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Juan Ramón Lucas crea una productora y prepara su primer documental

Tras la reciente retirada de su último programa, “Esto es vida” en TVE, la última y menos conocida aventura televisiva de Juan Ramón Lucas se llama Ciesimages, una nueva productora radicada en Valencia que ya tiene en marcha un documental sobre la historia viva de esta ciudad, informa un comunicado de la compañía. “La tierra prometida” cuenta la aventura de tres emigrantes valencianos: uno de ellos volvió a España, otro se afincó en la capital, Santo Domingo y el tercero sigue en sus tierras reclamando un título de propiedad. El documental se encuentra en pleno rodaje aunque de momento no ha sido adquirido por ninguna cadena. “La tierra prometida” La idea de enviar miles de colonos a la República Dominicana surgió de un encuentro entre Franco y Trujillo, en el verano de 1954. Para animar a los labradores les prometieron todo tipo de ventajas. Tendrían viaje pagado, tierras propias, aperos, animales, semillas, vivienda y un sueldo hasta la primera cosecha. Si alguno de los emigrantes no se adaptaba, tenía prometido un billete de vuelta. A cambio, los españoles contribuían al poblamiento de la isla y llevaban nuevas técnicas de cultivo. Solo eso. La España de 1954 apenas estaba saliendo del hambre. Para los labradores pobres la ocasión era excepcional: serian propietarios en un país de ensueño. Así que, cuando oyeron la oferta que se anunciaba en los ayuntamientos y desde el púlpito, miles de ellos corrieron a apuntarse. En unas semanas la lista de emigrantes ya estaba cerrada. El 24 de diciembre de 1954 zarpó del puerto de Valencia el buque “España” llevando al primer grupo. A los muelles acudieron autoridades locales y provinciales, familiares, curiosos e incluso las cámaras del Nodo. El buque “España”, la expedición de Picassent -la más numerosa de la provincia- y familiares, amigos y curiosos despidiendo a los emigrantes. La llegada a Santo Domingo –entonces se llamaba “Cuidad Trujillo”– también fue sonada. El propio Leónidas Trujillo estaba en el puerto para recibirles y, para hacer más emotivo el acto, apadrinó a un niño de Silla nacido en el viaje. Poco duró la alegría. Al día siguiente los emigrantes son trasladados a Baoba del Piñal, un asentamiento en zona selvática. En vez de las casas que esperaban les asignaron barracones de madera con techo de zinc, donde el calor húmedo se hacía insoportable. En la Colonia regía una disciplina cuartelaria, parecida a la de un campo de concentración. Les vigilaban capataces armados, unos personajes despóticos y propicios al soborno. Los valencianos solo podían salir con un permiso del director y si variaban el itinerario marcado iban a la cárcel. La región era misérrima. No había electricidad, agua potable, carreteras ni puentes. El terreno era ondulado, imposible de regar, con ciénaga en las zonas bajas. El paludismo y la malaria hacían estragos. Las herramientas prometidas se quedaron en un machete. Y por supuesto no lo sabían manejar.¿Y las parcelas? No había. No estaban a punto. Así pasaron meses, viviendo en chabolas, soportando calor y lluvias torrenciales, sin nada que hacer, en un ambiente cada vez mas enrarecido. Y mientras tanto llegaban de España nuevos grupos.

A mediados del 55 el Gobierno Dominicano empieza a asignarles tierras. No eran fértiles, no estaban roturadas y, lo peor, ya tenían dueño: los negros descendientes de haitianos a quienes se quería desalojar. En los pueblos de la región no sentó nada bien que unos extranjeros les despojaran de sus granjas, así que la relación de los colonos con sus vecinos se hizo muy difícil.

Lo que estaba sucediendo en realidad es que Trujillo les utilizaba para librarse de los haitianos y blanquear el país. Unos años antes lo intentó masacrando a 18.000 negros en solo tres días. Ahora probaba suerte dejándoles sin medios de vida, sin tierras. Los emigrantes tampoco estaban contentos. Aquello no tenía nada que ver con lo prometido. Y cuando varios cientos pidieron volver se encontraron con otra sorpresa: desde el momento en que solicitaran la repatriación hasta el embarque pasarían entre cuatro y ocho meses, pero antes habrían de renunciar a las tierras y al sueldo.

Nadie tenía ahorros para aguantar tanto tiempo y menos en un país desconocido. Así que algunos se fueron a la ciudad buscando trabajo.

En Baoba del Piñal los colonos se sublevaron. Y la respuesta del Régimen fue suave teniendo en cuenta sus métodos habituales: Trujillo se limitó a expulsarlos del país, acusados de “actividades subversivas”. Año y medio después, en 1957, mil quinientos colonos consiguieron la repatriación. Para los demás, la aventura no había terminado.

En 1961 Trujillo muere en un atentado y su Régimen se derrumba. Los negros desalojados se lanzan sobre los nuevos colonos. Muchos emigrantes huyen. Algunos a España, otros a Méjico o a la capital donde intentan rehacer sus vidas.

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