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Conflicto en la BBC, docilidad en TVE

En el Reino Unido, Tony Blair y la BBC andan a la greña. Siento una gran envidia por ese país, al que no he tenido nunca como modelo, ni he congeniado con el carácter de sus gentes. Soy más bien latino, continental. Pero me da mucha envidia que en un país próximo a nosotros, Blair y la BBC anden a la greña. Y que el Gobierno de Blair no tenga ni la posibilidad legal, ni la fuerza política para sustituir a sus directivos. Es una muestra de respeto a la libertad de expresión, de democracia, de país seriamente estructurado.

EN EL REINO Unido, la radiotelevisión pública ha informado, con toda naturalidad, de que Blair y su jefe de prensa, Alastair Campbell, han exagerado el peligro que Sadam Husein podía representar para el mundo y para el propio país, y que han mentido para justificar la guerra. El Gobierno laborista reacciona con virulencia contra esa información, que considera no suficientemente contrastada y exige que la BBC rectifique y se disculpe. La BBC no entra al trapo y continua en sus trece, amplía la información, expresa su opinión al respecto.

La dialéctica entre el Gobierno de Blair y la televisión pública es apasionante. La BBC, de forma muy profesional, informa de la posición del Gobierno, contraria a la suya. Está en juego la credibilidad del Gobierno o de la BBC. Los ciudadanos deberán decidir cuál de las dos instancias es más fidedigna. Cuando ello ha ocurrido --por ejemplo, con Margaret Thatcher durante la guerra de las Malvinas-- la BBC se ha llevado siempre la opinión mayoritaria. Parece que ahora no será una excepción

En términos democráticos, qué lejos está la Gran Bretaña de España o de Catalunya, estamos a años luz de su mentalidad democrática. ¿Se imaginan ustedes a José María Aznar o al señor Jordi Pujol polemizando con sus televisiones? Sus gobiernos han nombrado y hecho dimitir sin ningún impedimento a los directores de los medios públicos cuando políticamente les ha convenido, a pesar de su sumiso comportamiento.

La comparación entre la BBC y TVE sobre el tratamiento informativo de la cuestión de Irak debería avergonzarnos como ciudadanos. Aquí lo oficial es dogma: las armas de destrucción masiva no se encuentran, pero existen. Sadam era un peligro real. Y también el tratamiento de otros temas. Las playas de Galicia están limpias, aunque haya chapapote a un palmo de profundidad. Los nacionalistas vascos son todos unos terroristas. La corrupción sólo existe en la oposición. No hay nada que investigar, todo está claro, suprimamos la Fiscalía anticorrupción. Aquí tenemos a una TVE que es una estafa democrática que pagamos entre todos.

Y lo peor es que el Gobierno del PP, además de TVE, controla otras emisoras de radio y televisión privadas y parte de la prensa escrita. Estos medios colaboran con el Gobierno popular dividiendo al país en buenos y malos, en rojos y blancos, en separatistas y buenos españoles, en patriotas y antipatriotas. Quienes proclaman que nuestra Constitución es el paradigma de las libertades, son los que utilizan estos medios para secuestrar la democracia, a la que han reducido en poco más que en un sistema para atribuir el poder según el resultado electoral.

LA DEMOCRACIA es mucho más que eso, se fundamenta en una mentalidad de la que nuestra clase política carece. La Carta Magna inglesa es de 1215, el control parlamentario se instituyó en 1689, la independencia del poder judicial en 1701. Y la BBC es un modelo de independencia periodística desde la segunda guerra mundial. Quizá porque los británicos han ido conquistando gradualmente cotas de libertad, es posible que ahora pueda haber una discusión pública entre el primer ministro y los directivos de la radiotelevisión pública.

Nosotros venimos del franquismo, de una república caótica, de la dictadura de Primo de Rivera, de la monarquía absolutista. En definitiva, no podemos presumir de muchos antecedentes democráticos. Pero tampoco podemos esperar a que transcurran siglos para democratizar nuestros medios de comunicación. Y si después de la Constitución de 1978 aún no hemos adquirido una cultura democrática de fondo, y ése es el problema, la regeneración política se impone y debemos exigirla desde la sociedad civil.

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