítulo tras capítulo para ver si conseguía salir de su actual situación.

Asimismo, con Michael Scott (Steve Carell en The office descubrió que toda esa egolatría y aparente narcisismo de “Superman trabajando en Gotham City” escondían en realidad un corazón febril y un alma repleta de inseguridades que le valieron la exoneración de su condena y un par de puntos de ascenso en el ranking ficticio de la ternura.

Y es que el director de Scranton demostró ser una persona de bien que solo trataba de estar en la misma onda que sus empleados -a su ofensiva aunque, en su defensa, inconsciente manera-. Y no cesaba en su empeño a pesar de sus múltiples fracasos sociales: “Te pasas la vida intentando que la gente te quiera, de repente atropellas a un empleado con el coche, ni siquiera a uno de los más populares, y ya están todos en tu contra. Es absurdo”, ya lo decía él. ¿Cómo no quererle?

Más que Scott, quien seguro que hace explotar el ranking de la ternura es Phil Dunphy (Ty Burrell en Modern Family. El marido de Claire (Julie Bowen) y el “niño grande” de su familia -y eso contando con que tiene tres hijos-. Siempre trata de ser el mejor esposo, el padre “guay” y el yerno modelo... y no siempre lo consigue, especialmente en lo relativo a caer bien a su suegro.

Sin embargo, si hay algo en lo que destaca es en su trabajo como agente inmobiliario. Y no lo dice el espectador sino el propio personaje, quien siempre se muestra muy seguro de sus capacidades como vendedor. En el resto de su vida suele ser el padre chapuzas que casi nunca logra hacer una a derechas por mucho que se esfuerce. Y Phil se esfuerza constantemente. Es como un oso de peluche necesitado de abrazos que concentra en sí mismo prácticamente todo el afecto de quien le ve en acción.

Y de Los Ángeles nos trasladamos a Nueva York para dar con Jacob Peralta (Andy Samberg en Brooklyn nine-nine. El inspector dicharachero de la comisaría 99 de la Gran Manzana no deja a nadie indiferente. Provisto de un humor muy físico, sin sentido y rematadamente infantil, el televidente se encuentra de buenas a primeras con un tipo que, a simple vista, demuestra cierta falta de materia gris y solo al lado de su inseparable amigo Charles Boyle (Joe Lo Truglio), que le ríe todas las gracias con loca admiración, parece que su encefalograma goza de algo más de grosor.

Más adelante Peralta exteriorizará una parte romántica más seria que probablemente le hará merecedor de su afecto. Sus sentimientos hacia cierta detective de la comisaría le harán “madurar” -por decir algo- como persona y le convertirán en un ser solo un poco más cabal. Por otra parte, además de dejar la vergüenza en su apartamento del tres al cuarto lleno de cachivaches poco prácticos -y muy caros-, un colchón de más de diez años y una solitaria toalla con la que asearse, Peralta es algo más que un idiota de la televisión con una personalidad que acaba por encantar. Sus constantes méritos en la comisaría, demostrando ser un inspector sorprendentemente competente, le convierten en un personaje magnético.

Por último, un ejemplo reciente: el de Bob Armstrong (Dallas Roberts) en la recientemente estrenada en Netflix -y no precisamente exenta de polémica- Insaciable. Esta comedia negra es también un caso aparte, ya que su duración no es la típica de la sitcom, ascendiendo hasta los 45 minutos por episodio. Dado su carácter ligeramente inclinado a la dramedia también apreciamos un bufón algo más complejo, aunque cumple su función como los demás.

Armstrong se presenta ante el espectador como un amanerado y expresivo abogado en horas bajas debido a un episodio acaecido durante su etapa profesional como entrenador de misses. Durante uno de estos certámenes la madre de su por entonces clienta le acusó falsamente de haber abusado sexualmente de su hija, hecho que propició su rápida salida de estos shows de belleza. Contra todo pronóstico, conocerá a la versión delgada de Patty (Debby Ryan), que reavivará sus sueños por regresar a los escenarios del glamour.

Hasta aquí, todo gordofobia y superficialidad. Y Bob, por supuesto, encaja en el perfil ya que él también tuvo un pasado en el que tenía algunos kilos de más. Por otra parte, es padre de un hijo del que pasa olímpicamente -aunque sin darse cuenta-, tiene un acérrimo enemigo de la infancia con el que mantiene una especie de bromance -aunque todavía no lo sabe-, una mujer clasista a la que adora y un trastorno obsesivo-compulsivo de caballo. Para más inri, es un tanto egoísta -como todos en la serie-.

Aun así, seguro que conseguirá hacerse con su cariño porque, aunque esté escondido entre purpurina, tiene un corazón como el de Joey. Y porque tiene más problemas que Armie Hammer en un campo de minas, así que uno termina solidarizándose con él y con sus circunstancias.

“Plátano es”: Barney Stinson, Pearce Hawthorne y Luci

Del lado en última instancia esponjoso y dulzón del bufón pasamos al seco y picante. Los que vienen a continuación le dirían que se acabaron las sensiblerías y que ellos están hechos de otra pasta. Son descarados, atrevidos y sin pelos en la lengua. Se creen más listos que el grupo anterior y presumen de un corazón congelado al que ni ellos mismos dan fe.

Neil Patrick Harris interpreta un papel diametralmente opuesto a los expuestos hasta ahora en How I met your mother. El actor estadounidense se mete en la piel de Barney StinsonHow I met your mother para convertirse en el mujeriego, pobre en ética, matrícula en sabandija que es el ¿mejor amigo? de Ted (Josh Radnor). Este legen...espera...¡dario! y libertino personaje constituye el perfecto cliché de “soltero del oro” que muchos aspiran a ser. Rico, guapo y con una decena de féminas hambrientas por pasar una sola noche con él haciendo cola en la puerta de su apartamento.

Dotado de un extraño fetichismo para con los trajes, peca de manipulador -¿verdad, Ted?- , hipócrita con sus conquistas -y la vida en general- y con un sentido don para la oportunidad. Y es que todos quieren ser como Stinson y tener su perfecta vida: una cómoda profesión bien remunerada, un gusto impecable por la vestimenta, amor en pequeñas y puntuales aunque abundantes dosis, y una labia que parece proceder del diccionario de frases chispeantes.

Por otro lado, nunca sentirá el más mínimo cariño o aprecio por Pierce Hawthorne (Chevy Chase en Community, el magnate cascarrabias de la tercera edad que disfruta hiriendo verbalmente a cuantos le rodean. Es homófobo, racista y machista, malhablado y algo torpe. Se matriculó en la Universidad de Greendale para desempolvar sus oxidadas habilidades sociales, pero no prosperará demasiado en esta empresa debido a su falta total de tacto y empatía. Y sí, se reirá por sus ocurrencias por políticamente correcto que sea.

Si hay algo bueno que destacar de Hawthorne es que ofende sin mala intención, aunque resulte difícil de comprender. El fin último de sus desafortunados comentarios no es el de dañar, sino la fuerza de la costumbre. No está realmente ubicado en el período temporal en el que vive y, por ello, acepta como válidas creencias deplorables que hoy día se analizan bajo otra luz. Pese a esta triste carta de presentación, el espectador justificará su comportamiento a medida que avancen las temporadas.

Por citar un personaje actual de este bando, tenemos a Luci (Eric André en (Des)encanto, un pequeño demonio al que todos toman por un gato en lo nuevo de Matt Groening. Y aunque la serie es un Futurama descafeinado no autoconclusivo y correcto cuando tiene que serlo -que es en la mayoría de los chistes-, seguro que se ha quedado con este personaje.

Está claro que lo de ser un cínico de matrícula lo lleva en el espíritu, así que es normal que trate de animar a sus amigos a hundirse en las tinieblas llevándoles por el único camino que no deberían recorrer -pero, eh, tampoco es como si Elfo y Bean brillasen por su inteligencia-. Aunque a veces, eso sí, la situación da un giro de tuerca y termina demostrando que no es tan malo como en el fondo espera ser, lo que le vuelve encantador.

¿Y qué pasa con ellas?

Si echamos la vista atrás, históricamente los personajes más chistosos de la televisión han estado en manos de hombres, adoptando las mujeres la voz de la razón incluso en las comedias. Pero el paso del tiempo ha traído como consecuencia que ellas comiencen a ganar terreno en esto del humor, asumiendo en cada vez más ocasiones el disparatado rol del bufón.

En 1998 NBC estrenó la que sería su sitcom de los huevos de oro a día de hoy: la exitosa Will & Grace. La comedia protagonizada por Debra Messing y Erick McCormack en los papeles de Grace Adler y Will Truman trajo en gracia un personaje femenino en potencia: la insuperable Karen Walker (Megan Mullally).

La asistenta de Adler se yergue -si es capaz primero de mantenerse en pie- como una mujer adicta al alcohol y los fármacos. Peor aún, está casada con un multimillonario que consiente todos sus caprichos. Pero si hay algo que define a Walker por encima de todo es el deje sarcástico con el que colma todas sus frases -y, por supuesto, esa peculiar risa- con el que nos enamoró.

Por su parte, Amy Farrah Fowler (Mayim Bialik en The Big Bang Theory tampoco se queda atrás. La Sheldon Cooper femenina acaparó la atención de los fans prácticamente desde su llegada a la serie. De hecho, la aceptación que tuvo fue tal que acabó siendo ascendida a regular en poco tiempo. Esta neurobióloga pecó en sus inicios de ser una absoluta introvertida y antisocial, aunque conforme avanzaba su estadía en Big Bang el público podía apreciar una cada vez más notabe evolución en ambas materias.

Su inocencia en algunos aspectos relacionados con aspectos cotidianos del día a día contrasta con sus habituales comentarios mordaces, lo que la hace divertida a la par que impredecible. Se proclama fiel al trío “Anti-Priya”, lo que la empodera, y vive una constante frustración en su relación con Cooper, lo que la hace blanco del cariño de quien la ve.

Para concluir el artículo resulta conveniente exponer uno de los casos más ilustrativos de este tipo de figura humorística: Bonnie Plunkett (Allison Janney en Mom. Esta exalcohólica y exdrogadicta continúa luchando contra las adicciones que un día la llevaron a la ruina, al igual que a su hija Christy (Anna Faris) a quien casi entrega en adopción. Lejos de amedrentarse, esta en ocasiones reina del drama demuestra con mucho humor que se puede salir adelante.

Llegará un momento en el que tendrá que hacer lo propio con su hija así que, haciendo acopio de todas las contradicciones del universo y perfilando con gusto el fino arte de la ironía, comenzará a echarle en cara todos sus errores -que no son sino los mismos que cometió ella años antes-.

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