Opinión

Massiel la arma

Gran espectáculo el que protagonizó Massiel en Salsa rosa (T-5). Convocada para que hablase de Encarna Sánchez --dado que aquel cuervo que salió en Aquí hay tomate también la involucró entre las supuestas amantes imaginarias de la difunta radiofonista--, Massiel se explayó encantada. Sus ojos tenían un brillo especial. Sus ademanes, una explosión desbordada. Su verbo, disparado, tronaba como un volcán. Y en un momento dado, arrodillada ante Acosta --el presentador--, le pidió perdón por haberle llamado Jordi en lugar de Santi, y se castigaba a sí misma diciendo “La he cagao, la he cagao”. Y un dolor teatral y extravagante la cimbreaba. Sus recuerdos de Encarna fueron apoteósicamente bárbaros. Decía: “La echaron de España por quedarse el dinero de los viejecitos. Se llevó a la cama a muchas artistas de teatro”. Y en relación con las supuestas cartas que se han puesto a la venta a través del aparador de Crónicas marcianas, comentó: “Encarna jamás hubiera mandado cartas a una mujer de la que estuviera enamorada. Nunca. Era demasiado cobarde. Sus armas eran su voz, y su radio”. Fijó luego, Massiel, su atención, en Augusto Algueró. Dio nombres y apellidos de algunas de sus amantes. Siguió luego contra Chonchi Alonso, exesposa de Andrés Pajares. Se detuvo también Massiel sobre sí misma: con un cachondeo especial recordó a su marido Pablo Lizcano. Y ante unas fotos de familia, exclamó: “Después de mi padre, de mi madre y de mi hijo, mi perro es el motor de mi vida. ¡Hay que ver lo que son los animales!”. Al final lanzó esta frase lapidaria: “A Encarna Sánchez, todos los grandes hijos de la patria, todos los grandes hijos de p..., ¡la apoyabais!”. Notable show el de Massiel. Consiguió insuflar una alta graduación a la salsa. Buscando una sesión similar, tendríamos que remontarnos a aquel etílico programa de Dragó con Arrabal.

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