Opinión

Las lecciones que Telecinco puede sacar de la docuserie de Julián Muñoz

Marcos Méndez

No es la hora de la venganza, es la hora de la verdad, la docuserie de Julián Muñoz en Telecinco, se ha despedido este viernes tras sus dos únicas noches en las que ha demostrado que la cadena de Mediaset ha encontrado un filón de audiencias en ese tipo de formato, pero que dependiendo de su contenido podrá sacarle más o menos provecho en su estrategia general, y tener o no la voluntad de trascender más allá de la pantalla.

Comparando sobre todo con el referente de Rocío, contar la verdad para seguir viva, analizamos cómo, desde nuestro punto de vista, Telecinco puede extraer algunas conclusiones y aplicar algunas lecciones a las apuestas similares que, a buen seguro, realizará en un futuro cercano para “explotar” más esta nueva vía de audiencias.

1) La audiencia responde

La primera lección, y seguramente la más importante para Mediaset y Telecinco, es que el formato docuserie funciona en audiencias. Ya lo dejó intuir Cantora, la herencia envenenada; y lo demostró con creces Rocío, contar la verdad para seguir viva. En el caso de la de Julián Muñoz, su primera entrega también logró un buen dato (18.8% y 1.893.000) aunque no logró liderar siendo superada por Tu cara me suena, aunque la segunda ha demostrado, como analizaremos a continuación, que el contenido y el trasfondo es importante cayendo hasta un 14.4% de cuota y 1.424.000 espectadores.

La cadena sabe que el formato funciona, y por eso disfrazó de esa forma la mudanza de los enseres de Rocío Jurado en el especial El último viaje de Rocío, que tendrá réplica con Montealto, regreso a la casa; y sobre todo prepara la segunda parte de la de Rocío Carrasco con En el nombre de Rocío. Pero más allá de eso, no es muy difícil adivinar que la apuesta va a tener continuidad en Telecinco. Por eso ya hay famosos que hasta se “ofrecen” como Bárbara Rey (a la que han preferido invitar al Deluxe este mismo sábado). Será la cadena la que vaya “seleccionando” quiénes merecen su propia docuserie.

2) Balancear documental y show

La segunda lección es la más complicada para una cadena como Telecinco, abonada a la polémica y que se retroalimenta hasta la saciedad. Y sus dos últimos casos dejan ejemplos muy diferentes. En Rocío, contar la verdad para seguir viva, la parte documental fue más allá de la pantalla, se convirtió en un icono televisivo feminista y contra la violencia machista, e incluso fue premiado por el ministerio de Igualdad. Sin embargo, la parte televisiva se convirtió en un criticado show en el que la cadena de Mediaset derivó el mensaje al despido de Antonio David (tras darle voz 20 años), y a enfrentar a Olga Moreno (en Supervivientes) y a Rocío Flores (en El programa de AR) con las confesiones de Rocío Carrasco. Una deriva de enfrentamiento que se mantiene a día de hoy por el culebrón Antonio David-Marta Riesco.

Precisamente ese culebrón ha afectado a la docuserie de Julián Muñoz, No es la hora de la venganza, es la hora de la verdad. Sorprendentemente, por ese carácter de retroalimentación que siempre tiene el “universo Mediaset”, la versión del condenado por corrupción apenas ha tenido recorrido en los programas del grupo. Lo han tratado, especialmente el Deluxe al día siguiente y el resto de programa en el lunes post-emisión, pero no ha tenido una atención fija durante la semana, dando su interés al citado culebrón y a las fotos de Iñaki Urdangarin, especialmente. Es decir, la parte documental se ha emitido, pero la parte televisiva ha sido casi inexistente, no ha tenido impacto ni tan siquiera en Telecinco.

3) Casos “sociales”, y no sólo personales

La estrategia de Telecinco con la docuserie de Julián Muñoz quizás haya sido calculada a sabiendas de que funcionaría en audiencias (su objetivo principal), pero su contenido era más “peligroso”, al implicar el pago a un condenado por cohecho, malversación de fondos públicos, prevaricación urbanística y fraude. De hecho, la Audiencia Nacional embargará a Julián Muñoz lo cobrado. Con el recuerdo del caso La Noria presente, y el llamamiento al boicot que también recibió esta docuserie, la cadena apenas ha insistido en el análisis o debate entorno a la versión del expolítico.

Y en este sentido hay otro análisis más importante, referente al contenido, del que Telecinco sí podría extraer una tercera lección. La docuserie de Rocío fue un icono porque, desde su caso personal, se representaba una grave problemática social como es el acoso y la violencia machista, que fue bien tratada en su parte documental (y no tanto en su parte de show televisivo). Su impacto fue innegable por acercar esa realidad, ejemplificando en alguien tan famosa como Rocío Carrasco. Sin embargo, la docuserie de Julián Muñoz no ha querido orientarse, por ejemplo, a indagar en la corrupción política en España, sino que ha tirado directamente por su vida personal, y en concreto por su relación con Isabel Pantoja. Ya desde su promoción Telecinco insistió en convertir la salud mental de la cantante en un show, y así lo demostró desde su primera entrega centrada en Isabel Pantoja, realmente apuntando más a ser una “venganza” contra la cantante, como analizó Bluper.

Alguien a quien no le interese Rocío Carrasco, sí pudo interesarse por su docuserie al representar una grave problemática social que recibió un ejemplo tan conocido como el suyo; y por eso generó tanta conversación, e influyó más allá de la pantalla. Pero alguien a quien no le interese Julián Muñoz (ni la verdadera protagonista Isabel Pantoja), difícilmente se sentirá atraído por una docuserie que básicamente consiste en que el expolítico condenado por corrupción saque todos los trapos sucios de la cantante según su versión. Y aún menos en que hable de su vida privada, exmujer e hijos. Un desinterés que se ha aplicado hasta a los mismos programas de Telecinco. Todavía si la docuserie fuese de Isabel Pantoja...

4) Reducir sus contradicciones

Cuando Telecinco anunció su docuserie con Rocío Carrasco, incidió en que era una forma de dar voz a su versión tras 20 años silenciada. La cadena conocía bien el caso, porque fue ella misma la que dio voz a la versión de Antonio David durante esos 20 años. Aún así, amplificó su producción y emisión para presentar a Telecinco como un referente feminista, que da voz a las mujeres para conocer su versión, y que muestra su preocupación por lo que han sufrido, por su salud mental. Un discurso que aún mantiene Carlota Corredera, aunque la realidad ha demostrado que la prioridad es la audiencia.

La cadena, y en concreto Sálvame, no actuó así con La Veneno en su momento, y más recientemente tampoco lo ha hecho ni con Dolores Vázquez, ni con Juls Janeiro, ni sobre todo con Raquel Sánchez Silva. Análisis a parte merecería cómo está gestionando el caso Paz Padilla, su propia presentadora. Pero por centrarnos en las docuseries, con la de Julián Muñoz se está pagando por escuchar la versión de un condenado por corrupción contra una mujer como Isabel Pantoja, y reduciendo “la voz” de la cantante (también condenada, sí) a un show sobre su mal estado anímico que no para de especular (no se preocupa, sino que agrava su estado) sobre su salud mental. Es decir, justo lo contrario a la etiqueta que la cadena intentó ponerse con la docuserie de Rocío.

No nos engañemos: lo principal para una cadena comercial es conseguir audiencia. Las docuseries la tienen, por lo que Telecinco ha aprendido la lección y deja claro que seguirá apostando por el formato. En su mano está “conformarse” con el aporte de audiencia puntual de sus emisiones, como en el caso de Julián Muñoz, o querer llegar más allá y convertirse en un fenómeno como fue la de Rocío Carrasco, para lo que tendrían que buscar un trasfondo más amplio a la simple versión del protagonista de turno. Y si encima todo cuadrase dentro de una misma imagen de marca, sin contradicciones tan flagrantes, seguramente hasta ayudarían a mejorar la maltrecha imagen de un canal que desde hace ya tiempo sufre con su referente en las tardes Sálvame, no logra impulsar a sus realities como antes, y ve cómo la tendencia de las audiencias ha cambiado en su contra.

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