Análisis

Ciudadano Jaume Roures

François Musseau, periodista del diario “Liberation”, recrea la figura de Jaume Roures en su trabajo titulado “Citizen Katalan” que se publicó el 22 de enero en el rotativo de París. Vertele lo traduce del francés para sus lectores:

“Mientras la prensa francesa está angustiada, este barcelonés de 58 años demuestra que se puede crear un grupo de medios de comunicación floreciente…en España.

Ha puesto en un aprieto a Prisa al competir por el fútbol

El hombre al que describen como el “Rupert Murdoch español” -incluso si es catalanista y de izquierdas- sorprende. Si no nos recibiera en el lobby de un lujoso hotel madrileño, Jaume no presentaría ningún signo externo de ser un magnate de los medios de y del cine. Sin embargo, su ascenso ha sido fulgurante.

Acaba de producir el Vicky Cristina Barcelona de Woody Allen y ha llegado a un acuerdo para financiar las tres próximas películas del cineasta neoyorquino. Ha puesto en un aprieto al potente grupo Prisa (El País, Canal + España, Cadena Ser) al pelear por los lucrativos derechos de retransmisión de los partidos de fútbol.

La Sexta, la última cadena hertziana nacida en España, es la única que ve crecer su audiencia. Y ha producido una cuarta parte de las emisiones en prime time de la pequeña pantalla española en este último decenio. Y, para no olvidarnos de nada, su joven diario “Público” se ha instalado entre los periódicos nacionales de referencia.

No tiene chófer, ni lleva nunca traje

A la cabeza de este imperio, el grupo Mediapro, hay un hombre de apariencia modesta y taciturna, que nos recibe humildemente en el hall de este hotel. A nuestra llegada, ya se ha leído media docena de periódicos, sentado solitario, sin el blindaje habitual que rodea a los patrones influyentes.

Durante una hora y media, Jaume Roures se convierte en un hombre realmente disponible. Su Blackberry vibrará con insistencia en todo este tiempo, y él mirará de reojo sobre la pantalla, pero no interrumpe la conversación en ningún momento. Escucha con atención, más bien avaro de palabras.

Lleva zapatos tipo Kickers, un pantalón y una camisa tejana informales y un chaleco marrón oscuro. Su frente despejada y este caballo gris -blanco peinado hacia atrás le da un aire de científico despistado. No lleva nunca traje, ni mocasines. Ni chófer (“Sería ridículo, me encanta conducir”), ni tiene tampoco secretaria (“Puedo marcar el teléfono yo mismo”). ¿Algún lujo, al menos? “Tengo un barco compartido con un amigo”- parece excusarse.

“Ni presidente, ni director general, ni cosas como ésas”

De todas maneras, Jaume Roures no se ve como un gran empresario. En su tarjeta de visita, ningún título ni función acompaña a su nombre.

Cuando habla de Mediapro, la sociedad de comunicación que fundó hace catorce años y de la que es propietario en una tercera parte, nunca habla en primera persona, sino que utiliza la palabra “nosotros”. “No tenemos presidente, ni director general, ni cosas como ésta. Cada uno hace lo que tiene que hacer, es más fácil”.

800 millones de facturación y 2.000 empleados

Mediapro, de todas maneras, no tiene nada de ONG, con sus 800 millones de euros de facturación y 2000 empleados. Tiene un tono de voz casi apagado, nunca una palabra más alta que la otra:“No me pongo nervioso nunca. Cuando algo no me gusta, me voy”. Tiene una vida privada muy discreta: sólo dirá que tiene tres hijos, de dos mujeres distintas.

De todas maneras, este hijo adoptivo, nacido en la vieja Barcelona, cuyo padre ha muerto de cáncer, no quiere dar pena. Su pareja actual trabaja en TV3, la televisión autonómica de Cataluña.

Es allí, entre 1984 y 2001, donde Jaume Roures crece profesionalmente y muestra sus habilidades. Serio, metódico (incluso si su oficina de Barcelona es un almacén de libros y periódicos) y terriblemente eficaz: la perfecta encarnación del “seny” catalán, el proverbial pragmatismo catalán.

“No trabajo, milito”

En TV3, este jefe de producción hizo llegar a la televisión catalana a los máximos niveles. Sus capacidades para rodearse de gente influyente y para conseguir grandes contratos provoca admiración.

En el círculo de sus amigos está el jefe del Gobierno de España, Zapatero; Allen, desde luego, a quién llama Woody; el futbolista Johann Cruyff (el gurú del F.C. Barcelona) o el patrón de la F!, Bernie Ecclestone, de quién ha conseguido la exclusividad de la retransmisión de los grandes premios de automovilismo a partir del próximo año. En lo que se refiere al fútbol español, se ha convertido en el tenor con la obtención de los derechos de televisión.

Todo esto, claro, le convierte en un hombre muy ocupado. “Pero atención, señala, yo no trabajo, yo milito”. Lejos de renegar de su pasado trostkista en Barcelona -en su juventud militó en la Liga Comunista Revolucionaria y en la IV Internacional-, lo reivindica plenamente. No oculta que su hija mayor, Montserrat, nació en Nicaragua en plena revolución sandinista.

“Mis ideas no han cambiado nada. La crisis actual demuestra los fallos del capitalismo y da actualidad al mensaje de Marx”. Jaume es vehemente cuando se habla del extraño cóctel entre “marxista impenitente-delfín de las finanzas”. “¿Por qué un comunista no puede pensar en comer? Es curioso que no se someta a este tipo de paradojas a un católico.

“Gano dinero para servir a mis ideas”

“De toda maneras, yo gano dinero para servir a mis ideas”. Estos beneficios le han servido para lanzar un periódico de izquierdas, Público, aún deficitario, y le han permitido producir películas “ideológicas” con fibra social, desde “Comandante” de Oliver Stone (un documental sobre Fidel Castro), a “Salvador” de Manuel Huerga (sobre el anarquista catalán Puig Antich, ejecutado por Franco en 1974), pasando por “La vida secreta de las palabras”, de la catalana Isabel Coixet (sobre las violaciones en Bosnia).

¿Y qué hace ahí Woody Allen? “Él, más allá de su talento, y de forma individual, pinta también la crisis moral de una sociedad que naufraga”. Una forma de compromiso visto como una continuidad para este hombre de orígenes humilde, obligado a abandonar la escuela a los doce años para trabajar en una imprenta.

En el curso de su juventud marcada por la rebelión militante, Roures pasa “seis o siete veces”, dos años en total, por las cárceles franquistas. “Allí aprendí mucho, devoraba libros, reflexionaba, jugaba a ajedrez y al frontón-tenis”. Al fin, nuestro hombre introvertido sonríe. Pero se negará a posar para el fotógrafo.

La mirada de “Melan” -como le llaman sus allegados- se ilumina, casi cómplice. Bajo el caparazón del hombre de negocios, al que algunos califican de “implacable”, aparece otro personaje más humano. El de intelectual de las ideas y las citas; el lector voraz de Trotsky y el que analiza el futuro; el lector de las novelas de John Le Carré, y del catalán Quim Monzó o de García Márquez.

“Defiendo la autodeterminación”

Este anticlerical tiene, por lo menos, fe en Cataluña. Jaume Roures tiene fibra nacionalista, no lo esconde. “Defiendo el referéndum para la autodeterminación de Cataluña. Es importante pronunciarse, incluso si, al final, es probable que yo optara por mantenernos dentro de España”. Como guiño, me dice: “La libertad es el conocimiento de la necesidad”.

Dice que soporta con dificultad a la “derecha reaccionaria” y a la cultura política “marcada por la intolerancia, la ausencia de diálogo y el respeto por el otro”. En buena parte , reconoce, es una herencia de la dictadura franquista. A sus ojos, la identidad catalana tiene netas diferencias con la del resto de España.

“Somos un pueblo de mil años de historia, dotada de una lengua literaria y de una gran obertura de espíritu”. Y con un gran club de fútbol, el FC Barcelona, habría podido añadir este culé, fan del Barça convencido. Pero nadie ha visto nunca a este gran tìmido en los palcos del Nou Camp. “Veo el fútbol por televisión”. Nos saluda. Tiene que irse a militar.

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