El niño más listo de la TV abre debate en Reino Unido

Child Genius de Channel 4

Bárbara Mora

El programa Child Genius -un espacio producido por Wall to Wall Media en el que niños prodigio de entre 8 y 12 años compiten en una serie de intensísimas pruebas matemáticas, de lengua o de memoria- genera cada año un profuso debate en Reino Unido que enfrenta a aquellos que disfrutan viendo testadas las capacidades intelectuales de los pequeños y a aquellos a los que una competición así les parece cruel.

La presión a la que los niños están expuestos durante la semana de concurso es más que evidente, y el programa no lo oculta. Hay lágrimas, abandonos, nervios y una disciplina de estudio en casa que en muchos casos ronda las cinco horas diarias de trabajo extraacadémico durante varios meses.

¿Y todo esto hace buena televisión? Desde luego. No solo porque sea espectacular ver cómo funcionan cerebros con coeficientes intelectuales como los de Einstein. Ver cómo son capaces de memorizar EN UNA HORA toda la red de autobuses de Londres, con todas y cada una de las paradas. O ver cómo resuelven sumas como esta (7.331+9.326+3.746+7.504) en segundos y sin ayuda de lápiz y papel.

La mayoría de los padres de estos niños contribuyen al ‘show’, son el perfecto ejemplo de “pushy parents”, adultos con una ambición desmedida que no dudan en someter a sus hijos a rígidas jornadas de entrenamiento intelectual, y en algunos casos también físico. A estos padres les gusta presumir de hijos superdotados y vuelcan en ellos algunas de sus frustraciones. Quedó claro cuando el padre del campeón de este año, Rahul Doshi de 12 años y con un coeficiente intelectual mayor que el de Stephen Hawking, le arrebató de las manos el trofeo de ganador para izarlo como si él hubiera sido el concursante.

Era también papá Minesh el que explicaba a Rahul que competir no era suficiente, sino que tenía que ganar. Y le enseñaba a ver a los otros niños como rivales y no como compañeros. En definitiva, forjaba su personalidad de niño en base a las exigencias del competitivo mundo adulto.

Ético o no, insisto, es un espectáculo televisivo que no pasa desapercibido (ni aunque se emita en el discreto Channel 4). Que entretiene y deja con ganas de más. Como formato es un acierto, pero ¿es sana tanta presión en un niño? ¿Y por qué no? Estos no son niños “convencionales”. Su intelecto, como su madurez, los diferencia claramente del resto de chavales. Les gusta, además, a la mayoría de ellos, ser admirados, exhibir –casi con vanidad– sus capacidades. Dejémosles entonces que nos enseñen lo que saben, mientras nosotros, los que nacimos con otras destrezas, disfrutamos viéndoles.

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