Marcianadas II

“Cualquier medio de comunicación, libro, obra de teatro o parlamentario busca audiencia”

La pregunta del millón de dólares Sinceramente, ¿no preferirías hacer un programa con más prestigio y menos audiencia? Esta pregunta encierra una gran tragedia para un humilde servidor, porque diga lo que diga no me vas a creer, querido amigo. Si te digo que sí, tú en el fondo pensarás que no, y si te digo que no, en el fondo vas a pensar que me da igual y pienso que sí. ¡Qué hacer, oh, tragedia! Cualquier periódico, cualquier libro, cualquier manual, cualquier hoja parroquial, cualquier obra teatral, cualquier parlamentario lo que busca es la audiencia. El prestigio no está reñido con la audiencia. Tú puedes decir que un programa u otro no te gusta, pero eso no siempre coincide con que sea intrínsecamente malo. El prestigio que yo me otorgo es hacer cada noche un programa técnicamente inmejorable, dinámicamente irrepetible, una máquina casi perfecta de televisión.(../..) Telecinco no se mete en los contenidos de “Crónicas” ¿Cuántas veces te han censurado temas en el programa? Quien haga programas diarios de radio o de televisión no podrá decir que en algún momento no ha tenido un disgusto considerable por este asunto. En la actualidad afirmo, con mayúsculas, me creáis o no me creáis, que Tele 5 no se mete en los contenidos de Crónicas Marcianas. Y no lo hace por dos motivos. En primer lugar porque funciona muy bien, pero también porque han acabado confiando en el equipo, que no tiene porque coincidir ideológicamente con la empresa, ni tiene porque coincidir con la dirección, faltaría más, pero es un equipo en el que, aun llegando al radicalismo, no se roza la insensatez. Incluso discrepando del programa, y yo estoy convencido que en algunas ocasiones esa discrepancia es profunda, saben que está en manos de gente que no está decididamente loca. Yo creo que Crónicas Marcianas es uno de los programas que goza claramente de libertad dentro del actual panorama de la televisión en nuestro país. La desaparición del programa de algún imbécil, raya en el goce personal ¿Qué programa te habrías cargado de la parrilla de las televisiones? El privilegio de hacer televisión y no ser directivo es no tenerme que cargarme programas. De todas formas, en estos seis años de televisión me he cargado muchos programas puramente compitiendo. Ha habido pocas satisfacciones personales en este sentido, porque los programas que se han ido al garete en la franja horaria en la que se emite Crónicas estaban hechos por gente que me merece todos los respetos y han hecho, como yo, lo que buenamente han podido para mantener sus productos en antena. Sí es cierto, sin embargo, y eso tengo que confesarlo, que ha habido algunos casos en los que se han producido algunas satisfacciones personales. Que desapareciesen los programas de algún imbécil suelto que andaba por ahí, ha sido algo rayano en el goce personal, algo que no tiene nada que ver con lo profesional. “No hay precedentes de un programa de gran éxito popular que haya tenido un trato favorable por parte de los críticos de televisión” El programa recibe críticas muy duras, pero tú te lo tomas con humor cuanto más te critican. ¿Es que no te importa lo que piensen los críticos de tu programa? No me importa lo digan los críticos, efectivamente, porque la crítica es técnicamente muy pobre. Hay un señor que me cabrea mucho, hay un crítico al que no soporto, que me produce desasosiego, que es el señor Víctor Amela, porque es inteligente. Claro, la excepción es algo que viene a alterar el esquema de las mentalidades neuróticas como la mía. Es un señor capaz de hacer una crítica de Crónicas Marcianas sin prejuicios, que es justo la palabra adecuada que define las críticas de este señor, sin prejuicios. Cuando era un chaval y hacía crónicas de conciertos me compré un librito alemán, pequeñito, de crítica (los alemanes están fascinados por la crítica literaria) y había una frase de la que no me olvidé nunca: para juzgar algo, pregúntese usted qué pretende y dígame si lo consigue o no. Y jamás me diga si a usted le gusta o no, que me importa una mierda (perdón, es la primera vez que uso la palabra mierda y ha sido para hablar de la crítica). Bueno, pues este señor es inteligente y crítico de televisión y eso, francamente, es inaceptable. Además, tengo que decir que apenas leo críticas de televisión, me interesan más otras secciones del periódico. Únicamente cuando alguien de mi equipo me insiste mucho en que lea alguna en concreto, accedo a perder unos minutillos. Salvo contadas excepciones (el citado Víctor Amela, Sergi Pamies, Carlos Boyero…) siempre dicen lo mismo: muchos tópicos y poco análisis. Prefiero una mala crítica inteligente que una buena crítica superficial. Dicho lo dicho, no hay precedentes de un programa de gran éxito popular que haya tenido un trato favorable por parte de los críticos de televisión. Es más, cuando un nuevo programa recibe el aplauso unánime de la crítica, los directivos de la cadena empiezan a temblar. Es curioso que se produzca este resultado inversamente proporcional entre espectadores y opinión de los críticos de televisión… Cómo recuerda el primer programa de “Crónicas Marcianas” ¿Qué es lo que más se te ha quedado del primer programa de “Crónicas Marcianas” que hiciste? Lo recuerdo perfectamente porque cuando acabas el primer programa parece que haya sido una experiencia única. Es como el primer día de la mili, que dices bueno, vale, ya conozco de qué va y ahora me voy a mi casa. Y no, resulta que tienes que hacer lo mismo el día siguiente, y el otro, y el otro… Hay una anécdota que caracteriza ese primer programa. Dije con todo énfasis: «Tenemos con nosotros a Segura» y era Fuentes. Fuentes, todavía a día de hoy me recuerda ese grito de «¡Segura!» con el que presenté a Fuentes, que es todo un indicio de cómo fue el primer programa, el nivel de tensión, de agobio, y recuerdo que me dije: «¡Cómo me está cambiando la vida!». Mi peor pesadilla en sueños es que me despisto y no consigo llegar al plató de CM ¿Has tenido pesadillas a veces con el programa? Sí, las he tenido. La pesadilla recurrente, que no sólo he tenido trabajando en la tele, sino también cuando trabajaba en la radio, es que llego tarde. Pero además, en la pesadilla llegas tarde porque te has despistado, como si te creyeras que es viernes y en realidad es jueves y sí tienes programa. Y llegas muy tarde, no sólo unos minutos tarde, sino muy tarde; te das cuenta de pronto de la gravedad de la situación y piensas qué debe ser lo que estén haciendo en Tele 5 cuando tú estás en casa y en realidad deberías estar trabajando. Es una situación que produce una angustia notable. Hay otra pesadilla,

la de que un programa sale muy mal, pero claro, ésta es mucho más compatible con la realidad: jamás he llegado tarde al plató y, en cambio, sí he hecho programas muy malos. La audiencia nunca es un “esclavo masoquista” ¿Son los medios de comunicación un «ama sádica» y la audiencia «un esclavo masoquista»? La audiencia nunca es un esclavo masoquista, nunca. Cada una de las personas de la calle tienen más poder del que cree; cada uno de nosotros tenemos más poder del que creemos. Yo no voy a descubrir en este momento la sopa de ajo, pero la gente decide qué canal ve o no ve, que cosa compra o no compra, lo que hace y lo que no hace, los espectáculos a los que acude o no acude, y los políticos a los que vota o a los que no vota. Es un conjunto de actividades que, multiplicados por la población de un país, determina cómo son las cosas en ese país. Es decir, yo siempre repetiré que yo hago el programa que la gente cree y quiere. Después de seis años de ver todos los días las curvas de audiencia, sé perfectamente lo que quiere y lo que no quiere la gente y el matiz es que el programa lo hago como quiere la gente en cuanto al contenido, lo que quiere la gente, pero como yo quiero. Ése es el cambalache, el gran acuerdo de la fiesta nocturna, ése es el principio del aquelarre nocturno, de la gran fiesta entre un público, un país y una cadena de televisión y un programa. Sé perfectamente qué es lo que ellos quieren, pero, al mismo tiempo, ellos saben perfectamente que tiene que ser como yo quiero. En ese estrecharse las manos, en ese decidir ellos y servir yo, está el justo punto del acuerdo. Uno va a un restaurante y pide el plato, pero el plato está preparado como quiere el chef. La gente acude voluntariamente al restaurante. Cuando se inicia un programa de televisión, hay que decir «con vuestro permiso», porque yo entro en vuestras casas. Ahora bien, a los cinco años, son ellos los que entran en una fiesta, y entran de forma totalmente voluntaria, conociendo las normas de la casa, conociendo la forma en que aquellos que se encargan de servirles hacen las cosas y, por tanto, aceptándolas de antemano. “CM” ganó a los cinco últimos programas del “Pelícano” ¿Qué pasó de verdad con Pepe Navarro? ¿Le quitaron el programa porque quería poner el vídeo de Pedro J. o porque vosotros le estábais dando caña? Pepe Navarro me merece todos los respetos. Lo que pasa es que se puso nervioso porque estaba en Antena 3; Antena 3 había pasado a manos de Telefónica poco después de que él fuera contratado, justo ese verano, por lo tanto estaba bajo la esfera del PP, y se encontró jugando en terreno contrario. Los últimos cinco programas compitiendo con el Pelícano nosotros le ganamos. Las curvas de nuestro programa y el suyo se iban acercando hasta que llegó un momento en que le pasamos, y los cinco últimos días en los que competimos nuestro resultado fue mejor que el suyo, en contra de lo que él dice. Quien diga que esto no es así, miente, porque ahí están los datos de Sofres para comprobarlo. Dicho todo esto, hay que destacar una segunda parte, porque eso no es lo grave, lo grave es que él se puso nervioso y quiso hablar del vídeo de Pedro J. Ramírez y, claro, los de Telefónica le dijeron que no. Además de esto, nosotros estábamos ganando una cierta guerra de prestigio, sumado a que esa semana nosotros les sobrepasamos en audiencia, más la tensión por el vídeo de Pedro J… y entre la tensión creada y que subconscientemente uno quiere tirar la toalla, entre que le echaron y se echó, por así decirlo —ésta es mi versión, claro—, la cosa acabó mal. ¿Cómo es posible que exista Dios y que Bush pueda ser Presidente de los Estados Unidos? ¿Qué tres preguntas le harías a Bush si pudieras traerle al plató de “Crónicas”? Yo, a Bush, la verdad es que sólo le haría una pregunta, a él, que cree tanto en Dios: ¿cómo es posible que exista Dios y que él pueda ser presidente de los Estados Unidos? A mí me pasa esto y me convierto automáticamente en agnóstico. Si Dios existiese, Bush no sería presidente de los Estados Unidos. Nunca habría ido a la boda de la hija de Aznar ¿Hubieras ido a la boda de la hija de Aznar si te hubieran invitado? Sabe Dios, sabe Aznar, sabe la madre, sabe la hija, sabe el novio, saben los suegros y sabe mi vecina del quinto, que en ningún caso hubiera ido. Noticias relacionadas

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